No hizo falta esperar al tercer bloque, al consagrado a pactos y gobernabilidad, para que los dos púgiles entrasen en materia. En la materia, prácticamente la única materia que ha tomado cuerpo en esta campaña de elecciones generales. Los pactos. En el cara a cara entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo en Atresmedia, su único combate hasta las urnas del 23-J, Vox, por un lado, y ERC y Bildu por otro, emergieron desde el principio, como era de esperar, hasta proyectarse su sombra durante los más de 100 minutos de hosco cuerpo a cuerpo en televisión. El líder del PP sacó una y otra vez las alianzas del Gobierno con los independentistas, mientras el presidente reiteraba que él ni gobierna ni ha gobernado con ellos, como sí hace el PP, que sí gobierna ya con la ultraderecha, hasta asimilar su discurso. "PP y Vox son lo mismo", recriminaba con insistencia.

El presidente necesitaba de un verdadero golpe de timón. Necesitaba romper la campaña para intentar que el viento ligeramente favorable que se iba mostrando en las encuestas se convirtiera, tras el decisivo debate de este lunes en Atresmedia, en un tornado que elevase sus expectativas y le permitiera soñar en un vuelco. Con esa idea acudió al cara a cara. Y con ese objetivo se encerró durante cuatro días en la Moncloa, para preparar a fondo el programa, y para ello despejó por completo su agenda de campaña, al contrario de lo que hizo Feijóo.

El presidente no logró dominar el debate en ninguno de los bloques. El plató se llenó de barros y reproches y apenas afloraron las propuestas de ambos

Pero Sánchez se encontró enfrente a un jefe del PP muy correoso, como esperaba, que no le dio tregua desde el principio y con el que sufrió incluso en el bloque presumiblemente más fácil de defender para el Ejecutivo, el dedicado a la economía. El líder socialista se recompuso en los siguientes capítulos, todos al cabo manchados por la política de pactos. Sin importar de qué se estuviera hablando. Si de las víctimas de la violencia de género o de la política exterior. Pero no logró dominar el debate, ni brillar en ninguno de los bloques. Ni comparecer como un presidente del Gobierno acostumbrado a dominar la escena y a imponerse con holgura sobre su rival. El plató, además, se anegó de reproches, de barro, pero apenas afloraron las propuestas.

El primer compás parecía propicio para Sánchez. La economía. Ana Pastor, que ejercía como moderadora con Vicente Vallés, le preguntó por la inflación y su efecto en los bolsillos de los ciudadanos. Era el primer minuto y el presidente aprovechó para presumir de las cifras de empleo, de crecimiento económico, de ralentización del alza de los precios. "No estamos perfectamente", pero no convienen los "volantazos". Y en ese punto recordó que Feijóo y su partner ultra, Santiago Abascal, aspiran a "derogar" todo, echar el "frenazo" a una economía que "avanza a toda velocidad". Siguió Feijóo y empezó rebatiendo los datos económicos, acusándole de bajo crecimiento, de haber creado poco empleo, de la inflación. "No es verdad, no es verdad", protestaba desde su silla el presidente.

A partir de ahí, el debate discurrió a trompicones. Feijóo, crecido en las encuestas, empezó a soltar cifras, se despachó con críticas contra él y contra el Gobierno, y Sánchez se revolvía: "No es cierto, no es cierto", "no mienta", "¿pero me deja hablar, me deja hablar?". "Le propongo que se tranquilice", le replicó el jefe del PP, sabedor del grado mayor de nerviosismo que lucía en ocasiones su rival, especialmente al principio. Al presidente le desconcertaron los constantes y duros ataques de su oponente, que no eran tan esperables porque en los duelos en el Senado él se había impuesto con mayor rotundidad.

También Feijóo acusó enseguida al presidente de mentir. Ambos se enzarzaban pues, desde los primeros minutos, en una discusión apenas inteligible en la que no hubo faltas de respeto pero sí continuos reproches e interrupciones, hasta el punto de que los moderadores tuvieron que llamarles al orden en algunos momentos del debate.

