María Jesús Montero sale en la tele a dar decretos anticrisis como otras salen a dar las campanadas, con un lujo de frío o el frío convertido en lujo (el frío que el españolito tieso recoge y recose en lujo y en transparencia y se prende con un alfiler como una flor en la solapa de Charlot). Cuando Pedro Sánchez anda todavía por ahí, haciendo de presidente en globo o tejiendo jerséis navideños o indigenistas, al menos tenemos a la ministra de Hacienda para dar las campanadas del Gobierno, que como las otras también están entre la esperanza y la resignación, entre la repetición y el autoengaño y entre el anís y el vals. Los decretos anticrisis de todas las crisis nos suenan ya a carillón y a matasuegras, que a lo mejor es lo que pasa cuando no salimos de la crisis, que ya se folcloriza y hasta se incorpora al nuevo calendario juliano sanchista. Como se trata de folclorizar la tiesura, la esperanza y los alfajores gubernamentales, Montero no olvidó mencionar a Feijóo, que a lo mejor es como el Grinch de la España eternamente navideña de Sánchez.

María Jesús Montero, con guion navideño de nevada falsa, paloma de corcho y lentejuela de sirena de La Sirena, iba del decreto anticrisis a los datos de empleo, y por ahí soltó a Feijóo, que le quedaba como el caganer del belén de la Moncloa. Los datos de empleo, por cierto, han conseguido hacerlos pasar por buenos por el método ingeniosísimo de dejar de contar parados o llamarlos fijos discontinuos. Hasta los Reyes Magos serían fijos discontinuos currando una sola noche al año, aunque quizá se lo merezcan por trabajarse tanto su barba de sindicalista o su identidad racializada. En medio de la zambombada sanchista, pues, la ministra volvió a llamar “insolvente” a Feijóo, que a uno le parece un insulto de rico de la Navidad a pobre de la Navidad, o sea un insulto folclorizado como los pobres y los ricos de los villancicos. Feijóo viene a estar, diría uno, entre Herodes soso y ratón de portalito que le roe los calzones a Sánchez.

En la política folclórica, la economía folclórica y el presidencialismo folclórico de Sánchez, como un faraón de la copla, Feijóo viene a ser un enemigo poco vistoso y poco acojonante, la verdad. Yo creo que Sánchez quiere hacerlo enemigo, necesita un enemigo, no ese señor que está ahí con el paraguas heredado de Rajoy, heredado a su vez de Aznar, paraguas caligráfico con forma de manecilla de reloj heredado o de bigote heredado. Ese señor, en fin, que le da los números de la economía o de la realidad como si le diera la hora, en vez de darle paraguazos de vieja. A Feijóo no pueden llamarlo ni facha, él que quiere hacer regionalismo galleguista incluso en Cataluña, así que lo llaman insolvente o calzonazos del poder, y lo acusan de obedecer a los periódicos de barbería taurina y a los ricos de tirantes con colores de banderilla, de tener miedo a que lo echen a escobazos, como a Casado, y de tener pesadillas con que Ayuso le vierte en la copa su anillo lleno de un veneno verde y artúrico como sus ojos.

El Feijóo insolvente y el marioneta no son compatibles, como no lo es que el Gobierno copie las propuestas económicas a un supuesto ignorante en economía

Con Feijóo el sanchismo está mezclando todos los folclores y todas las mitologías, de tanto que necesitan un enemigo feroz en vez de ese señor que, simplemente, heredó el horario de trenes y mareas de Rajoy. El Feijóo insolvente y el Feijóo marioneta no son compatibles, como no es compatible que el Gobierno le copie las propuestas económicas a un supuesto ignorante en economía (la verdad es que Sánchez le ha dado tantas veces la vuelta a su opinión, a su política y a su sonrisa que alguna vez tenía que coincidir con el PP). Pero el sanchismo ya digo que necesita un enemigo folclórico, como esas tonadilleras enfrentadas en la Nochevieja y en la vida, que se sienten decepcionadas y hasta sin voz si delante sólo le ponen el micrófono enrejado como un lorito y un señor que parece José María Íñigo

Feijóo no es Herodes ni es el Cid, no es Mario Conde ni es Casado, no es un mandado ni un vivo. A uno le parece que sólo es un político soso y funcionarial que vive bien en la obviedad y en el sentido común como en una pacífica tarde con café con leche y radio. Eso sí, el funcionario gris ha venido con su paragua de tarde gris a hacer un poco gris y machadiano a todo el PP, o sea que en el PP no vemos ahora a nadie muy brillante, ni tampoco a nadie muy osado, salvo Ayuso, intocable tras su anillo con púa o sus ojos con brujería. Seguramente en el PP faltan economistas como falta un buen portavoz y como falta casi de todo, excepto paragüeros para todos los paraguas indistinguibles con los que Feijóo está llenando el partido. Pero si Sánchez puede gobernar sin política, seguro que el PP de Feijóo puede gobernar sin empollones, estrellitas ni personalidad.

María Jesús Montero salió a los micrófonos como a un balcón con flores y lagarteranas, folclorizando la tiesura de España en pastorcillo helado y la gobernanza en aguinaldo de coro de campanilleros (tenemos un Gobierno de aguinaldo como las abuelas de aguinaldo, aquéllas que abrían su monedero grande como el maletín de un médico del Oeste, lleno de agujas y dedales como balas más que de monedas). Ya llevamos más decretos anticrisis que crisis, somos ricos en decretos, pródigos en decretos, que a Sánchez ya se le caen del chaleco como dólares de tío Gilito. Ningún decreto arregló la crisis correspondiente, pero se han ido acumulando en una especie de estructura escultórica de decretos o cucaña de decretos, la pirámide de decretos y folclore que va a dejar Sánchez como el faraón de la copla que es. En esa arquitectura suya que es a la vez una torre de champán y una pila de mendrugos, también tiene que ocupar su sitio Feijóo, ese enemigo membranoso e infantil, a la vez malévolo y torpe, más de Macaulay Culkin que otra cosa. Es lo que necesita su España y su Navidad. Sánchez prefiere un enemigo brutal antes que un soso, y ahí va a llevar razón.