Pedro Sánchez sigue sin pronunciar la palabra amnistía, y tampoco sale de los labios del Gobierno o de la cúpula del PSOE, pero cada día es más evidente que ese será el camino que seguirá a cambio de su investidura como presidente. El jefe del Ejecutivo lo argumentó este miércoles de forma más contundente y clara que nunca en Nueva York, en la primera rueda de prensa en un mes. Aunque hablará "claro" cuando reciba el encargo como candidato del Rey, sí prometió ser "coherente" con los pasos dados por su Gabinete para reflotar la "convivencia" en Cataluña. "Y estoy diciendo mucho", apostilló, dando a entender que la estación siguiente, tras la concesión de los indultos a los líderes del procés y la reforma del Código Penal para suprimir la sedición y modificar la malversación, es la amnistía. Lanzó otra señal más cuando se le preguntó por Carles Puigdemont y si mantenía que ha de rendir cuentas ante la Justicia: "Una crisis política nunca tuvo que derivar en una acción judicial". Eso sí, advirtió a Junts, no cabe la unilateralidad, porque además es una vía que solo comparte "el 10-11% de los catalanes" cuando su obligación es dirigirse al 90% restante.

El presidente en funciones compareció ante los medios este miércoles antes de su intervención ante la Asamblea General de la ONU. Era la primera vez que respondía a los informadores desde la ronda de consultas de Felipe VI, el pasado 22 de agosto, y era plenamente consciente de que el foco ahora mismo está en él y en su sesión de investidura, en el debate entorno a la amnistía. Aunque se escudó en que este es el momento de Alberto Núñez Feijóo, porque él es quien se somete a la confianza de la Cámara la próxima semana y esa es la razón por la que no puede dar a conocer sus líneas rojas, sí fue abonando el terreno hacia una medida controvertida y también dolorosa para su partido.

El presidente promete que los acuerdos serán "transparentes", auque sean "discretas" las conversaciones

Sánchez no quiso ni confirmar ni desmentir a Oriol Junqueras, líder de ERC, quien en los últimos dos días insiste en que la amnistía está ya "pactada" desde que se conformó la Mesa del Congreso, el pasado 17 de agosto. No va a "entrar", no quiso decir si el dirigente catalán miente o no, porque no es aún su "tiempo", y además aunque las conversaciones sean "discretas", los acuerdos serán "transparentes". Es decir, rehusó entrar al choque directo con los republicanos —socios también imprescindibles, igual que Junts—, pero también deslizó lo que estaba comentando su equipo: que no hubo tal pacto porque el texto firmado con ERC hablaba de "desjudicialización" de forma genérica, y los pactos, en palabras del jefe, son "transparentes". No obstante, cuando sea candidato, siguió, hablará "con total franqueza" y "total transparencia" sobre cuáles serán las vigas maestras que conduzcan su nuevo Ejecutivo.

"Ya les adelanto que será coherente con lo que hemos hecho", indicó. Recordó entonces que la derecha, y sus brazos mediáticos, han vertido "profecías apocalípticas que nunca se cumplen". "Que si España se rompe, que si España se hunde, que si la nación y la esencia española se sienten atacadas en su esencia. Nada de eso se cumple". El PSOE tomó las riendas del país en 2018, con una "sociedad traumatizada" por el "desgarro" del procés y "los resultados están hoy visibles".

Cuando digo que voy a ser coherente con la política que he hecho de normalización y de estabilización de la situación política en Cataluña, pues estoy diciendo mucho"

PEDRO SÁNCHEZ, PRESIDENTE DEL GOBIERNO EN FUNCIONES

"Los hechos nos avalan. La sociedad catalana ha dicho sí a la política de reencuentro que ha impulsado el Gobierno de España desde hace cuatro años, tomando decisiones arriesgadas, incomprendidas muchas veces, en muchas ocasiones, pero que efectivamente nos han llevado a una situación de estabilización y de normalización de lo que hoy sucede y disfruta la sociedad catalana". Era una forma de decir que las decisiones del ayer le empujan a tomar las de mañana, la amnistía, porque las adoptadas por su Ejecutivo, aunque polémicas, han servido para desinflamar la situación.