En la parte económica, Sánchez colocó algunas de sus propuestas —objetivo de pleno empleo, blindaje del salario mínimo, para que no sea menor al 60% del sueldo medio, nutrir la hucha de las pensiones con 5.000 millones, extensión del alivio hipotecario a las familias de renta media...—, pero Feijóo le echó en cara una salva de datos (algunos no siempre exactos), buscó descalificar su gestión en todo momento sin exponer las alternativas del PP, se empleó a fondo en los datos de deuda y déficit y en la acusación de que los socialistas quieren gravar el uso de las carreteras. Sánchez estaba obligado a defender su mandato, subrayó su "política fiscal responsable", respaldada por los organismos internacionales, cómo su Gobierno tuvo que endeudarse para ayudar a ciudadanos y empresas en la pandemia y por la guerra de Ucrania. Pero en pantalla quedó la impresión de un intercambio bronco con acusaciones mutuas de mentir.

"Esto tiene consecuencias"

El bloque de política social e igualdad, Pastor lo arrancó preguntando a Feijóo por la ausencia de Vox tras la pancarta en Les Corts Valencianes este lunes como condena al último asesinato machista. Le pidió una valoración, pero el líder del PP se escabulló enseguida, denunció que el PSOE y Vox se han unido en Murcia para no dejar gobernar a su partido —"PP y Vox son lo mismo", repitió el presidente— y se centró en disparar a su rival por la ley del sí es sí. Sánchez hizo notar que Feijóo no estaba condenando lo sucedido en Valencia, que no había mostrado su solidaridad con la víctima asesinada, recordó que las leyes de igualdad habían sido todas recurridas por el PP.

Un error jurídico se corrige, pero el machismo, una declaración machista o xenófoba a sabiendas no es un error, es otra cosa"

PEDRO SÁNCHEZ, PRESIDENTE DEL GOBIERNO Y CANDIDATO DEL PSOE A LA REELECCIÓN

Y sí, con la ley del sí es sí se cometió "un error", pero "un error jurídico se corrige, pero el machismo, una declaración machista o xenófoba a sabiendas no es un error, es otra cosa". "Están pactando con un partido machista que no condena la violencia machista y esto tiene consecuencias", sostuvo Sánchez, quien trajo a colación el "divorcio duro" del que habló Feijóo, la censura de obras culturales en ayuntamientos gobernados por PP y Vox, la retirada de banderas LGTBI o la desaparición de las concejalías de Igualdad. El PP está cometiendo una "claudicación ante el machismo". Eso es lo que está haciendo, dijo, ante sus "vergonzosos acuerdos" con Vox. El presidente se confesó "tranquilo", pero "indignado" con lo que está ocurriendo, y reprochó al popular el intercambio "impúdico" y "obsceno" de "principios por votos" para gobernar y anticipó un "tenebroso túnel del tiempo" si Feijóo y Abascal lideran juntos el país.

En ese punto, Feijóo blandió un papel, que firmó en ese momento, por el que se comprometía a dejar gobernar a Sánchez si este gana el 23-J y por el que le emplazaba a hacer lo mismo, a firmar que le facilitaría la investidura si él vencía en las urnas. La invitación a suscribir el documento coleó durante el resto del debate. Era su mensaje, el golpe de efecto que llevaba preparado. Pero cada vez que el líder del PP se aferraba a él, Sánchez le replicaba con Extremadura. Porque allí los conservadores son segunda fuerza y sin embargo han cerrado un acuerdo con Vox para arrebatar la Junta al socialista Guillermo Fernández Vara.

Feijóo blandió un papel, que firmó, para que Sánchez se comprometiera a dejarle gobernar si perdía. El líder socialista le recordaba en todo momento lo ocurrido en Extremadura

A la vuelta de la primera pausa publicitaria, tocaba hablar de pactos. Pero los dos candidatos no habían hecho apenas otra cosa que discutir sobre ellos en toda la primera parte. Pregunta de arranque para Feijóo: ¿va a ser Abascal miembro de su Gobierno? No hubo respuesta concluyente: "Si consigo los votos necesarios, no lo será", respondió, para automáticamente apuntar que hablará con el PSOE para que le facilite gobernar, y si no con Vox o con "cualquier partido constitucionalista". Y blandió su papel. "Dígaselo a Fernández Vara. Tiene un sentido del humor que desconocía", respondió mordaz Sánchez, que tras el primer parón se frenó y se contuvo a la hora de interrumpir a su rival para no resultar agresivo. El propósito era obvio: endosar a los socialistas la responsabilidad de que los populares se entiendan con la ultraderecha.

