El posible triunfo de Giorgia Meloni en las próximas elecciones generales italianas ha despertado muchas alarmas en el resto de Europa. Si sucede, sería la primera vez que la extrema derecha se consolidara como primera fuerza en el país, y aunque no debería sorprendernos, porque las encuestas ya lo muestran, han vuelto a coincidir una serie de hechos que ya han ocurrido con anterioridad en la república italiana.

Solamente han cambiado los nombres de los actores y las piezas del tablero, pero nada más porque los comportamientos siguen perennes. Así pues, deberemos tener en cuenta las características que marcaron la política italiana hasta 1996, cuando se declaró concluso el período de la llamada “primera república” y su transición.

Solamente han cambiado los nombres de los actores y las piezas del tablero, pero nada más

El primer factor es uno ideológico y geográfico: durante toda la primera república, había un contraste muy importante entre el votante de izquierdas y el de derechas, entre la Democracia Cristiana y el Partido Comunista Italiano. Y geográficamente se trasladaba a la constante repetición que en las regiones de Emilia-Romaña, el Valle del Po y Toscana ganaran los comunistas y las fuerzas izquierdistas. Mientras que en el resto de la península lo hacían las fuerzas de derechas, sobre todo la Democracia Cristiana, que a través de sus aliados de la penta-alianza, gobernó ininterrumpidamente durante décadas, excepto en dos periodos muy breves. Y de la misma manera que entonces sucedía, ahora vuelve a pasar lo mismo. Se espera que aquellas regiones en las que ganen el Partido Democrático y las coaliciones de centro-izquierda e izquierda sea allí, en Toscana y Emilia-Romaña.

El segundo factor es la presencia de la ultraderecha en el sur. Uno de los hechos más desconocidos de la política italiana es la irrupción de la ultraderecha en el sur con el Movimiento Social Italiano (MSI), que con el apoyo de los monárquicos consiguió ganar en muchas de las ciudades más importantes de Calabria, Sicilia, Campania y Puglia.

El descontento que generó el referéndum sobre la monarquía fue capitalizado por los neofascistas, quienes a pesar de decir que no echaban de menos el período de Mussolini, tampoco se tenía que olvidar. Uno de sus principales ideólogos, Augusto De Marsanich, consagró el lema “Non restaurare, non rinnegare” como máxima del partido. Este factor ideológico y geográfico fue capitalizado por Berlusconi en 1994 con la coalición “Polo del Buon Governo”, formada por Forza Italia y Alianza Nacional, la marca renovada del MSI. La unión arrasó electoralmente, y ahora todo parece indicar que volverá a hacerlo con la coalición de Centro-Derecha. En el sur, ganó en casi todos los distritos Movimiento Cinco Estrellas, aprovechando el descontento social, pero ahora que Fratelli de Italia se presenta como alternativa renovada, el votante vuelve a casa.

Ahora que Fratelli de Italia se presenta como alternativa renovada, el votante vuelve a casa

El tercer factor es la connivencia Forza Italia y Lega en el norte. Una de las maniobras más interesantes de la coalición actual de Centro-Derecha es la connivencia entre Forza Italia y la Lega. Uno de los factores que siempre ha caracterizado a Berlusconi es que su feudo electoral no es Roma, ni el centro; es el norte. Y a pesar de la rivalidad entre ambas fuerzas, el hecho que se presentaran en coalición siempre les ha ayudado. Mientras que Forza Italia presentaba un programa nacional, en el caso de la Lega, entonces llamada Lega Norte, apoyaba el regionalismo y las particularidades del Piemonte y Lombardia. El regionalismo de la Lega, vinculado también a la lucha contra la corrupción y el centralismo, la convirtieron en partido hegemónico en el norte. Como no existía el voto uninominal, Forza Italia y la Lega Norte eran las principales fuerzas, la primera en todo el país, y la segunda en el norte.

El cuarto factor es la propia coalición Centro-Derecha. No es un invento nuevo, es la fusión de las dos listas que en su día catapultaron a Berlusconi, el Polo del Buen Gobierno y el Pueblo de la Libertad juntos. Si alguna cosa ha provocado la ley electoral ha sido un reparto milimétrico de las fuerzas políticas de centro-derecha y derecha bajo una única lista. Lo mismo que consolidó a Berlusconi en 1994 y 1996, se repite de nuevo.

Se encuentran en el mismo barco el regionalismo del norte y el unitarismo ultraderechista, y en medio, Berlusconi

Ahora no es Forza Italia, sino Fratelli d’Italia la primera fuerza. Pero no deja de ser el mismo espacio que era entonces, con casi las mismas ideas, y los mismos principios. Es decir, no hay una novedad, ni ninguna sorpresa, han copiado un modelo que funciona y lo han unido. Ahora se encuentran en el mismo barco el regionalismo del norte y el unitarismo ultraderechista, y en medio, Berlusconi. Lo mismo, pero con distintas correlaciones de fuerzas.

En conclusión, nada nuevo bajo el sol de Italia. No hay una formula mágica que utilice la derecha para ganar las próximas elecciones, o de momento situarse como ganadora por mayoría absoluta amplia en los sondeos. Frente a una izquierda destrozada como estaba en 1994 y 1996, han aplicado la misma fórmula, el mismo molde que dio a Italia uno de los gobiernos más estables para la derecha.Y con las mismas ideas, aunque cambiadas solamente respecto la Unión Europea. Pero manteniendo un discurso duro respecto la inmigración, la economía, los principios y valores de Italia...

Lo mismo que hacía Gianfranco Fini con Alianza Nacional, lo mismo que hacía Ignazio La Russa en el Pueblo de la Libertad. Veremos pues, si como entonces, Italia se convierte en “azul”, de los Alpes a Sicilia, y con Toscana y Emilia-Romaña en “rojo”.


Guillem Pursals es politólogo, máster en Seguridad, especialista en conflictos, seguridad pública y Teoría del Estado.