Novak Djokovic estampando una raqueta contra los aros olímpicos que adornan la red de la pista central de Tokio. La imagen es poderosa: el serbio es uno de los mejores deportistas de la historia y el escenario, la máxima expresión de lo que deberían ser los valores del deporte, los Juegos Olímpicos.
Una fotografía que será difícil de borrar del imaginario colectivo y que resume a grandes rasgos lo que ha sido Tokio 2020 para Djokovic: un tormento, una frustración gigante por perder uno de esos trenes que pasan una vez en la vida. Llegaba con la posibilidad de conquistar el único gran título que le faltaba y colocarse en la posición de completar el "golden slam", pero se va con las manos vacías, la mente revuelta y con muchas miradas críticas.
El serbio está camino, sino lo es ya, de ser el mejor tenista de todos los tiempos. Tiene 20 Grand Slam, los mismos que Rafael Nadal y Roger Federer, es el jugador con más semanas en el número uno y lidera junto a Nadal la estadística de Masters 1000 ganados. Con 34 años, uno menos que el español, seis menos que el suizo y un cuerpo mucho menos magullado, tiene en su mano la historia.
Las comparaciones con Nadal y Federer
Sin embargo, hay algo que posiblemente nunca vaya a conseguir por muchos Grand Slam más que levante: acercarse a esa imagen de perfección que rodea a Federer y Nadal. Puede que muchas veces ese aura sea exagerada y ficticia, pero es difícil imaginarse al suizo o al español rompiendo una raqueta durante un partido por una medalla olímpica.
Tampoco lanzando una raqueta a la grada por pura rabia, como ocurrió también hoy en Tokio escasos minutos antes del episodio de la red. Y todo unos pocos días después de generar polémica con su visión sobre los problemas de ansiedad de la gimnasta Simone Biles. "La presión es un privilegio", dijo el serbio. Y las redes se encargaron de recordárselo tras perder los papeles ante Pablo Carreño en el encuentro por el bronce.
"No es bonito, pero es parte de lo que soy", esgrime Djokovic sobre su comportamiento en Tokio tras caer por 6-4, 6-7 (6-8) y 6-3 con el español. "No me gusta hacer esas cosas, lo siento por enviar ese tipo de mensajes. Pero al final y al cabo somos seres humanos y a veces es difícil controlarse".
El del tercer y cuarto puesto era el encuentro que Djokovic jamás se imaginó que tenía que jugar en la capital japonesa. Porque llegaba henchido, campeón en Australia, Roland Garros y Wimbledon, y porque se plantó en las semifinales sin ceder un set. Pero ahí, frente al alemán Alexander Zverev, se torció todo. Perdió, horas después cayó en las semis del dobles mixto y en vez de tener un domingo de gloria con dos oros tuvo un sábado para el olvido. Tras perder ante Carreño, ni salió a jugar por el bronce en el dobles mixto.
Hacia París 2024
"Estoy luchando con las lesiones. No con una, sino con varias", dice a la hora de explicar su abandono en el dobles. "Espero que eso no me impida jugar el US Open, mi próximo gran objetivo. No me arrepiento de haber venido y haber dado todo, no puedo arrepentirme de representar a mi país en unos Juegos".
Son los cuartos Juegos Olímpicos en los que Djokovic se va sin oro y sin final. Fue bronce en Pekín 2008 y cuarto en Londres 2012, mientras que en Río 2016 fue eliminado en primera ronda. "Por desgracia, es la tercera vez en unos Juegos que pierdo en semifinales. He ganado solo una medalla. Digo 'solo una', es cierto que una medalla es una medalla, pero para mi estándar, mis expectativas y mis deseos, no es un resultado ideal", asegura.
La pesadilla olímpica de Djokovic podría terminar dentro de tres años, en París 2024. Llegará con 37 años. "Por un lado no está tan lejos, pero por otro lado ya no tengo 25 años", dice en Japón sobre su futuro. "Todavía no veo el fin de mi carrera. Los Juegos, la Copa Davis, la Copa ATP y los Grand Slams son los torneos que me inspiran y me hacen seguir y quiero estar en París. Si estoy, espero ganar una medalla"
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