Este es un buen Gobierno que, salvo algunas contadas excepciones, está lleno de profesionales formados y con experiencia. Hay que decirlo de entrada. Gente seria que envía un mensaje de solidez, algo que Pedro Sánchez necesitaba imperiosamente para atenuar los efectos de las excepcionalísmas circunstancias en las que ha accedido al poder: por una moción de censura que tuvo éxito porque el ya ex presidente se negó a dimitir y con el escuálido bagaje de 84 diputados, la minoría más absoluta que puede imaginarse y que, por sí sola, hace muy complicado, por no decir imposible, el sacar determinadas leyes adelante.

Sánchez no tenía programa porque hace tan solo una semana tampoco tenía el proyecto de acceder al poder en España. Pero no cabe duda de que ha sabido diseñar su equipo, cuya composición apunta desde ahora las líneas maestras de lo que será su acción de gobierno. Pero por falta de equipo no va a ser. Todas las carteras son decisivas para el juicio que finalmente concitará el flamante Ejecutivo de Pedro Sánchez. Pero Economía, Exteriores, Defensa e Interior, que suelen ser los pilares de cualquier Ejecutivo, están ocupados desde ayer por hombres y mujeres de acreditada solvencia. Vayamos por partes.

El nombre de la nueva ministra de Economía ha despejado por sí sólo todos los temores que muchos habían podido albergar sobre las verdaderas intenciones del presidente socialista en lo que se refiere al control del déficit comprometido con Bruselas y a las alegrías de incremento de gasto que el líder de Podemos le ha venido reclamando desde antes de conocer la composición del Ejecutivo. Nadia Calviño parece la garantía de que Pedro Sánchez no se va a deslizar de manera irresponsable por la pendiente que lleve a España a hacer saltar por los aires el equilibrio presupuestario que había amarrado el PP en los Presupuestos Generales del Estado, que el propio Sánchez se comprometió en sesión parlamentaria a asumir.

Siempre puede saltar la sorpresa, como cuando Pedro Solbes, un prestigioso economista y reputadísimo Comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, se sometió sin embargo sin rechistar a las alocadas decisiones de José Luis Rodríguez Zapatero que contribuyeron a empujar a España hacia el fondo de una crisis que el gobierno de Mariano Rajoy ha logrado superar. Pero no parece que el talante de la señora Calviño sea el de una sumisa y obediente servidora de un jefe insensato sino mas bien al contrario, ha dado sobradas muestras en sus puestos en la UE de trabajar al servicio de sus convicciones. Este nombramiento es una prueba de que Sánchez quiere caminar por la senda de la ortodoxia en materia de la política económica.

Economía, Exteriores, Defensa e Interior, que suelen ser los pilares de cualquier Ejecutivo, están ocupados por hombres y mujeres de acreditada solvencia

Lo mismo puede decirse de Josep Borrell, un hombre que ya ha ocupado una cartera ministerial y puestos de gran responsabilidad en la estructura de la alta Administración del Estado. A Borrell nadie le tiene que decir qué debe pensar o en qué dirección debe orientar su estrategia como ministro. Sus opiniones son bien conocidas y su altura intelectual, expresada con brillantez no discutida, marcan con claridad el papel que va a desempeñar en el seno del Consejo de Ministros. Su trabajo como ministro de Exteriores va a resultar fundamental para cubrir un hueco que el anterior ministro dejó parcialmente descuidado: la explicación urbi et orbi, medios de comunicación y opinión pública europea incluidas, de las razones de la democracia española para oponerse frontalmente al intento de los secesionistas catalanes de romper la unidad territorial de España, para lo cual han violado las leyes, han desobedecido al Tribunal Constitucional y han mentido sistemáticamente sobre el supuesto abuso fiscal del resto de España sobre una Cataluña sometida en sus libertades y en sus derechos.

Borrell ha sido una de las voces más contundentes y más sólidas en el desmantelamiento de los embustes secesionistas. Su currículum europeo añade un plus de prestigio al servicio exterior de nuestro país. Gran acierto este nombramiento, el primero del que la opinión pública tuvo noticia y que dio la primera pista de la senda que el nuevo presidente se disponía a transitar.

Margarita Robles, una magistrada en excedencia del Tribunal Supremo y ex secretaria de Estado de Interior en el último gobierno de Felipe González demostró en ese tiempo un temple extraordinario en su lucha y denuncia contra la guerra sucia perpetrada por responsables  políticos del mismo partido del gobierno al que ella servía. Nada ni nadie fueron capaces de doblarle el brazo ni la cerviz. El ministerio de Defensa tendrá por lo tanto una titular fiable, seria y honesta, cualidades que son especialmente valoradas y apreciadas entre la familia castrense. Un acierto, de nuevo, el nombramiento de Robles al frente del ministerio de Defensa, donde tendrá que administrar un incremento de más del 10% en el presupuesto del Departamento, el segundo aumento más importante de los aprobados en los Presupuestos Generales del Estado elaborados por el Partido Popular. Y un acierto también el devolver a Defensa las competencias sobre el Servicio de Inteligencia.

La dirección y administración del CNI tiene inevitablemente un componente político pero ese componente se intensifica de una manera excesiva e indeseable si los servicios secretos pasan a depender de la presidencia del Gobierno. Su lugar debe estar dentro del ámbito de la defensa de España en todas sus variables y bajo el manto de ese Departamento debería permanecer en el futuro.

