"¡Bienvenidos a la resistencia!". Este fue uno de los mantras más repetidos durante la noche que supondría un antes y un después en el camino de Vox hacia las urnas. Sonaba el Dúo Dinámico, Nino Bravo y Manolo Escobar cuando Santiago Abascal consiguió hacer saltar todas las alarmas de la clase política en octubre de 2018.
Frente a un Palacio Vistalegre lleno hasta la bandera, consiguió que sus mensajes viscerales calasen ante 10.000 almas con la gestión del problema de Cataluña, de la inmigración ilegal, de la crisis económica o de la corrupción como principales armas electoralistas. Vox se presentaba como el mejor tratamiento contra la "derechita cobarde" del PP; la "veleta naranja" de Ciudadanos; los "traidores" del PSOE; y las "recetas fracasadas del comunismo" de Podemos.
La movilización de masas se convirtió desde entonces en una constante, tanto en actos oficiales como extraoficiales. La cita con las urnas se acercaba y las encuestas menos optimistas cifraban su irrupción en el Congreso de los Diputados en más de 30 escaños, que unido a las virales imágenes de largas colas en la mayoría de mítines que protagonizaban -de las que se encargaban de dar debida cuenta a través de sus redes sociales- llevó al resto de formaciones a demonizar las siglas de Vox durante la campaña.
El efecto Abascal comenzó a desinflarse desde el mismo momento en que se abrieron las urnas, que arrojaron un resultado más comedido del esperado: 24 escaños proporcionados por el 10,26% de los votos, o lo que es lo mismo, dos millones y medio de papeletas cosechadas en un tiempo récord de apenas siete meses.
Con todo, los de extrema derecha vislumbran ahora aquel éxito desde una perspectiva muy lejana, concretamente desde la mitad de fuerza electoral que le auguran múltiples encuestas. La triple cita electoral que llegó menos de un mes después, la de las autonómicas, municipales y europeas, ratificó el principio del fin del sueño. El primer gran exponente de aquello fue el pinchazo en su punto fuerte durante la campaña de las generales: su poder de convocatoria. En el mitin final del 26-M logró reunir a apenas 1.000 personas frente al Tribunal Supremo en comparación con las 9.000 que habían copado la plaza de Colón el 26 de abril.
#Vox pincha en su acto fin de campaña ante la sede del Tribunal Supremo. ¿Serán los vacios de ahora tan engañosos como los llenazos de su campaña de las generales? pic.twitter.com/pj4PdqwTNV
— miguel gonzalez (@mgonzalezelpais) May 24, 2019
Y la debacle sumó y siguió. Vox cosechó en las urnas de las europeas -único baremo comparable a unas generales, por votarse en todo el país- apenas 1.300.000 votos, unos aciagos resultados que fueron recolectados con optimismo en las filas de Abascal porque, con todo, la formación pasó de 22 a 350 concejales, tres diputados en Bruselas y la mayor conquista: ser decisivo en los gobiernos autonómico y municipal de Madrid, la joya de la corona del 26M.
Frenazo en las encuestas
El escenario de repetición electoral gana cada vez más fuerza dentro de las cábalas de las principales formaciones políticas. Ninguno lo desea, al menos de cara a la galería, pero tampoco lo descartan. Y los sondeos empiezan a perfilar ya cuál sería el mapa político del próximo 10 de noviembre, fecha para unos eventuales comicios.
El último barómetro del CIS otorga a Vox el 4,6% de los votos, casi seis puntos menos que en las generales
Y Vox sería uno de los grandes perjudicados por un evidente frenazo que comenzó a constatarse en las primeras mediciones realizadas en torno al 26 de mayo y que se intensificaron conforme pasaban las hojas del calendario.
En este sentido apuntaba el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), que en su encuesta de mayo -cuyas entrevistas se realizaron menos de una semana después de las generales- atribuyeron a Vox la mitad de la fuerza electoral que había obtenido el 28 de abril, con tan solo el 5,3% de los apoyos.
La senda de la irrelevancia en el CIS sería una máxima que se repetiría en los consecutivos sondeos: en junio volvía a descender dos décimas -5,1%- , marco reafirmado por otros barómetros publicados en ese momento, como el de GAD3 para ABC del mismo mes, que auguraba para Vox un 5,6% de los votos y tan solo nueve de los 24 escaños que conserva ahora. La falta de respaldo electoral se constataría en julio, hundiéndose hasta el 4,6% en la cocina de Tezanos, unas cifras que contrastan con el 10,26% de los votos cosechados en abril.
Su papel determinante en el recién formado gobierno de la Comunidad de Madrid o en Murcia no le ha servido para convencer al electorado, que les sigue condenando a la pérdida de apoyos, si bien las últimas encuestas publicadas por algunos medios de comunicación no son tan agoreras como el CIS.
Por ejemplo, de acuerdo con la encuesta Sociométrica para El Español o Celeste-Tel para eldiario.es publicadas en el mes de agosto, de volver a las urnas en noviembre los de Santiago Abascal obtendrían el 8,3% de los votos y una horquilla de entre 15 y 17 escaños, unas cifras similares a las ofrecidas por La Razón en base al sondeo de NC Report, que fija el respaldo electoral en el 7,8% y entre 17 y 20 asientos en la Cámara Baja.
El bipartidismo cobra fuerza
Vox le debe su declive en las encuestas a un Pablo Casado que ya ha comenzado a configurar una cúpula plagada de perfiles duros para tomar la vía de abandonar la "derechita cobarde" que tanto le ha criticado su homólogo ultraconservador.
De hecho, es el PP el único y gran beneficiado de que se repitan los comicios en noviembre: todas las encuestas le deparan mejores resultados que el 28A, con una mayor distancia sobre Ciudadanos y recortando terreno con Sánchez.
Y su éxito tiene una clara víctima: los casi 700.000 votos que robaría a Vox de acuerdo con la encuesta de NC Report, reconquistando en apenas 3 meses el 25,7% de los votos que se marcharon con Abascal.
De esta manera y siempre en base a las encuestas, el podio político volvería a estar copado por el bipartidismo que toma distancia de la fragmentación. PSOE y PP son los dos únicos partidos de los cinco principales que saldrían reforzados y mejorarían en una nueva apertura de urnas.
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