Si para entonces habían salido ya conceptos como el sanchismo y nombres propios como Bildu y ERC, faltaba otro clave para la derecha y que demostró su eficacia el 28-M: ETA. Feijóo recordó que se cumplen ahora 26 años del secuestro y asesinato del concejal popular de Ermua Miguel Ángel Blanco. Lo sacó en el debate para advertir de que su partido nunca pactaría con el "brazo político" de la banda terrorista, y que por tanto el PSOE y el sanchismo no pueden darle "ninguna lección" sobre alianzas.

"Ustedes sí gobiernan con Vox"

Sánchez defendió que él no gobierna con los independentistas, que solo ha atado acuerdos sobre ciertas leyes con ellos. Y le retó a que le dijera nombres de responsables institucionales aupados por su partido. Él empezó a citar los de los presidentes de los parlamentos de Baleares o Aragón, o el del vicepresidente de Castilla y León o el que lo será en la Comunidad Valenciana. Machistas, negacionistas del cambio climático, vacunas, franquistas. "No tiene ningún nombre que dar porque no los hay. Ustedes sí gobiernan con Vox", atizó el jefe del Ejecutivo. Feijóo no se arredró y citó a Oriol Junqueras y Arnaldo Otegi, que ya han dicho, remarcó, que encarecerán su precio, si son de nuevo decisivos para investir al líder socialista.

Sánchez pide a Feijóo, sin éxito, que condene el "que te vote Txapote" y le remarca que Vox es un partido "constitucional", no "constitucionalista"

El presidente cayó en otro de los marcos impuestos por la derecha, por un PP y Vox que "son lo mismo". El "que te vote Txapote". Le leyó las palabras de Consuelo Ordóñez, presidenta de Covite y hermana del concejal popular Gregorio Ordóñez, asesinado en 1995, por el terrorista Txapote, instando al PP a que no use su nombre porque hiere a las víctimas de ETA. Feijóo no quiso decir si condena o no ese grito y se refugió en la acusación al presidente de sus cambios de criterio respecto a cuestiones tan sensibles como los indultos o la derogación de la sedición.

"La Cataluña de 2023 no tiene nada que ver con la de 2017", resolvió Sánchez, quien precisó que su equipo ha detectado hasta 25 artículos de la Carta Magna de los que Vox iría en contra. La formación de Abascal, señaló, no es un partido "constitucionalista", sino "constitucional". Cabe en la Constitución, pero no la respeta, vino a expresar. "No se pueden pactar gobiernos con Vox, que es lo que están haciendo", le lanzó.

Feijóo se quiso presentar como el candidato a presidente que no quiere depender de otros —pero las encuestas por ahora no le dan mayoría absoluta—, razón por la que ha evitado la foto con Abascal en un debate. "Mi compromiso es gobernar con la mayoría de las urnas", apuntó. "Se esmera mucho en distanciarse de Abascal, pero copia las mismas técnicas. Hablan de sanchismo, cuando PP y Vox son lo mismo. Hablan de Sánchez o España". Entonces el presidente deslizó implícitamente la relación de Feijóo con el narcotraficante Marcial Dorado, aunque sin citarlo en ningún momento: aseguró que estaba en condiciones de explicar "hasta el último céntimo de euro" de su cuenta corriente, todos y cada uno de sus viajes, por tierra, mar y aire, igual que en su móvil no se encontrarán mensajes a un "malhechor" como sí se hallaron en el de Mariano Rajoy, dirigido al extesorero del PP Luis Bárcenas. "He cometido errores, he tenido un mandato difícil, pero yo soy un político limpio", se reivindicó.