El "objetivo" de su Gobierno para los próximos cuatro años es el "progreso" y la "convivencia". Sobre lo primero, el progreso, hablará con los agentes sociales, y sobre los segundo, la "convivencia", con "los actores territoriales", siempre teniendo como "marco" la Constitución española, que el PSOE sí cumple, reivindicó, y no el PP, al negarse a renovar el Consejo General del Poder Judicial durante cinco años.

La "propuesta derogatoria perdió"

Sánchez enfatizó en que las urnas del 23 de julio fueron suficientemente rotundas, "claras": "Perdió" la propuesta "derogatoria" del PP, y ganó la suya, la que apostaba por "cuatro años más de avances en derechos sociales y la convivencia". "Y cuando digo que voy a ser coherente con la política que he hecho de normalización y de estabilización de la situación política en Cataluña, pues estoy diciendo mucho. Estoy diciendo mucho. Porque están ahí los datos, los hechos, y esos no son discutibles, son absolutamente indiscutibles. Es que hoy Cataluña está mucho mejor que en 2017", arguyó. El presidente estaba apuntando, por tanto, al siguiente paso, advirtiendo además de que no se plegará. Demostrando que, con todo en contra, está dispuesto a darlo para conseguir una investidura "de verdad", meta a la que se dedicará "en cuerpo y alma".

El jefe del Ejecutivo se explaya en los argumentos y se detiene mucho en 2017 y en cómo las "profecías apocalípticas" del PP jamás se cumplieron

El jefe del Ejecutivo se detuvo mucho más que en otras ocasiones en lo que sucedió hace seis años, precisamente para apuntalar su argumentación y la necesidad de pasar página de manera definitiva. Protestó por que ahora la derecha le "responsabilice" de una crisis institucional y constitucional como "nunca" se vio en la historia democrática, cuando él era líder de la oposición y apoyó al Ejecutivo de Mariano Rajoy en la aplicación del artículo 155 de la Carta Magna. "¿De qué me responsabilizan? ¿De haber normalizado la situación en Cataluña? ¿De haber estabilizado la situación en Cataluña? ¿De que hoy la primera fuerza política en Cataluña sea una fuerza constitucional? ¿De que hoy esté más cerca Salvador Illa de ser presidente de la Generalitat de Cataluña?", se indignó.

Para el presidente, el PP debiera "aprender alguna lección de lo que ocurrió el 23-J", porque los ciudadanos "han juzgado" ya la política de distensión en Cataluña. La avalaron con su voto, justificó, por lo que no tiene sentido que regrese la derecha "con los mismos argumentos" y "profecías apocalípticas" que en la última campaña. En la Moncloa vienen recordando en las últimas semanas que la campaña del 23-J, que Feijóo planteó como un plebiscito sobre el líder socialista, giró en torno a las alianzas del Gobierno y el diálogo con Cataluña. De ahí que nadie se pudiera llamar a engaño, aunque antes de las urnas él y su equipo reiteraran que la amnistía no cabía en la Constitución.

Recuerda que en 2017 trasladó a Rajoy su "malestar" por el hecho de que Maza llevara a los tribunales un conflicto de "raíz política"

Además de la invocación de la "coherencia", Sánchez dio otra pista de por qué está dispuesto a asumir el coste de la amnistía. Se le preguntó por unas palabras suyas y de su Gobierno previas a las elecciones, su aseveración de que Puigdemont debía ponerse a disposición de la Justicia. ¿Las mantiene? El presidente dio un rodeo para, a la postre, venir a decir que no. Dijo primero que su Ejecutivo "siempre" ha respetado "el trabajo y la labor de la Justicia". Pero agregó una consideración clave: "También digo que una crisis política nunca tuvo que derivar en una acción judicial y en una judicialización como vimos de toda esta crisis". Lo cierto es que la posición de Sánchez en estos años ha sido cambiante, porque en la campaña de las elecciones de noviembre de 2019 fue muy duro con los independentistas, sugirió que no adoptaría los indultos y prometió traer a Puigdemont para que diera cuentas ante la Justicia y recuperar el delito de referéndum ilegal. Todo fue cambiado desde esos comicios, cuando necesitó la abstención de ERC para lograr la investidura y aceptó una mesa de diálogo con el Govern. En la campaña del 23-J, reconoció él mismo que había cambiado de posición por la "convivencia".

