Con la gasolina de Pedro Sánchez, Quim Torra, que fue suplente de una sombra y sucedáneo amorfo de presidente, como un presidente de tofu, ha hecho la procesión de antorchas fantasmales más brillante y lúgubre que uno recordaba últimamente en el independentismo. Esa gasolina de Sánchez es pasión inyectada, una pasión que vuelve incluso a inflamar a Torra, al que uno veía con su antorcha chisporroteante o fundente, como un helado de llama, y tenía algo de milagroso, como si fuera un mendigo del Bowery con paraguas desvarillado que de repente adquiere la presencia de la misma Estatua de la Libertad, sea por la locura o por el alumbrado. Éstos son los milagros de Sánchez, milagros con llama pentecostal y resurrección de muertos ya achampiñonados en la tierra, como Puigdemont y ahora el propio Torra, que parecía comandar la legión de cadáveres vengativos del independentismo con su antorcha más cárpata que catalana. Si la pasión vuelve a Torra, imaginen a la Diada.
La gasolina de Sánchez daba para alimentar el medievalismo de Torra y para reavivar la Diada, cuya manifa principal tenía otra vez ese ambiente como de cuando la vuelta ciclista a España estaba de moda. Torra ha vuelto al fuego de las brujas y Barcelona ha vuelto un poco al revival de Perico Delgado, que es lo que parece este regreso de Puigdemont. Y todo es por el presidente Sánchez, que no es luciferino (Lucifer significa “portador de la luz”) sino fulminante. Hay que aclarar que esto de la procesión de antorchas siempre resulta inquietante y siniestro porque ese fuego no es símbolo de la luz, como creen algunos, sino de la purificación a través de la destrucción. Por eso con la antorcha, no iluminadora sino amenazante, siempre nos imaginamos doncellas en llamas, curanderas en llamas, casas en llamas, cruces en llamas y medio mundo, el medio mundo al otro lado de las antorchas, en llamas. Los indepes siguen siendo realmente transparentes, no sólo política sino incluso semiótica o hermenéuticamente.
A los indepes les van las hogueras y les van las multitudes aplastantes, que más o menos así estaba diseñada la manifa en Barcelona. Una manifestación en cuatro brazos, cuatro marchas y cuatro lemas que confluían precisamente en la Plaza de España creo que es lo más parecido que pudieron diseñar a un movimiento envolvente, a una invasión simbólica o no tan simbólica en plan “Blitzkrieg”, que hasta los cuatro brazos parecían cuatro aspas, ya saben. Las cuatro marchas o aspas las llamaban del País, de la Libertad, de la Soberanía y de la Lengua, según explicaba muy pedagógicamente TV3, que parece que, antes que nada, los indepes quieren aspar al Estado español con sarcasmos. Había batucadas entre festivas y marciales, por supuesto esteladas izadas o encapadas, y la bandera pirata, o sea esa estelada blanca y negra, que remite lo mismo a la Guerra de Sucesión (ah, estos republicanos tan monárquicos) que al brazo armado del Estat Catalá, y que TV3 reinterpretaba como “la bandera contra la represión”.
Lo de la amnistía, curiosamente, no es que parezca hecho, es que da la impresión de que esa página, o esa pantalla que se dice ahora, ya la han pasado
La cosa estaba animada, divertida, numerosa, dominguera, didáctica y con intención, y hasta la televisión catalana empezaba su programación especial subrayando que era una Diada muy diferente a las anteriores. Y tienen razón, porque la gasolina de Sánchez lo que ha hecho es volver a hacer estratégica y amenazante una Diada que ya sólo era melancólica y paseante, como un domingo de jubilados. La verdad es que lo único que divide a los indepes ahora es si hay que dar por válido el 1-O o hay que esperar al referéndum que dan por conseguido y, desde luego, por ganado. Lo de la amnistía, curiosamente, no es que parezca hecho, es que da la impresión de que esa página, o esa pantalla que se dice ahora, ya la han pasado. Según certificaba la televisión del Régimen, esa televisión flameante, con presentadores con entorchados y pasamanería de fideo gordo, como generalones norcoreanos, Omnium ya tiene la lista de los que serán agraciados con la amnistía, así que de eso ni se habla. La amnistía “se obvia”, como titulaba este periódico.
Será la independencia o será el bucle electoral perpetuo para España, y por eso parecía que había vuelto a ganar Perico en aquellos tiempos de Perico, pero todo en indepe. Claro que no era una Diada como las otras, aunque fuera como las otras. Es decir, aunque la Cataluña no independentista, o sea la mayoritaria, no tuviera allí ni un pito, ni el pico triste y arrugado de una bandera como el pico triste y arrugado de un librito de poemas, quizá del triste y arrugado Benedetti. Era, más que nunca, un día para “la reivindicación cívica y política”, es decir independentista, según nos volvía a aclarar el Nodo de TV3, epítome de lo público usado como milicia política, como brazo del nacionalismo totalizador y totalitario.
Estos últimos años, los melancólicos se limitaban a pedir la unidad sentimental del independentismo, que es como la unidad de las izquierdas, eterno leitmotiv y eterna causa de desencuentro. Este 11-S ya no se pide la unidad sentimental, sino la unidad de acción, la acción definitiva para aprovechar al mollar Sánchez y la mollar España. En Twitter, o sea en X, Sánchez felicitaba el día asegurando que “Cataluña ha abierto un nuevo camino de progreso, entendimiento y convivencia”. Sánchez es otro que confunde, o quiere que confundamos, la luz con la destrucción.
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