Fernando Grande-Marlaska, un juez de la Audiencia Nacional por el que tanto la Policía como la Guardia Civil siente un enorme respeto y hasta admiración. Es un hombre riguroso y valiente al que no le ha importado enfrentarse al gobierno Zapatero cuando dio la orden de investigar el chivatazo del caso Faisán por el que ETA pudo eludir la acción de los cuerpos de Seguridad que se disponían a detener a los terroristas implicados en el cobro de la extorsión económica a empresarios. Es verdad que Marlaska archivó en primera instancia el caso del YAK 42, el avión que se estrelló en Turquía y en el que murieron 62 militares españoles que regresaban de una misión en Afganistán. La Sala de lo Penal de la Audiencia le obligó a abrir de nuevo el caso pero ese episodio, poco estimable para el prestigio del juez, no le ha pasado factura a tenor de la satisfacción con que ha sido recibido por sus inminentes subordinados su nombramiento como ministro del Interior.

El juez Marlaska tiene a su favor el haber concitado apoyos tanto del PP, que le propuso para formar parte del CGPJ, como del PSOE, que le acaba de nombrar ministro y esa es una cualidad extraordinariamente rara que sólo adorna a pocas personas y acredita siempre la rotunda independencia de los agraciados con el respeto de tirios y de troyanos.

Hay otra cartera cuyo titular va a tener un papel determinante para afrontar el desafío secesionista catalán y ahí albergamos ciertas dudas. Me refiero a la titular del ministerio de Justicia, cuyo criterio será determinante para el nombramiento del nuevo Fiscal General del Estado. El perfil de Dolores Delgado, según los expertos en este campo, tiene ciertos componentes de radicalidad que no son los más convenientes en este momento delicado del conflicto catalán. Cierto es que los magistrados del Tribunal Supremo no se ven ni remotamente afectados por cuál sea el nombre del ministro o ministra de Justicia pero no es ese el asunto que puede preocupar ahora sino las medidas que puedan plantearse en un futuro más o menos inmediato y a las que tendrá que enfrentarse el Gobierno de Pedro Sánchez sobre quien no cabe ya ninguna duda de que, con esta composición del equipo gubernamental, tiene la intención de agotar hasta la última gota del tiempo que queda de legislatura.

Hablo de las previsibles condenas de los secesionistas procesados y de las igualmente previsibles peticiones y eventuales concesiones de indultos. Esa sería una decisión política sobre la que la ministra de Justicia tendría mucho que decir. Sea como sea, lo aconsejable es esperar y ver cómo se comporta la nueva titular de Justicia y quién asume la Fiscalía General del Estado.

Y así sucesivamente, los nuevos ministros -y ministras, que son clara mayoría en el Gobierno, mensaje importante del presidente-  ocupan con plena capacidad y experiencia probada sus respectivas carteras. Este es un buen equipo de gobierno para las necesidades de los españoles. Eso quiere decir también que su objetivo es recuperar los millones de votos que el PSOE ha ido perdiendo por el camino, votos que tiene necesariamente que arrancar al electorado que se ha ido a Podemos pero también al que apoya ahora mismo a Ciudadanos porque este equipo gubernamental presenta un perfil de centro izquierda y no parece tener nada de la izquierda extrema que muchos temían que saliera de la cabeza de un presidente en competición directa con Pablo Iglesias y por lo tanto dispuesto a echarse al monte a la primera de cambio. No es esa la imagen que da el Gobierno recién nombrado, que se parece más al viejo Partido Socialista que a una formación radical de nuevo cuño.

Y, desde luego, es un Gobierno pensado para ganar las próximas elecciones. Los mimbres están disponibles y hay que decir que son de gran calidad. Ahora queda por saber si el popurrí de partidos que ha aupado a Pedro Sánchez al poder le va a permitir hacer con esos excelentes mimbres algún cesto y, sobre todo, qué tipo de cesto. Porque ahora este Gobierno tiene que empezar a hacer lo propio de su función, que es gobernar y eso significa aprobar unas leyes y modificar otras. Pero cuenta de partida con 84 votos y con eso no van a poder ir ni a la puerta de la calle. El resto de apoyos se los va a tener que ganar a base de negociar y de ceder. Y aquí se alza la incógnita de hasta dónde podrán llegar Sánchez y sus ministros en su propósito de devolver al PSOE a los antiguos niveles de apoyo popular hace tanto tiempo perdidos.

Un sólo punto asombroso e inexplicable: el nombramiento de Màxim Huerta como ministro de Cultura y Deportes. Con todos los respetos por el presentador de televisión y posterior novelista de regular calidad que ha declarado públicamente que no siente el menor interés por las actividades deportivas, de las que va a ser el responsable político, ese ministerio recobrado con gran acierto habría necesitado de un titular de mayor altura intelectual y mayor bagaje cultural que el señor Huerta, calidades de excelencia que no están de ninguna manera reñidas con la notoriedad, ni siquiera con la condición de gay, si es que era ése uno de los mensajes de apoyo a esa comunidad que Pedro Sánchez quería enviar al electorado.

Sánchez tenía en este aspecto infinidad de nombres mucho, pero que mucho, mejores para vestir esa cartera que quiere también ser un sello que distinga a este Gobierno del anterior. Con ese titular de la cartera recién recuperada, el mensaje enviado por el presidente se devalúa hasta niveles contraproducentes para su propia reputación. Éste es, a primera vista, el único acto fallido de un diseño de Gobierno al que no se le pueden poner pegas de verdadero calibre.