Fue difícil entrar, aún más salir. La angustia de los 15 minutos finales antes de abandonar Rentería muchos aún no la han olvidado. La coacción, los insultos y las miradas y gestos amenazantes entraba dentro de lo previsible, pero lo que sucedió al salir de aquella ratonera en la que se convirtió la Plaza de los Fueros de Rentería desbordó lo que esperaba la formación. Fueron apenas un centenar de simpatizantes los que secundaron la llamada de Cs, la mayoría venidos de Euskadi y unos pocos de comunidades autónomas vecinas. El grueso lo hizo en el autobús habilitado por la formación, el resto en sus coches particulares.

Fuentes de la formación de Rivera aseguran que, al contrario de lo afirmado por Maite Pagazaurtundua, que lo calificó de “un paseo” comparado con lo ocurrido en la Universidad Autónoma de Barcelona, muchos militantes les han reconocido que el de ayer fue el acto del partido en el que peor lo han pasado.

Desde primera hora una parte del pequeño municipio guipuzcoano se había preparado para dejarles claro que no serían bienvenidos. Grandes lazos amarillos decoraban las principales fachadas de la céntrica plaza. Ikurriñas, esteladas y pancartas en favor del reagrupamiento de los presos de ETA en Euskadi completaban la decoración del lugar donde iba a tener lugar un evento más de la ‘Marcha por la Libertad’ que impulsa Ciudadanos.

Ayer en Rentería había casi más ertzainas que asistentes al mitin de Rivera, Savater y Pagazaurtundua. “Os habéis encargado de que muchos no se atrevan hoy a salir a la calle para asistir”, denunció poco después la candidata a las europeas. El escenario no tranquilizaba para hacerlo. La plaza no es muy amplia, más bien estrecha y de forma rectangular, rodeada de edificios. El doble vallado encapsulaba a los asistentes y a la prensa. A un lado, decenas de ertzainas antidisturbios, al otro también, y frente a ellos, cientos de personas que comenzaban a agolparse y proferir insultos a agentes, informadores y simpatizantes de Cs. En los balcones, las cacerolas hacía tiempo que se golpeaban con rabia. Y así durante casi dos horas.

El dispositivo de seguridad estaba coordinado con la Ertzaintza. Sabían que la entrada era uno de los momentos más difíciles. Un pasillo de agentes antidisturbios les protegió desde que descendieron del autobús que había llegado desde San Sebastián, a escasos diez kilómetros.

En la comitiva de Cs había personas mayores y jóvenes. Llegaron aplaudiendo. Hasta entonces, en la plaza no se había visto ni rastro de elementos identificativos de Ciudadanos, ningún elemento naranja, ni de España, nada de banderas. Cuando todos accedieron a la zona blindada de la plaza, fue cuando salieron a relucir las enseñas, la de España, la de Europa y la ikurriña.

La tensión fue en aumento, tanto como los gritos, los insultos y las miradas de odio. En los balcones, cacerolas golpeándose, excepto en uno de ellos, donde una joven aplaudía las intervenciones de Rivera y que antes de abandonar Rentería correspondería con un gesto de agradecimiento el líder de Ciudadanos.

Fue al final, cuando todo se complicó. El líder de la formación naranja, junto a Maite Pagazaurtundua, se subió a la furgoneta que debía sacarle de allí y hacerlo con seguridad. Para entonces el clima ya había alcanzado casi la ebullición y los ánimos de los presentes tras las vallas protectoras parecían incontrolables. Nuevos insultos, más cargas de la ertzaintza, golpes, y los agentes intentando controlar la situación y rodeados de una marabunta de personas, mujeres, ancianos y niños incluidos. Sacar a Rivera de allí y hacerlo con seguridad requirió tiempo, controlar la situación que ello generó, aún más.

15 minutos de angustia

Fue el más angustioso. Mientras todo eso sucedía, el cerca de un centenar de militantes de Ciudadanos venidos de Bilbao, San Sebastián, Eibar, Cantabria, Navarra o Zaragoza esperaban en la plaza, protegidos por la Ertzaintza y el doble vallado. Muchos pensaron que la situación sería incontrolable, que se desbordaría la línea de seguridad que les separaba de los manifestantes que habían estado las dos últimas horas insultándoles y odiándoles. “Fueron los peores quince minutos”, reconocen en ciudadanos.

De nuevo otro pasillo de ertzainas debía protegerles y hacerlo a un buen ritmo para minimizar el tiempo y el riesgo de la evacuación. La preocupación entre muchos de los asistentes al acto comenzó a elevarse y el temor también. A algunas de las personas de más edad hubo que sacarles literalmente a volandas. De nuevo cargas, insultos y odio a ambos lados del pasillo de seguridad habilitado. Y así hasta llegar al autobús.

Gran parte de ellos había ido en coche, pero ir a por él era una irresponsabilidad. El temor a ser identificados hizo que todos se subieran al autocar y regresaran con el grupo a San Sebastián. Horas después, cuando todo se calmó, regresaron en taxi a Rentería para recuperar sus vehículos. En la formación de Rivera están muy agradecidos a la Ertzaintza. Reconocen que sin su intervención eficaz el desenlace final del acto podría haber sido otro. “Queremos tener algún gesto de agradecimiento con ellos”, reconocen.

Por ahora, Cs no tiene previsto que sus líderes nacionales regresen para algún acto del partido. Sin embargo, aseguran que preparan ya algún acto electoral más con el que poder divulgar su programa, con el que ya han captado a 220 militantes en Euskadi y a cerca de 3.600 simpatizantes inscritos.