Aún no se han apagado los ecos de las generales del 28-A y los ciudadanos se preparan, sin demasiado entusiasmo, para ir a las urnas el domingo. Todavía no se han constituido las Cortes, el gobierno no se formará hasta después del 26 de mayo y, en cierta medida, su composición va a depender de lo que pase entonces, pero estamos abocados a una especie de segundo asalto en el que, como ha dicho Pedro Sánchez, el PSOE y la izquierda quieren "rematar la faena" de hace un mes.

Lo racional hubiese sido que las cuatro convocatorias (generales, europeas, autonómicas y municipales) hubieran coincido el próximo día 26, una idea que se barajó en Moncloa, lo llamaron el superdomingo, pero que no cuajó, entre otras razones, porque algunos barones socialistas prefirieron separarlas para evitar un supuesto efecto contagio que podría perjudicarles.

Sin embargo, lo que ha ocurrido ha sido todo lo contrario. El que de verdad acertó fue Tximo Puig, que, al juntar las autonómicas valencianas con las generales, dio un golpe maestro a sus socios de Compromís y podrá gobernar, en coalición, sí, pero con mucho mayor margen de maniobra del que tenía hasta ahora.

Lo que muestran las encuestas (DYM, la empresa que las hace para El Independiente, suele acertar bastante) es que el PSOE se beneficia del efecto arrastre que tiene el triunfo de Sánchez en las generales y eso permitirá que en los municipios llamados del cambio vuelva a gobernar la izquierda, en coalición necesaria con Podemos o con partidos regionalistas o nacionalistas. Excepto en Madrid, donde la pugna va a estar muy reñida e incluso Manuela Carmena podría perder la alcaldía.

De los últimos sondeos se extraen las siguientes conclusiones:

  1. Subida del PSOE, que obtendría resultados similares a los que tuvo en las generales.
  2. Alza significativa de Ciudadanos, también muy similar a la que registró en las generales.
  3. Caída de Podemos, que no sólo no se recupera, sino que pierde votos, lastrada por sus divisiones internas.
  4. Desinfle de Vox, que podría perder la mitad de los votos que obtuvo en las generales.
  5. Recuperación del PP respecto a las generales, fundamentalmente porque una parte sustancial de los votantes de Vox vuelve al partido que lidera Pablo Casado.

Así las cosas, gran parte de lo que ocurrirá el próximo domingo dependerá de dos cosas: por un lado, del hundimiento de Podemos y de la capacidad que tenga el PSOE para ejercer de voto útil de la izquierda en unos comicios que se presentan casi como una segunda vuelta respecto a las generales de abril; por otro, el grado de caída de Vox y el porcentaje que irá a parar al PP.

El hundimiento que pronostican las encuestas de Vox beneficiará sobre todo al PP. Si la derecha gana en Madrid, Casado se consolidará como líder de la oposición

La desbandada de votantes del partido de Santiago Abascal podría tener una doble repercusión para el PP: no sólo tendría un efecto balsámico que paliaría en parte el batacazo del 28-A, sino que le ayudaría a evitar algo aún más grave, el sorpasso de Ciudadanos.

Como ya apunté en esa columna, la batalla central de las elecciones del próximo domingo tendrá lugar en Madrid. Tanto en la Comunidad como en el Ayuntamiento la izquierda y la derecha se juegan en gran medida el balance de unos comicios que requerirán, una vez conocidos los resultados, de un análisis pormenorizado, quirúrgico.

Si la izquierda mantiene el ayuntamiento y recupera el gobierno de la comunidad (y no digamos nada si los candidatos de Ciudadanos sacan más votos que los del PP), Casado estaría obligado a dimitir, lo que abriría en el partido una crisis de grandes proporciones y tal vez forzaría a Alberto Núñez Fijóo a dar el paso que no quiso o no atrevió a dar hace ahora un año.

Pero, a sensu contrario, Madrid podría significar la tabla de salvación para Casado. Si la derecha logra mantener la Comunidad (si recuperase el ayuntamiento sería ya el delirio) y el PP logra más votos que el partido de Rivera -algo en lo que coinciden la mayoría de las encuestas-, Casado no sólo estaría salvado, sino que se consolidaría como líder de la oposición.

Como se ve, las elecciones del domingo tienen, más que ninguna otras, un efecto indiscutible en la política nacional, sobre todo en el liderazgo de la derecha.

Tampoco hay que desdeñar los efectos que tendrá el 26-M para el liderazgo de Pablo Iglesias. Si el partido recién creado por su ex camarada Íñigo Errejón derrota a la candidatura de Unidas Podemos (lo cual es más que probable) en la Comunidad de Madrid, las consecuencias serían evidentes. El salto de Errejón a la política nacional sería sólo cuestión de meses, lo que le llevaría a competir con Iglesias en todo el territorio nacional en las próximas elecciones generales. Esa será una muy buena noticia para Sánchez, que ve en Errejón un socio más estable y, sobre todo, menos molesto, que Iglesias.

No hay que desdeñar los efectos que tendrá el 26-M para el liderazgo de Pablo Iglesias

Rivera confirmará que su partido es ya mucho más que una muleta para el PP y que puede ser sólo cuestión de tiempo el que le supere en votos e influencia. Sin embargo, todavía Ciudadanos cuenta con un votante muy volátil y, de hecho, los suyos son los más indecisos de cara al 26-M.

Vox, por su parte, parece despertarse de un sueño, que le llevó a pensar que podría incluso superar de un sólo golpe a Ciudadanos y al PP. La "derechita cobarde" ha demostrado ser bastante más resistente de lo que pretendía Abascal ¿Cómo dirigirá el partido nacional populista un resultado discreto como el que le pronostican los sondeos el próximo domingo? Es una de las grandes incógnitas de la política española. Si Vox aguanta, el PP tendrá difícil volver a ser el gran partido conservador con capacidad para acomodar a toda la derecha española. Pero sí se hunde, cosa probable, la pugna quedará reducida a la disputa entre Ciudadanos y el PP.

¿Y el PSOE? Es verdad que los socialistas tuvieron hace cuatro semanas un buen resultado que nadie pronosticaba cuando se produjo la moción de censura. Y es más que probable, como ya se ha dicho, que los porcentajes se repitan el próximo domingo. Pero hay que tener un poco de cuidado, porque la debacle de la derecha ha provocado el espejismo en la izquierda de un Partido Socialista arrollador, y no es así. Sánchez logró el 28-A el segundo peor resultado de la historia del PSOE. Gobernar con sólo 123 escaños va a resultar muy complicado. Ni Podemos, ni ERC (como se ha demostrado con la candidatura fallida de Iceta a presidir el Senado) se lo van a poder fácil al presidente del gobierno.

Nos espera, por tanto, una legislatura llena de incertidumbre, con el problema de Cataluña abierto en canal y con una derecha que, tal vez después del 28-M, no se sienta tan vapuleada como hace un mes. De hecho, es probable que en votos (tanto en las europeas como en las municipales) gane la derecha.