Después del hostión del 28-M y una noche de zafarrancho y hornillos en la Moncloa, como una noche de panaderos de Napoleón, ya están diciendo que Sánchez se ha despertado con una jugada maestra en la cabeza. Eso se lo decían hasta a Rajoy, cuando en realidad todo lo había hecho la inercia, la comodonería, la casualidad o la necesidad, mientras él se había quedado mirando el café con leche como un marino mira el cabo de Hornos. Sánchez también se quedó mirando la noche, iluminada de azul como por una brutal supernova, vio que sólo tenía una salvación, el adelanto electoral, y por la mañana le puso un poco de música de flauta china. Todo parece una jugada maestra cuando uno se lo imagina con una flauta de bambú de fondo, como lo de Iván Redondo sacando las dos piezas de ajedrez, lo que pasa es que a Redondo no le sonó la flauta y sólo quedó como un solitario de autoayuda y soldaditos de plomo. Tampoco le ha sonado a Sánchez, porque todo el mundo se da cuenta de que no es astucia sino necesidad: tal como ha dejado al PSOE, no hubiera llegado a diciembre de candidato.

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