Ciudadanos (Cs) se dirige hacia un escenario complejo para culminar su proceso de refundación. Hace una semana, el grupo anunció la intención de suprimir la figura del presidente del partido y avanzar hacia una bicefalia estructural, desligándose así del "cesarismo" interno. Una división de competencias que busca reforzar a la formación y que establecerá un área política y otra orgánica. Al frente de esa parte política, que quedará al margen de cualquier problema interno que pueda surgir, estará Inés Arrimadas, al menos hasta que se convoquen elecciones generales y se desarrollen primarias para decidir el candidato oficial. Aunque actualmente, es difícil vislumbrar competencia, dado que para el proyecto naranja ella es su "mayor activo".

Este cambio en el aparato inaugurado por el expresidente Albert Rivera tendrá que ser debatido durante la VI Asamblea General extraordinaria de Cs, que se celebrará los días 13, 14 y 15 de enero, aunque aún no hay lugar establecido para ello. Habrá dos ponencias fijas, la de Valores, Estrategias y Acción Política, que estará coordinada por el portavoz en el Parlament de Cataluña Nacho Martín, y la de Estatutos, a cargo de la eurodiputada Eva Poptcheva. Y aunque fuentes de Ventas dejaban abierta la posibilidad de que esta ponencia de cambios orgánicos se asuma previamente en una reunión del Consejo General -la máxima entidad entre asambleas-, internamente ven complicado que pueda hacerse antes del segundo fin de semana de enero.

Fuentes de la dirección nacional quitan hierro a los cambios anunciados por el equipo de la refundación, porque se trata de un simple "borrador" a través del que se pretende "cambiar la organización". Apuntan a que el conjunto de modificaciones deberán presentarse a la Asamblea, donde se anunciará el nuevo mecanismo de la formación y requerirá de legitimidad con el visto bueno de los afiliados. Es precisamente por ello, por lo que expresan sus dudas al respecto: "No sabemos qué va a cambiar, ni con qué grado de detalle". Sobre todo, señalan a una incógnita concreta: las atribuciones.

Las competencias del nuevo coordinador serán definidas por el G-8 y revisadas por la dirección y la militancia. No serán definitivas hasta cinco días después de las primarias

Previamente a anunciar que se quiere avanzar hacia una bicefalia próxima a los partidos liberales europeos, Cs estableció sus primarias para el 9 y el 10 de enero. Por tanto, al disgregarse la autoridad en dos ámbitos, esta votación solo designará el liderazgo de la parte orgánica. Arrimadas optará a otro proceso con posterioridad a lo largo de 2023. Independientemente de si la presidencia suprimida pasa a denominarse como secretaría general con cambio de grado o coordinadora, las mismas fuentes señalan un dilema que incumbe a las competencias: quien salga elegido será "un líder sin atribuciones". Éstas pueden saberse a través de lo que proponga el conocido como 'G-8' de la renovación, pero deben pasar varios filtros que pueden distorsionar las responsables definitivas salientes en la Asamblea: primero la Ejecutiva Permanente, que puede aceptar la propuesta o modificarla, y después, las enmiendas de los afiliados durante el sexto cónclave del grupo, que también pueden dar lugar a cambios.

En definitiva, la contradicción crucial de este proceso es que las primarias naranjas se harán con las reglas actuales de la organización para días después quedar modificadas. Y, entonces, "ver en qué cargo va a casar quien resulte elegido". Además, deberá ver y votarse cómo se cubren el resto de puestos orgánicos.

Arrimadas, sin poder orgánico

Con este movimiento el partido busca fomentar una alternativa al "cesarismo" interno para, además de fortalecer la marca, intensificar la democracia interna y aislar al rostro de cara al votante y el conjunto ciudadano de los asuntos de partido, que pueden perjudicar las aspiraciones políticas. En este momento, Arrimadas copa todo el poder, pero, dentro de mes y medio perderá esas competencias. Solo será responsable de la parte política, de la que se conoce hasta qué punto alcanzarán sus responsabilidades.

La incapacidad de reflotar los resultados electorales del partido y las fugas internas al PP han perjudicado su liderazgo y erigido una corriente interna

Esta decisión, que se hace, indican desde el partido, para "proteger", se produce en un momento de alto desgaste de su liderazgo. Por varios motivos. En primer lugar, la incapacidad de recomponerse tras el declive electoral del 10-N, donde Cs pasó de 56 a diez escaños en el Congreso de los Diputados, lo que hizo a Rivera abandonar la presidencia. Las sucesivas convocatorias electorales han hecho al partido perder las cuota de poder en la Región de Murcia, la Comunidad de Madrid, Castilla y León y Andalucía.

En segundo lugar, está las continuas fugas internas que se han ido produciendo. Unas salidas que comenzaron hacia el PP de Pablo Casado como consecuencia de la OPA hostil fomentada desde Génova, y que, ya cerrada y no alentada por los de Feijóo, desde los comicios andaluces no hacen cesado por diferencias con Arrimadas. Ni siquiera al sector más crítico de Cs, albergado en 'Somos Cs', le ha parecido correcto el itinerario de refundación. Consideró que primero debía designarse una nueva dirección en asamblea y posteriormente definirse ese plan.

Con este movimiento, el partido se asegura en relajamiento interno. Por un lado, Arrimadas queda apartada del control y las decisiones de partido, pero el sector mayoritario que sigue confiando en ella se asegura continuar con su presencia como cabeza de lista electoral. La duda más próxima es qué perfil alternativo tomará el relevo de decisiones. Todo apunta a que será un rostro de menor relevancia mediática, dado que las cuotas de carisma están repartidas entre la propia Arrimadas, la vicealcaldesa de Madrid Begoña Villacís o Edmundo Bal, que pese a ser el 'segundo' de la catalana en las Cortes y el 'tercero en el organigrama', siempre se ha distanciado de las cuestiones de partido. La mano derecha de Arrimadas en la cúpula y secretaria general, Marina Bravo, sería el relevo más natural.