Cuando la Larousse era Dios, si a un país le daba por cambiar de nombre era su problema. La del salón de mis padres sigue, impasible, sin reconocer la caída de la URSS ni Yugoslavia. Y si en sus tomos el Sáhara sigue siendo español cómo no lo va a seguir siendo Cataluña.
Ahora que las revoluciones las vamos contando en tiempo real, sin embargo, los países pueden entrar en la enciclopedia aunque no hayan terminado de proclamarse. Antes lo de menos era que los estados cambiaran de nombre, ahora lo que da igual es que existan realmente. La Historia se ha hecho líquida en Wikipedia.
Pocos minutos después de que un Parlament medio vacío votara a favor declarar la independencia, esta enciclopedia digital actualizaba la lista de Estados soberanos e incluía la República Catalana. Para Wikipedia, como para los equidistantes, conviven varias realidades.
La versión catalana de la enciclopedia digital, la Viquipèdia, asegura que “Cataluña es un país europeo situado en el Mediterráneo Occidental”. La versión en inglés de Catalonia dice que hay proclamada una República Catalana que ha abierto una disputa entre el Gobierno español y el de la Generalitat por el “estatus constitucional” de la región. Y esto, de momento, es lo más parecido a un reconocimiento internacional que ha obtenido Carles Puigdemont. Bueno, sin desmerecer el apoyo de una cuenta de Twitter del Ministerio de Exteriores de Gambia que fue muy celebrada en círculos independentistas y ha resultado ser falsa.
La página en español de Wikipedia, sin embargo, sigue considerando Cataluña como una “comunidad autónoma” dentro de España, para tranquilidad de Mariano Rajoy. Para que luego vayan diciendo por ahí que su Gobierno ha perdido la batalla de la comunicación en el asunto catalán. Chúpate esa, Julian Assange.
Mientras en el mundo real el Gobierno de España trate de restaurar la legalidad constitucional en Cataluña, en el digital seguirán las legiones de editores indepes luchando por introducir en Wikipedia su versión de la contienda. Pero no va a depender de ellos que la República Catalana pase a la Historia. Llegados a este punto, el problema más urgente que tiene que resolver España no es la edición, sino la sedición.
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