A quién se le ocurrió la brillante idea de contar cómo Han Solo llegó a convertirse en el mayor granuja, pícaro y sinvergüenza de toda la galaxia?  Es más, ¿quién tuvo el sobresaliente propósito de hacerlo cuando el óxido del tiempo impide que sea el propio Harrison Ford el que protagonice Han Solo, una historia de Star Wars? Señores de Disney, Han Solo es Harrison Ford y no hay más que hablar. Déjennos soñar con su pasado.

Pulula en el ambiente una cierta sensación de hartazgo. Disney pretende estirar la goma de Star War hasta el infinito y más allá. Resulta increíble que tantas mentes pensantes no se percaten de que, por exceso de éxito, la factoría del ratón está matando a su gallina de los huevos de oro.  Solo, una historia de Star Wars, el segundo spin off de la saga no aporta nada.

Alden Ehrenreich no desprende ni el atractivo, ni el embrujo, ni el carisma de Harrison Ford

El próximo 24 de mayo aterriza Solo, una historia de Star Wars avalada por un guión firmado por los Kasdam, padre e hijo, y con el saber hacer de Ron Howard en la dirección, tras el despido de Phil Lord y Chistopher Miller (responsables del éxito de la Lego Película, el mayor branded content de la historia del cine). La bronca entre Disney y los directores estalló a falta de tres semanas de acabar la filmación, así que decidieron contratar a Ron Howard para reconducir el asunto, que según la factoría Disney no iba por buen camino. Estos líos no auguraban nada bueno para el segundo spin off de la saga galáctica. Y así ha sido.

Alden Ehrenreich se mete en la piel del joven Solo y lo intenta, pero donde no hay no se puede sacar. El ahijado de Steven Spielberg no desprende ni el atractivo, ni el embrujo, ni el carisma de Harrison Ford y eso que en algunos planos los gestos quieren recordar al genuino. Resulta imposible creer que ese efebo, soso y desangelado sea el joven Solo, el mismo que creó el protagonista de Indiana Jones. Un sinvergüenza, sarcástico y seductor, un forajido arrogante, el típico malote que se lleva a las chicas de la fiesta. Alden Ehrenreich no le llega ni a la suela del zapato.

Como ya es costumbre en esta vuelta de tuerca sobre la saga original, Kasdam y Howard se dedican a la nostalgia. Solo, una historia de Star Wars está trufada de homenajes a las películas originales. Disney siempre supo que el éxito de la saga pasaba por recuperar a esa generación que vio las primeras películas en el cine, a esa generación que se dejó seducir por la eterna lucha entre el bien y el mal. Esta vez sin jedi y sin fuerza, pero con alguna campanada final que descoloca del todo al espectador.

Han Solo, una historia de Star Wars surge como un fallido intento de evocar a los western clásicos

El listón estaba muy alto. Rouge One, el primer spin off galáctico, fue toda una sorpresa que, al contrario de Solo, no se presentó como una precuela. Para alejarse de la saga, la película no arrancó con el típico sumario de créditos amarillos que ubican al espectador; no contaba con la banda sonora de John Williams sino con el trabajo de Michael Giaccino, y estaba protagonizada por nuevos personajes. Rouge One resultó un producto bien armado, una clásica película de guerra ubicada en el espacio.

Solo tampoco arranca como la saga. A pesar de que en algún momento suenen acordes de la mítica banda sonora de Williams, cuenta con un partitura bastante cursi de John Powell y una fotografía tan sucia que por momentos provoca desasosiego. Si Rouge One se convirtió en un homenaje al género bélico, Han Solo, una historia de Star Wars surge como un fallido intento de evocar a los western clásicos, con duelos, tabernas, partidas de póquer y asalto al tren incluido. Un conato en el que se pretende desvelar a los fans de toda la vida cómo fue el primer encuentro de Chewbacca con el que será el mercenario más atractivo de toda la galaxia, un conato que bucea en la antigua amistad del forajido galáctico con Lando Calrissian y que descubre cómo se hizo el joven Solo con el Halcon Milenario. Nada de esto merecía una precuela.