Era la ocasión para que Feijóo introdujera en antena el Falcon. Lo hizo. Para advertir de que él "jamás" usaría un medio del Estado para acudir a bodas, conciertos o a mítines de partido. Sánchez le instó a que se aplicase la "transparencia en primera persona" y explique sus "sobresueldos, muy comunes en el PP".

El Falcon, otra vez

La incursión del Falcon no se quedó ahí. Emergió en el cuarto y último bloque, el supuestamente dedicado a la política de Estado y la internacional. Sánchez replicó que fue el Gobierno de José María Aznar el que compró por 76 millones de euros tres de estas aeronaves, y que desde entonces no se han vuelto a adquirir. Contrapuso que él las utiliza para solidarizarse con Ucrania y situarse del lado de su presidente mientras que el exjefe del Ejecutivo lo hizo para viajar hasta las Azores y apoyar una guerra "ilegal" como la de Irak en 2003.

El presidente recuerda el bloqueo del Poder Judicial durante casi cinco años y se presenta como un líder "limpio, libre y autónomo"

En la última parte, Sánchez defendió su política con Cataluña, su política de reconstrucción de puentes con los agentes sociales de acuerdo con la UE —la reforma laboral, la reforma de las pensiones— y reprochó a Feijóo que su partido lleve "incumpliendo la Constitución" casi cinco años al bloquear la renovación del Consejo General del Poder Judicial.

"De todos los presidentes, el que menos ha respetado la Constitución ha sido usted", le espetó su rival, quien coló en el menú los indultos de nuevo, la "invasión" de las instituciones y hasta el Delcygate. Y Marruecos, llegando a señalar que este lunes la Audiencia Nacional archivó las indagaciones sobre el espionaje con Pegasus al presidente y a otros ministros por su obstrucción, cuando realmente ha sido por las trabas que ha puesto Israel, el país fabricante del software. El líder del PP deslizó que pudo ser el reino alauí el que vigiló a Sánchez y le reprochó una y otra vez que no haya explicado el giro sobre el Sáhara Occidental. Sánchez defendió que se había alineado con otras potencias, incluida EEUU, y que había comparecido en varias ocasiones en el Congreso. Y volvió a presentarse como un presidente "limpio, libre y autónomo", y por eso, adujo, ha podido aprobar los impuestos a la banca y a las eléctricas.

Tras la segunda publicidad, el minuto de oro. Fue prácticamente en ese momento cuando Sánchez pudo dirigirse a aquellos a los que iba decidido a apelar antes de pisar el plató, a los electores templados de la derecha que abjuran del entendimiento con Vox. "Si alguien le ha dicho que debe votar al PP para acabar con ETA, debe saber que no va a acabar con ETA, que ETA acabó en 2011. Pero en cambio sí puede acabar con la subida del salario mínimo y la revalorización de las pensiones", empezó enumerando.

En el minuto de oro, Sánchez recordó que no está en juego solo la "alternancia", sino si España "continúa avanzando" o se mete en el "túnel tenebroso del tiempo" de Feijóo y Abascal

Y siguió: puede acabar con la reforma laboral, las políticas de igualdad de género o del colectivo LGTBI, con la ley de eutanasia. Puede acabar la derecha, remató, con la política económica actual que "crece y crea empleo", con una España "moderna y europea". Lo que está en juego, insistió, no es la "alternancia", es si España "continúa avanzando o nos meten Feijóo y Abascal en un túnel del tiempo tenebroso donde vaya usted a saber dónde terminamos". Acababa ahí un debate bronco, colmado de reproches, pero en el que Sánchez, del que más se esperaba, no pudo imponerse con rotundidad. Enfrente tenía a un Feijóo rocoso. El cara a cara dejó acusaciones en cada minuto, pero las propuestas de futuro apenas podían encontrarse. Igual que los argumentos nuevos brillaron por su ausencia.

Ya ambos no se cruzarán en la campaña. El presidente tendrá un debate más, el 19 de julio y en RTVE, con Yolanda Díaz y Santiago Abascal, sin Feijóo. Pero la oportunidad del giro en la campaña, en principio, era esta. La del cara a cara en Atresmedia. Y el examen fue más complejo de lo previsto para él.