El 24 de noviembre de 1947, los peces gordos de la industria cinematográfica publicaron, en nombre del presidente de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos, Eric Johnston, la Declaración Waldorf. En ella apuntaban directamente, con nombres y apellidos, a diez guionistas y directores que tenían relación con el comunismo.

"No deseamos prejuzgar sus derechos legales, pero sus acciones han sido un mal servicio a sus empleadores y han deteriorado su utilidad para la industria [...]. Despediremos inmediatamente o suspenderemos sin compensación a los empleados, y no volveremos a emplear a ninguno de los 10 hasta que sea absuelto o se haya purgado de desprecio y declare bajo juramento que no es comunista", dictaba el comunicado firmado por peces gordos como Walt Disney, Louis B. Mayer (Metro Goldwyn-Mayer), Harry Cohn (Columbia Pictures) o Albert Warner (Warner Bros).

Eran los tiempos de la caza de brujas liderada por el senador McCarthy, en los que se trataba de poner coto a la "peligrosa influencia comunista" en los estudios durante la Guerra Fría. Se inauguraba así la primera lista negra de Hollywood, en la que se censuraba a creadores como Dalton Trumbo.

Dalton Trumbo en una audiencia ante el Comité de Actividades Antiestadounidenses, 1947.

Aquella lista fue creciendo según la tensión con los soviéticos aumentaba, alcanzando su máximo apogeo en el año 56. Después de aquello, este tipo de listas excluyentes han seguido funcionando, aunque de manera más discreta y por otro tipo de razones.

De hecho, el escándalo del Me Too también fue el detonante por el que se descubrió que Harvey Weinstein había impuesto vetos a aquellas mujeres que podían destapar sus abusos. Una cancelación que, tras conocerse los nombres de algunos acusados, también ha terminado actuando a la inversa en algunos casos como Woody Allen o Kevin Spacey. En este sentido, Hollywood ha buscado enmendar, de alguna forma, el daño causado a sus víctimas.

Por eso, no deja de sorprender cómo en un contexto donde parecía reinar la corrección política y la tolerancia, de repente la guerra en Gaza haya reavivado las cenizas de aquellas listas negras en las que las opiniones políticas podían hacerte perder el empleo.

En el país con mayor población judía del mundo (6 millones), el conflicto palestino-israelí continúa siendo uno de los principales puntos de fricción. Una tensión, política y social, que se intensifica en un sector donde la comunidad judía controla la mayor parte del negocio desde sus inicios.

El conflicto Israel-Palestina, un tabú en Hollywood

Una de las primeras personas en sufrir las consecuencias por su posicionamiento a favor de Palestina fue la oscarizada actriz Susan Sarandon. "Hay mucha gente que tiene miedo de ser judío ahora mismo. Están probando cómo se siente ser musulmán en este país, tan a menudo sometidos a la violencia", dijo la actriz en una manifestación a favor de Palestina en Nueva York. Tras estas declaraciones, UTA, su agencia de representación decidió cortar sus negocios con Sarandon como repulsa a sus "comentarios antisemitas".

La actriz Susan Sarandon durante una rueda de prensa previa a la celebración de la gala de entrega de los 67º Premios RNE de Cinematografía en Barcelona
La actriz Susan Sarandon durante una rueda de prensa previa a la celebración de la gala de entrega de los 67º Premios RNE de Cinematografía en Barcelona

Más traumático fue lo de la actriz Melissa Barrera, que ya había sido seleccionada para participar en la nueva película de Scream y fue fulminada por sus comentarios contra los ataque de Israel. "Yo también vengo de un país colonizado. Palestina será libre", denunció la intérprete, que iba a protagonizar la última entrega de la saga slasher. Ambos casos, el de Barrera y el de Sarandon, ocurrieron en noviembre, cuando Israel respondió con múltiples bombardeos en Gaza al ataque del 7 de octubre.

"Estáis aprendiendo en estos momentos quién apoya el genocidio". Fueron las palabras que le costaron su empleo a Maha Dakhil, una de las principales representantes actorales de todo Hollywood, que hasta el momento había sido la principal responsable de la agencia Creative Artists Agency (CAA).

