Política

Cataluña, el escollo insalvable para que Iglesias entre en el Gobierno de Sánchez

El presidente descarta tener un ministro que asegure que en España hay presos políticos, como defiende el líder de Podemos

Sánchez iglesias elecciones 10N

Pedro Sánchez recibe a Pablo Iglesias en la Moncloa a comienzos de mayo. EFE

Ninguno de los dos habla de Cataluña, pero el desafío independentista sigue latente en sus relaciones. Si la apuesta por el diálogo les unió durante la moción de censura a Mariano Rajoy, la relación con los líderes del procès ahora separa a Pedro Sánchez de Pablo Iglesias y se convierte en un escollo casi imposible de sortear para que el líder de Podemos entre en el Ejecutivo, como exige Iglesias para salvar su liderazgo político.

La semana que viene comienzan las negociaciones entre el PSOE y Unidas Podemos, formación a la que Sánchez ha retirado la consideración de "socio preferente" para situarla al mismo nivel de interlocución que al PP y a Ciudadanos de cara a la investidura. Desde que convocó las elecciones, Pedro Sánchez está intentando zafarse de la garra de Podemos y liberarse de servidumbres hacia los independentistas, a los que acusa de socios poco leales. Como le ocurrió a Rajoy con la 'operación diálogo' emprendida por su vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, los socialistas insisten ahora en que los independentistas "no son de fiar".

Por su parte, y aunque haya tratado de soslayarlo durante la campaña electoral, Iglesias mantiene firmes sus convicciones sobre la necesidad de negociar y dar una respuesta política al independentismo. Al presidente del Gobierno le espanta pensar que el líder de Podemos pudiera tomar iniciativas como visitar a Carles Puigdemont en Waterloo o a Oriol Junqueras en la cárcel siendo miembro de su gabinete. "Y luego diría que ha ido a título personal, no como ministro. A Pedro le horroriza la idea", explican en su entorno.

Los temores de Sánchez se basan en sus propias experiencias. Ya en octubre del año pasado, cuando los Presupuestos Generales del Estado peligraban, Iglesias acudió a la prisión de Lledoners para reunirse con el líder de ERC. "No soy ningún delegado del Gobierno, soy el presidente del grupo parlamentario […] y formamos parte de un acuerdo de presupuestos. Vamos a hacer nuestro trabajo para intentar que den los números”, anunció antes del encuentro. "Yo ya he hecho mi trabajo, ahora le toca al Gobierno", aseguró después. Su intervención se completó con una llamada telefónica a Puigdemont también para intentar salvar las cuentas.

Tras actuar por su cuenta y riesgo como embajador del Gobierno de Sánchez, fue el líder de PSC, Miquel Iceta, cuya entrada se da por segura en el Ejecutivo, quien corrigió a Iglesias. "En España no hay presos políticos ni exiliados”, aseguró en la radio catalana, advirtiendo al líder de Podemos del riesgo de dar al ex presidente de la Generalitat un protagonismo que ha perdido parcialmente. “Quizá ha considerado que es una manera de reforzar su personalidad”, señaló Iceta, que consideró un error otorgarle al ex presidente un “plus de representatividad” del que ya no goza.

Iglesias y la cúpula de Podemos defienden la convocatoria de un referéndum pactado en Cataluña y sostienen que en España hay "presos políticos", dinamitando la acción exterior del Gobierno, liderada por Josep Borrell, para combatir las mentiras del separatismo en Europa. Iglesias ha llegado a asegurar incluso que en España, país del que quiere ser ministro, sufre esa "vergüenza" de déficit democrático.

"No queremos vivir en un país con presos políticos y no queremos que se conozca la democracia española porque haya presos políticos, nos parece un escándalo”, aseguró en un gran mitin en abril en L’Hospitalet de Llobregat (Barcelona). Junto a Ada Colau, Iglesias defendió que “el conflicto en Cataluña no se va a solucionar por la fuerza, ni con jueces, sino dialogando”, y que “no es lo mismo que entre un guardia civil armado pegando tiros en el Congreso” que el ejercicio de “desobediencia civil” del presidente de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart.

El presidente del Gobierno no quiere levantarse cada día atemorizado por las salidas de tono que pueda cometer el líder de Podemos como ministro, especialmente en la cuestión territorial. Pedro Sánchez lleva toda la campaña ignorando el conflicto independentista, convencido de que sus líderes son insaciables y de que están dispuestos a subordinar el interés común por mantener viva su causa. Ya en la presentación del programa del PSOE para las elecciones generales de abril, el candidato socialista ignoró la cuestión catalana, como lo hizo el jueves al ofrecer a PP, Cs y Podemos sus cuatro ejes programáticos para negociar la investidura: lucha contra la desigualdad, digitalización de la economía, cambio climático y Europa.

Por su parte, Iglesias y su número 2, Irene Montero, no cejan en el empeño de entrar en el Gobierno, única salida que encuentran a la crisis interna de Podemos por los resultados electorales y por el cuestionamiento interno de su liderazgo. "España no quiere egoísmo, individualismo y autosuficiencia". "No es buena receta que el PSOE decida emprender ese camino", advirtió a Sánchez el viernes la portavoz parlamentaria, mientras Iglesias mantenía el tono moderado.

"La gente ha votado pluralidad, que se transija, nosotros vamos a transigir y a dialogar, y estoy convencido que más temprano o más tarde tendremos gobierno de coalición progresista", aseguró Iglesias, que también lanzó reproches al presidente del Gobierno: "Hay votantes del PSOE que no entienden ver a Pedro Sánchez equidistante con nosotros, el PP y Cs. Espero que vuelva la sensatez, que vaya a un acuerdo de gobierno de coalición progresista, para hacer lo mismo que en Comunidad Valenciana o lo que se va a hacer en Baleares", añadió.

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