Sánchez alegó que en aquel otoño de 2017 él trasladó su "malestar" al presidente Rajoy cuando el fiscal general de entonces, el ya fallecido José Manuel Maza, "abrió la puerta a todas las causas judiciales". Expresó su "malestar" porque el PSOE no había sido "consultado", explicó, y porque entendía que no debía llevarse a la vía judicial un conflicto de "raíz política". Es decir, que no se tuvo que judicializar el 1-O. Desde que llegó a la Moncloa en 2018, el Gobierno, con "enorme esfuerzo y absoluta incomprensión" del PP, ha tratado de "devolver a la política lo que nunca tuvo que salir de la política", adujo.

Casi en paralelo a la presentación del libro de Guerra

Entonces, el líder del Ejecutivo hiló con un debate que ha recorrido toda esta semana: la exigencia del PSOE (y de Sumar) a Junts para que renuncie a la unilateralidad para poder negociar la amnistía. Subrayó que en Cataluña está "medido" el apoyo a esa vía unilateral: según el Centre d'Estudis d'Opinió (CEO), el CIS catalán, "entre un 10% y un 11%". "Yo creo que hay un 90% de ciudadanos catalanes que nos están diciendo que lo que quieren es el diálogo, el reencuentro, la convivencia y la concordia. Desde luego ahí es donde va a estar el Gobierno de España. Y por tanto creo que si queremos apelar a una mayoría para trascender y pasar página lo que tenemos que hacer es mirar a ese 90%". Lo que estaba haciendo el presidente, por tanto, es rechazar esa vía unilateral sin presentarlo como una imposición. Pero el aviso a Junts y a su líder de facto, Puigdemont, era evidente.

Sánchez apunta a los críticos: "Los que hoy elevan a los altares a algunos dirigentes del PSOE son los que ponían en la diana a esos dirigentes socialistas. Al PP de hoy no le gusta el PSOE de hoy, como al PP de ayer no le gustaba el PSOE de ayer"

También Sánchez se refirió a las críticas internas dentro del PSOE a la amnistía. Lo hacía, además, apenas una hora antes de que, en Madrid, arrancase el acto de presentación del último libro del exvicepresidente Alfonso Guerra, La rosa y las espinas (La Esfera de los Libros), acompañado de Felipe González, y en el que de nuevo ambos fueron durísimos contra él y contra la posibilidad de una medida, la amnistía, que a su juicio "no cabe" en la Carta Magna. El presidente en funciones, disparando al PP, realmente les apuntaba tácitamente a ellos y al resto de históricos: "Aquellos que hoy elevan a los altares a algunos dirigentes del Partido Socialista de ayer son los que ponían en la diana a esos dirigentes socialistas. Yo sé que al PP de hoy no le gusta el PSOE de hoy. Como al PP de ayer no le gustaba el PSOE de ayer. Es decir, al PP nunca le gusta el PSOE". Era su manera de expresar que los veteranos están siendo utilizados por la derecha, como cree la dirigencia actual del partido. Añadió que el acto-mitin del domingo convocado por el PP en Madrid no busca otra cosa que "no haya una investidura del PSOE", por mucho que quiera "armar ruido".

El líder del Ejecutivo también hurgó en la herida interna del PP, al referirse a la petición que Isabel Díaz Ayuso le hizo para que convocase nuevos comicios, algo que él no puede hacer, porque está en funciones. "Antes de la investidura de Feijóo, ya está pidiendo elecciones generales —se carcajeó, casi burlón—. No confían ni en su propio candidato. Ni los propios del Partido Popular se están tomando en serio esta investidura fake".

El propio Feijóo salió en redes sociales a combatir al presidente: "Sánchez abre la puerta a la amnistía a los fugados que prometía traer a España para ser juzgados. Es un fraude a sus votantes, un ataque a las leyes y a la división de poderes injusto y amoral", escribió en X (antes Twitter). Pero nada, vino a decir el líder socialista desde Nueva York, le quebrará. Ni las voces internas ni las de la derecha. Sánchez cierra su agenda con su discurso ante la Asamblea General de la ONU, en la madrugada del miércoles al jueves en España. Regresa, pues, ya para afrontar su propia investidura y saliendo de la ambigüedad táctica en la que se había instalado hasta ahora. Este miércoles ya fue despojándose del silencio.