Apenas tres días después del discurso de un presidente del Gobierno que se dice dispuesto a rozar los límites constitucionales para conseguir su reelección gracias a quienes niegan la integridad territorial de España y solo uno de la foto del número tres del PSOE rindiendo pleitesía al prófugo de la Justicia Carles Puigdemont, tiene lugar en el Congreso el que es probablemente uno de los actos institucionales, políticos e históricos más reseñables para la heredera al Trono y futura jefa de Estado. La Princesa Leonor jurará este martes la Constitución y su compromiso de cumplir y hacer cumplir las leyes, condiciendo con su mayoría de edad.

Es la cara y cruz del devenir político español, inmerso desde hace años en una situación de excepcionalidad de la que no fue ajena la propia Corona, obligada a abordar, en 2014, un proceso de abdicación de Juan Carlos I para salvar la institución en la figura de Felipe VI. Aquel proceso traumático, que dejó el prestigio de Zarzuela bajo mínimos, culmina hoy, nueve años más tarde, con una buena valoración de nuestra monarquía, pero con el debate político encanallado por las cesiones de Pedro Sánchez al independentismo más hiperventilado.

Asumir que la amnistía es el peaje a pagar para seguir en Moncloa y elegir este lunes para la visita de Santos Cerdán a Puigdemont en Bruselas, en vísperas de la jura, parece un acto de intencionalidad, como poco, muy cuestionable. Los acontecimientos de septiembre y octubre de 2017, cuando desde la Generalitat se intentó subvertir el orden constitucional, llevaron a Felipe VI a pronunciar su más afamado discurso a la Nación, acaso el más importante de lo que lleva de reinado, y el cabecilla de todo aquello no fue otro que Puigdemont a quien el monarca acusó de “deslealtad inadmisible hacia los poderes del Estado”. Zarzuela prefirió mantenerse silente ayer, sólo volcada en el éxito de la cita con la historia de este martes.

Paradójicamente, el acto de este martes le permitirá a Pedro Sánchez darse un baño de constitucionalismo

Doña Leonor encontrará un Parlamento fragmentado en el que el independentismo marca la agenda e impone su marco, como se puso de manifiesto, de forma dramática, el pasado sábado durante el Comité Federal del PSOE.

Paradójicamente, el acto de este martes le permitirá a Pedro Sánchez darse un baño de institucionalidad. El jefe del Ejecutivo en funciones tomará la palabra en el Palacio Real, antes que la Princesa, y tras el acto solemne en el Congreso. Muy probablemente obvie que ninguno de sus aliados parlamentarios asiste al Palacio de la Carrera de San Jerónimo y que sus socios de Gobierno, Sumar, se limitan a la presencia de la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz y del ministro de Universidades, Joan Subirats. Ni Ione Belarra, ni Irene Montero ni Alberto Garzón acudirán.

Por Sumar estarán además Esther Gil, miembro de la Mesa de la Cámara Baja, y la portavoz parlamentaria, Marta Lois. Nadie más tras darse de baja Gerardo Pisarello "Por coherencia republicana". El resto de los compañeros de viaje de Sánchez en una investidura que puede celebrarse la próxima semana, tampoco se reconocen en la monarquía parlamentaria ni en la Constitución sobre la que la Princesa hará su juramento. Ni siquiera el PNV, que sí acudió a la jura del que fuera Príncipe de Asturias, hoy Rey, se ha contagiado del republicanismo del resto de los socios de Sánchez.

El cuestionamiento del modelo de Estado es para muchos el primer paso para el desmantelamiento de España como Nación

El modelo de Estado que consagra la Carta Magna es para muchos de sus detractores, más allá de un debate legítimo entre monarquía o república, el primer paso para el desmantelamiento de España como país. De hecho, creen que el principal obstáculo para ello es la Corona, una jefatura de Estado como única garante, en estos momentos, de estabilidad institucional y de unidad más allá de la refriega partidista.

Sin embargo, Sánchez no desaprovechará la ocasión para erigirse en garante constitucional mientras sus socios vascos y catalanes, afirman, como hizo ayer el líder de EH-Bildu, Arnaldo Otegi, que "el reconocimiento nacional de Euskal Herria está sobre la mesa, es inevitable". Y todo ello mientras el PNV en un acto de equilibrismo político extraño en un partido que siempre había sido respetuoso con la institucionalidad, explica su boicot bajo el argumento de "lo único que se pretende trasmitir con esta ceremonia es la continuidad de un modelo con el que no está de acuerdo y que niega el reconocimiento nacional vasco", un discurso que no difiere demasiado con el de Otegi.

"Operación Princesa"

A pesar de las dificultades, de la que no es ajena la propia institución, Zarzuela ha arrancado la "operación Princesa" y con buenos resultados. Sondeos como el de Sigma Dos para la revista royal por excelencia como es Hola, con 2.000 entrevistas, le otorga una nota de 6,2. Habida cuenta de que prácticamente ningún responsable político de este país suele pasar del aprobado pelado (una nota del 5) no es un mal comienzo.

Para Sociométrica, en un sondeo encargado por El Español, consigue un 8,2 de nota, casi rozando el sobresaliente incluso por encima de la valoración de su padre, con un 7,3. Asimismo, el 60 por ciento de los encuestados no tiene duda de que llegará a ser Reina frente a un 23 por ciento que considera que la pulsión republicana ganará la partida cuando le toque sustituir a Felipe VI.

La Casa Real quiere poner en valor a la heredera, proyectar su imagen, siendo un buen ejemplo de ello el pasado 12 de octubre, e intentar llegar a esas nuevas generaciones de españoles que ven en la monarquía una institución periclitada. Pero también transmitir la idea de que, frente a los vaivenes políticos, la jefatura de Estado asegura estabilidad y unidad.