En un mes se verán ante el juez. En realidad, lo harán sus equipos de abogados. Josu Jon Imaz, consejero delegado de Repsol, e Ignacio Sánchez Galán, presidente de Iberdrola, no acudirán, pero lo seguirán con especial atención. Llevan nueve meses librando un pulso. Dialéctico en la forma, de modelo y negocio energético en el fondo. Una batalla sin precedentes entre dos de las compañías energéticas más importantes del país y que un juez tendrá que resolver.
Hace tiempo que Imaz y Galán no han dejado de cruzarse mensajes. Son reproches más o menos contundentes, velados o explícitos. Lo hacen en muchas de las intervenciones que protagonizan desde el 21 de febrero de este año. Ese día la energética presentó la denuncia ante la Justicia. Una acusación por parte de Iberdrola que Repsol rebate con vehemencia y que un juez de lo mercantil de Santander resolverá en apenas cuatro semanas.
Quienes les conocen bien aseguran que su relación personal es buena, la empresarial no tanto. No en vano, la energética vasca acusa a la petrolera que lidera quien fuera presidente del PNV de incurrir en una suerte de blanqueamiento “ecológico” –‘greenwashing’- y en vender sus servicios con una publicidad engañosa con el fin de captar clientes. La acusación se basa, fundamentalmente, en la idea de que Repsol no sería tan sostenible como afirma en sus campañas ni prioriza las políticas de respeto medioambiental que asegura.
En estos meses, el cruce de acusaciones que una y otra parte han protagonizado ha evidenciado que, junto a las acusaciones formales, aflora otro trasfondo en este órdago judicial: su rivalidad en el mercado ‘verde’ y sus diferencias en la senda por la que debe avanzar la transición energética. Son dos visiones para, aparentemente, un mismo objetivo: la reducción de emisiones contaminantes y la reconversión energética hacia un modelo medioambientalmente sostenible. Una eléctrica y una petrolera, frente a frente, ante un horizonte de regeneración profunda del mercado de la energía en nuestro país.
Electrificación vs combustibles
La primera, Iberdrola, defiende la electrificación como la ‘gran vía’ por la que debe discurrir la transición energética a la que obliga Europa. La segunda, la petrolera que lidera Imaz, recuerda que refinerías como las suyas y combustibles como los que en ellas se producen, en todas sus variantes renovables, también deben tener cabida para hacer viable el reto. Insiste en que no se debe demonizar que el modelo económico actual continúa necesitado de combustibles, cada vez más sostenibles y renovables y que sólo la inversión y la investigación acelerará la carrera.
El mercado eléctrico español está dominado por cuatro compañías. Iberdrola, Endesa, Naturgy y Repsol concentran el 90% de los clientes. Un suministro de electricidad en cuyo negocio hace apenas un lustro ha irrumpido con fuerza la petrolera de Imaz. Repsol fue la que más clientes ganó el año pasado -246.000 más- hasta alcanzar los 2,1 millones de clientes y colocarse como la cuarta energética en número de contratos. Es ahí donde Repsol sitúa el motivo de la denuncia, en el “nerviosismo”, dijo Imaz, que su rápida irrupción en el mercado eléctrico le está provocando a Iberdrola.
La energética de Sánchez Galán está a la cabeza de las comercializadoras de electricidad. Lo hace a gran diferencia, con 10,4 millones de clientes y un 34% del mercado. Tan sólo Endesa le amenaza el liderazgo con 10 millones de clientes. Por el momento la clasificación eléctrica de Repsol se asemeja a la de Naturgy, con 2,6 millones de clientes.
¿'Blanqueamiento' y engaño?
El temor, viene insistiendo Repsol, que esconde la demanda por “publicidad engañosa” y “competencia desleal” es que la capacidad de la compañía petrolera pueda ir acortando esas distancias en pocos años. El consejero delegado lo ha repetido en varias ocasiones, Iberdrola no está acostumbrada a competir en un mercado abierto, “más bien está acostumbrada a moverse en entornos regulados que dependen del BOE”: “Sólo busca limitar la competencia y el crecimiento de un operador emergente como Repsol en el sector eléctrico”.
La semana pasada Sánchez Galán fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad Pontificia de Comillas, en la que se formó. También entonces aprovechó para defender la electrificación como la gran apuesta que se debe acelerar frente a las energías más contaminantes cuyo uso urgió a reducir. Sin citar de modo expreso a Repsol, defendió que hay que alejarse del “dogmatismo que demoniza algunas soluciones energéticas” pero también de quienes mantienen una solución “inmovilista” con la que demuestran, dijo, “que ven peligrar un statu quo del que llevan décadas favoreciéndose”.
Iberdrola insiste en que su denuncia sólo busca erradicar prácticas que podrían suponer una competencia desleal para comercializar luz, gas y combustibles renovables. Su demanda se basa en los artículos 5, 7 y 18 de la ley de competencia desleal relacionados con los “actos de engaño, omisiones engañosas y publicidad ilícita” en sus campañas de publicidad, promoción y comunicación corporativa publicidad ilícita. En la demanda incluye hasta 15 posibles prácticas de ‘greenwashing’ en la web de la compañía y tres campañas de publicidad en las que también habría incurrido en ese presunto ‘blanqueamiento’ medioambiental. Cita campas relacionadas con el uso de los biocombustibles para la movilidad sostenible, la promoción del hidrógeno renovable y la promoción de su oferta de conectividad entre distintas energías, todas ellas llevadas a cabo durante el primer trimestre del año pasado.
Oferta multienergía
También subraya que la reducción de combustibles renovables, limpios, es una parte menor de su actividad. La producción de biocombustibles y combustibles sintéticos no representa más que una pequeña parte de su producción y venta, los carburantes fósiles que emiten altos niveles de gases efecto invernadero siguen centrando su negocio.
En Repsol insisten en que su transformación es progresiva y necesaria, y que no es posible la desaparición de su actividad. Imaz llegó a preguntar a la ministra Ribera, que le acusó de “negacionismo y retardismo”, si apoyaría el cierre –y despido- de las refinerías que dan empleo a 28.000 personas. Su argumento pasa por subrayar que industrias energéticas como la suya no son el problema “sino parte de la solución”. Y ello pasa por una transformación de estas infraestructuras para reducir cada vez más su huella de CO2.
Una transformación que la petrolera lleva años impulsando con la apuesta por proyectos en favor de la producción “multienergía” en la que los combustibles renovables y sostenibles ganen peso, como el hidrógeno verde o el biometano. Repsol insiste en que no se puede detener la movilidad de un país en el que la electrificación no está logrando penetrar con la fuerza necesaria ni con ofertas asequibles para toda la sociedad: “Decir que la electrificación es la solución a todos los problemas es un discurso falso”.
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¿Se podría producir un mayor trasvase de clientes, cuando se conozca el posible trato diferenciado entre ambas compañías?