Sin precedentes. En apenas dos meses y medio la violencia en la Franja de Gaza ha dejado cifras espeluznantes: el ataque de Hamás segó 1.200 vidas en un solo día; las represalias que desde entonces perpetra Israel han causado ya más de 20.000 muertos y 50.000 heridos. Es la nueva y mortífera oleada del conflicto palestino-israelí, el enésimo ciclo de violencia tras 75 años de historia sangrienta y sin resolver, cada vez más enredada en la madeja de Oriente Próximo.

7-O: Ataque de Hamás

El 7 de octubre milicianos de Hamás lograron atravesar el muro que rodea la Franja de Gaza y neutralizar las torres de vigilancia israelíes. Las Brigadas Al Qassam, el brazo armado de la organización islamista palestina que gobierna Gaza desde las elecciones de 2006, sembraron el terror en territorio israelí.

Sus ataques contra kibutz -las comunidades agrícolas israelíes- y un festival de música que reunía a cientos de jóvenes se saldaron con 1.200 fallecidos, entre civiles y militares, la jornada con más víctimas mortales en la historia del Estado hebreo. Dos españoles perdieron la vida en los ataques. Más de 240 personas israelíes y de una veintena de otras nacionalidades fueron trasladadas a la Franja y convertidas en rehenes de Hamás y la Yihad Islámica.

La operación, bautizada como “Inundación de Al Aqsa”, desveló las enormes fallas de seguridad de un sistema considerado casi impenetrable, dotado de un imponente poderío militar, un gasto en Defensa que supera los 23.400 millones de dólares -un 4,5% del PIB-; y agraciado con 3.800 millones de dólares anuales despachados por Estados Unidos. Un blindaje, con su Cúpula de Hierro capaz de interceptar y destruir cohetes procedentes de Gaza o el Líbano como joya del alarde tecnológico, que se deshizo como un azucarillo.

Israel y su laberinto

Represalias de Israel

En respuesta, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu estableció un gabinete de guerra e inició inmediatamente bombardeos indiscriminados contra Gaza. A finales de octubre las tropas israelíes -169.500 militares en activo y 465.000 reservistas- inauguraron una incursión terrestre en la Franja. Al cierre de esta edición, la ofensiva había segado cerca de 20.000 vidas -entre ellas, más de 7.000 menores de edad-; provocado 1,7 millones de desplazados en un territorio que habitan 2,3 millones de personas; y destruido o dañado la mitad de las unidades residenciales. 26 de los 35 hospitales se hallaban fuera de funcionamiento. Una catástrofe humanitaria, aliviada ligeramente a finales de noviembre por las pausas pactadas con mediación qatarí y egipcia a cambio de la liberación de los rehenes israelíes y presos palestinos en cárceles israelíes, que se producía tras 16 años de bloqueo sobre la Franja.

En El Independiente hemos cubierto desde entonces la enésima tragedia de palestinos e israelíes proporcionando voces, más allá de los titulares fáciles y la propaganda que ambos lados han propagado. Buscando luces sobre las sombras, lejos del belicismo de las partes en liza.

“Lo primero es la desescalada, resolver la cuestión de los prisioneros israelíes y de los palestinos en cárceles israelíes. No veo cómo el mantenimiento de un sistema en el que los palestinos viven sin seguridad puede aportar seguridad a los israelíes. Hay un camino desde la inmediata desescalada a volver a la política, a tratar de abordar las causas profundas”, desgranó en una extensa entrevista en nuestro diario Daniel Levy, negociador israelí en las conversaciones con los palestinos de Oslo-B (1995) y Taba (2001) y asesor del ex primer ministro Ehud Barak.

“La política de Netanyahu, guiada por la venganza, socavará la seguridad de los israelíes”, advirtió. En mitad de la conmoción de su sociedad, el Gobierno -el más ultraderechista de la historia israelí- trató de despreciar cualquier opción para la solución de los dos estados, la fórmula por la que siguen apostando EE.UU. y una Unión Europea dividida y desdibujada. La reactivación de la contienda amenaza con exacerbar las tensiones regionales: desde el Líbano y la milicia chií Hizbulá a Irak, con los grupos chiíes, o Yemen, con los hutíes y sus ataques al comercio en el mar Rojo. Todos ellos conectados bajo el paraguas del llamado “Eje de la resistencia” de Irán.

Hamás y las facciones palestinas

El futuro de Netanyahu, una incógnita

Las incógnitas sobre el futuro también se ciñen sobre la carrera política de Netanyahu, cuestionado internamente tras tres lustros monopolizando la vida local; el día después de Gaza ante la ambición incierta de Tel Aviv de “erradicar a Hamás”; la posibilidad de una reconciliación entre las facciones palestinas; o el destino de su aspiración de un Estado palestino impedido por la realidad, con más de 600.000 colonos en Cisjordania; una expansión de los asentamientos en curso; un muro y un control militar israelí de facto.

Y -como parte final de la ecuación- la posibilidad, si existe ya alguna, de que la comunidad internacional presione a ambos lados para reanudar conversaciones de paz. “Todo el mundo está olvidando el problema de fondo aquí, que es la ocupación más larga de la historia moderna y que se ha transformado en un sistema de apartheid”, lamentó en este diario Mustafa Barghouti, líder palestino muy crítico con una Autoridad Palestina desprestigiada tras décadas de corrupción y cooperación con Israel en materia de seguridad.

Aún tratando de elaborar el duelo y entre las instantáneas de dolor de los civiles palestinos e israelíes -las primeras y principales víctimas siempre de todos los conflictos-, Magen Inon -un joven israelí que perdió a sus padres en el ataque a un kibutz- aceptó conversar con El Independiente. El suyo es un mensaje que los civiles de ambos lados firmarían para 2024: “Que paren la guerra y me refiero a todo el mundo: no sólo a los ataques israelíes; también a los ataques de Hamás. (…) La mayoría de la gente quiere sentirse segura. Y eso es algo que comparten también los israelíes con los palestinos de Gaza. Todos queremos sentirnos seguros. Espero que podamos encontrar una manera de vivir en paz. Ese debería ser el objetivo, aunque sea dentro de 20 o 50 años. La gente de ambos lados de la frontera tiene buenas razones para odiarse. De ello se aprovechan quienes se alimentan de odio. Aunque ahora parezca que Oriente Próximo nunca será pacífico, espero que si miramos lejos en el futuro, podamos encontrar una forma de vivir pacíficamente unos con otros. Este es el futuro que quiero imaginar”.

Voces del avispero