En los últimos meses, la lista se ha engrosado con nombres como el de Sara Ramírez, la actriz que interpretaba a Che Díaz en And Just Like That, la secuela de Sexo en Nueva York. "Mientras dan premios, directores de casting y agentes están haciendo listas negras de actores y trabajadores que publican algo en apoyo a los palestinos de Gaza. Para asegurarse de que nunca más vuelvan a trabajar", escribía la actriz en una publicación en Instagram resucitando sin reparos el término de las listas negras.

Discreción en los apoyos a Palestina

En general, la respuesta del mundo del cine ha sido la del rechazo a la violencia y la petición del alto el fuego, como la que firmaron Alfonso Cuarón, Ben Affleck, Bradley Cooper, Cate Blanchett o Jennifer Lopez, entre muchos otros, contra "el despliegue de horrores de Palestina e Israel". Pero sin resaltar una responsabilidad por encima de la otra. También ha habido muchos artistas de origen judío como Barbra Streisand que, en general, han abogado por "la solución de los dos estados" como alternativa pacífica.

La discreción en el apoyo a Palestina ha sido la nota dominante. En los Oscar donde la única forma de reivindicar el fin del fuego fue a través de pines como los que llevaban Ramy Youssef, Mark Ruffalo o Billy Eillish, Joaquin PhoenixJon StewartKristen StewartMahershala Ali.

De hecho, una de las pocas acciones solidarias específicamente dedicadas a los refugiados palestinos en la que han participado famosos de talla internacional, ha tenido lugar de forma casi encubierta. Rostros como los de Taylor Swift, Selena Gomez, Zoë Kravitz, Cara Delevingne o Anya Taylor-Joy se dejaron ver en el monólogo de Ramy Youssef More Feelings en el Brooklyn Academy of Music. Un show en el que el 100% de los beneficios iban destinados a ayudar a la ONG ANERA (American Near East Refugee Aid), organización que desde 1968 ayuda a refugiados de Palestina, Líbano y Jordania.

Movilización masiva tras el discurso de Jonathan Glazer

En un contexto de polarización en el que cada palabra fuera de lugar puede ser malentendida, la valentía de Jonathan Glazer en su discurso tras recibir el Oscar a Mejor Película Internacional por La zona de interés ha generado una movilización masiva por parte de los defensores del bando de Israel.

"Ahora mismo estamos aquí como hombres que rechazan que su condición de judíos y el Holocausto hayan sido utilizados para una ocupación que ha arrastrado al conflicto a tanta gente inocente, ya sean las víctimas del 7 de octubre en Israel o del actual ataque en Gaza", dijo el realizador británico de origen judío.

Esta semana, el medio especializado Variety publicaba una carta firmada por más de mil profesionales de la industria reprobando sus palabras. La respuesta de Hollywood ha sido contundente convirtiendo a Glazer en una especie de enemigo público número uno para la industria. Utilizar el escaparate de una gala con amplitud internacional para lanzar su mensaje fue visto como un alegato antisemita por gran parte de la comunidad judía en Hollywood.

"Rechazamos que nuestro judaísmo quede secuestrado con el propósito de establecer una equivalencia moral entre un régimen nazi que trató de exterminar a una raza de personas y una nación israelí que trata de evitar su propio exterminio", decía la misiva.

Salvando las distancias con aquella Declaración Waldorf, los últimos acontecimientos han vuelto a agitar la máquina ideológica de Hollywood, que ahora amenaza con la aparición de nuevas listas negras para quienes digan una palabra más alta que la otra sobre lo que está pasando en Palestina.

Está claro que la censura de aquellos años en plena Guerra Fría no son comparables con la actualidad, pero también cabe mencionar que Hollywood ya no es un ecosistema tan cerrado como entonces y que ahora hay más espacio para los discursos alternativos. Sin embargo, lo que está ocurriendo, con el caso Glazer como gota que ha colmado el vaso, ha resucitado los fantasmas de las listas negras.