El 18 de julio de 1936 España se rompió en dos, dejando tras de sí una cicatriz que nunca parece terminar de cerrarse. Siempre se ha dicho que no hay nada peor que una guerra fratricida, que no hay mayor desgracia para un país que el derramamiento de sangre a manos de sus propios compatriotas. Lo cierto es que no hay guerra que sea buena y que el desmembramiento de la sociedad entorno a dos bandos diametralmente opuestos es capaz de originar conflictos tan profundos como irracionales.

El verano del 36 la convivencia estalló a golpe de fusil y el envilecimiento de la sociedad española dio paso a uno de los capítulos más negros de su historia. Durante los tres años que duró el conflicto, la guerra se llevó por delante innumerables familias y amistades. Una división que acabó afectando también a los hombres de letras de aquella época, fulminando relaciones entre ellos que parecían inquebrantables hasta el momento.

Hemingway y Dos Passos

Uno de los mejores ejemplos de la internacionalización del conflicto español fue su capacidad para dinamitar la amistad entre dos de los pesos pesados de la generación perdida, como Ernest Hemingway y John Dos Passos. Tan cercano era el vínculo entre ambos que se podría decir algo así como que fue Hemingway quien presentó a Dos Passos a la que acabaría siendo su esposa, pues este último conoció a Katherine Smith porque era amiga de la infancia del autor de El viejo y el mar.

La interrupción de esta amistad se achaca al asesinato nunca aclarado del intelectual español José Robles, por orden de Stalin. Al conocer lo que había ocurrido con su amigo Robles, el escritor de Manhattan Transfer rompió frontalmente con el comunismo. Cuando el escritor se enteró de las circunstancias de este traumático suceso, acabó desencantándose también con Hemingway, de quien acabó acusando una escasa sensibilidad ante el sufrimiento humano, tal y como expresa en Años inolvidables (1966).

Por su parte, Hemingway criticó en París era una fiesta, el carácter derechista hacia el que había derivado la forma de ser de John Dos Passos, evidenciando este distanciamiento.

Miguel Hernández y Rafael Alberti (Carmen Vivas)

Miguel Hernández y Rafael Alberti

Una de las muestras de que ni la pertenencia a un mismo bando podía asegurar una buena relación fue lo que ocurrió entre Miguel Hernández y Rafael Alberti, ambos poetas de la Generación del 27 y ambos republicanos y comunistas. De hecho, el de Orihuela se afilió al Partido Comunista apadrinado precisamente por el matrimonio Rafael Alberti-María Teresa León.

Sin embargo, una vez comenzó la contienda sus diferencias empezaron a hacerse cada más palpables hasta prácticamente retirarse la palabra. Hernández, ese "poeta del pueblo" de origen humilde e instinto pasional, fue el primero en marchar al frente para defender sus ideas. Mientras, Alberti, que venía de una familia burguesa, prefirió mantenerse a salvo en la retaguardia y huir al exilio en cuanto no tuvo otra opción.

Aquí hay mucha puta y mucho hijo de puta

Miguel Hernández

Al de Orihuela le parecía indigno no remangarse por su país en una situación así, y aunque salvó la vida de las balas, vio cómo muchos compañeros caían en sus brazos. Se cuenta que, una vez, de regreso a la capital en 1939, cuando la guerra ya estaba prácticamente perdida para el bando republicano, pasó Miguel Hernández por a la Alianza de Intelectuales Antifascistas y descubrió que se estaba celebrando una fiesta impulsada por María Teresa León, en honor de la mujer antifascista. En ese momento fue cuando pronunció -y escribió en una pared- la famosa frase "aquí hay mucha puta y mucho hijo de puta".

El destino de cada uno es bien sabido, el alicantino acabó pagando su valentía y dio con sus huesos en la cárcel, donde murió en 1940 y el andaluz sobrevivió en un amargo exilio, del que no pudo regresar hasta 1977.

Antonio Machado y Manuel Machado (Carmen Vivas)

Los hermanos Machado

La relación entre los hermanos Antonio y Manuel Machado es uno de los ejemplos más dolorosos de lo que provocó la Guerra Civil en la sociedad española. Poetas de gran nivel los dos, compartieron educación, juventud y fechorías. Fue Manuel precisamente quien descubrió a un curioso Antonio el simbolismo francés y la bohemia parisina en los años 20. A cuatro manos trabajaron en obras de teatro que llegaron a conmover profundamente a un joven José Antonio Primo de Rivera se refirió a los hermanos como «dos intelectuales henchidos de emoción humana, receptores y emisores de la gracia, la alegría y la tristeza populares»

Tengo un gran amor a España y una idea de España completamente negativa. Todo lo español me encanta y me indigna al mismo tiempo.

Autobiografía de Antonio Machado

Los hermanos Machado apoyaron la instauración de la República en 1931 y compartieron también su entusiasmo por la España en la que creían. Sin embargo, la guerra los pilló a los dos por separado. Manuel estaba en Burgos y pasó dos días en la cárcel, sabiendo que a Lorca ya lo habían matado. Acusado por su pasado, acaba doblegándose al bando sublevado, a cambio de conservar su vida. Cuando llegó la noticia a Antonio de que su hermano se había pasado al bando de Franco, sin saber qué ha podido pasar, se le rompe el corazón. Algunos llegaron a decir que esa pena, junto con la del exilio fueron las causas de su muerte en Colliure.

Más allá del circunstancial acatamiento del régimen franquista, es cierto que la ideología de Manuel tenía más que ver con el humanismo que con el fascismo. "El mundo se debate hoy —lejos de toda libertad— entre dos dictaduras: la capitalista y la colectivista, la burguesa y la proletaria, entre el fascismo y el comunismo. Ambas son igualmente enemigas de la individualidad(...). Ambas son para mí igualmente detestables".

Este ejemplo es uno más de todas esas relaciones que murieron sin aparente razón en una España dividida, donde había que elegir entre los ideales y la supervivencia. Un momento histórico donde es fácil encontrar la vergüenza y el rechazo, pero tan complicado se hace el hecho de juzgar a sus protagonistas, pues ni los ilustres hombres de letras, ni los grandes intelectuales encontraron la forma frenar una herida que acabó por partir en dos a todo un país.