En menos de 24 horas, la política española ha atendido a un giro radical. Frente a unas posiciones bien definidas y, hasta ayer, inamovibles, España caminaba sin freno hacia una repetición electoral ante la negativa de Pedro Sánchez de aceptar la línea roja de Unidas Podemos para facilitar la investidura: un Gobierno de coalición.

La sorpresa a derecha e izquierda llegaba cuando Albert Rivera, a siete días de que finalice el plazo electoral, desataba un huracán que no estaba previsto en Ferraz: una abstención "conjunta" entre PP y Ciudadanos a cambio de que el Ejecutivo en funciones asumiese tres condiciones "con España y con los españoles": romper "el pacto con Bildu" en el Gobierno de Navarra y abrir una negociación para que gobierne Navarra Suma; negociar la aplicación del artículo 155 y comprometerse a no indultar a los líderes del 'procés' si la sentencia del Supremo es condenatoria; y erigir una política económica sin subida de impuestos.

Pese a no contar con el respaldo del Partido Popular, que delegan en Sánchez la responsabilidad de aceptar o no el órdago de Rivera, el líder naranja ha pedido este martes una reunión "urgente" que Sánchez finalmente ha respondido con una llamada telefónica en la que ha vuelto a rechazar el ofrecimiento de Ciudadanos de desbloquear la situación política a cambio de comprometerse con el mencionado acuerdo. La respuesta socialista ha irritado a las filas naranjas, que han calificado de "tomadura de pelo" y de "colección de mentiras" los argumentos de Sánchez para rechazar las tres condiciones.

Pese a que tanto dentro como fuera del partido hay una disparidad de opiniones respecto al súbito movimiento de Ciudadanos -unos lo tachan de "sentido de Estado" y otros de "estrategia electoral"-, el anuncio responde ahora a una petición implorada desde el sector crítico del partido: negociar una abstención a cambio de devolver al PSOE a la senda constitucional y librarle de las ataduras de Podemos y los nacionalistas.

Estamos satisfechos", confirma un crítico, "porque al final se ha hecho lo que hemos pedido durante meses"

Pero la rectificación de Rivera se produce "tarde y mal". Así lo definió un crítico de Ciudadanos tras conocerse la decisión del partido, consensuada en la Ejecutiva, de levantar el cordón sanitario que había mantenido desde el mes de febrero y que le había costado al partido importantes dimisiones y una crisis interna de la que aún seguía recuperándose.

"Después de dejar pasar meses, del daño interno que ha hecho al partido, que nos haya invitado a los críticos a fundar otro partido y que viera cómo las elecciones iban a ser un desastre, -Rivera- da ahora un giro de 180 grados", comenta un militante adscrito a esa corriente discrepante, que ve en la rectificación de Rivera una estrategia para sacar rédito electoral frente a la debacle que le vaticinan las encuestas.

"Estamos satisfechos", confirman las fuentes consultadas, "porque al final Rivera ha hecho lo que con sentido común le hemos pedido durante estos meses. Él no lo reconocerá, ni nos pedirá disculpas, pero hemos ganado", sentencian.

Ya el pasado mes de junio, la corriente crítica encabezada por Luis Garicano exhibió abiertamente su presencia, aunque minoritaria, dentro del partido tras impulsar una votación en la Ejecutiva para tratar de reconducir la estrategia de la formación en lo que a facilitar la investidura de Pedro Sánchez se refería con la "responsabilidad política" como argumento. No salió adelante, y la brecha abierta por la salida de Toni Roldán se agrandó con otros abandonos, como los de Javier Nart o Francisco de la Torre.

Rivera estaba instalado en su búnker, en su convicción del 'no es no' y en la negativa de ceder un sólo escaño a "Sánchez y a su banda". Meses después, el líder naranja ha terminado dando la razón a aquellos que discrepaban con las decisiones de la dirección, a los que se enseñó la puerta de salida por no comulgar con la "postura mayoritaria del partido".

El líder de Ciudadanos en la delegación europea, Luis Garicano, ponía el broche final a a la guerra desatada dentro de Ciudadanos desde el pasado 24 de junio y celebraba la petición de Ciudadanos al PSOE.

El apoyo a la propuesta de Rivera también vino de parte del dimitido Toni Roldán, quien abandonó esgrimiendo la necesidad de abordar una colaboración con los socialistas en pro de la estabilidad política de España. El ex portavoz económico naranja en el Parlamento calificó de "muy positivo" el nuevo movimiento de los liberales y, en una carta en El País, advirtió que, pese al "poco tiempo" este puede ser "el principio de un giro hacia la sensatez" en la cúpula liberal.

"La propuesta de diálogo llega tarde y no debe ser nunca un movimiento electoral". Más a regañadientes, Manuel Valls celebraba en Twitter la propuesta abierta entre "constitucionalistas", aunque dejaba caer los intereses electoralistas que han propiciado la recién estrenada actitud de Rivera.

Múltiples encuestas, como la de DYM para El Independiente, auguraban que menos de la mitad de los votantes de Ciudadanos el 28-A repetiría su voto en noviembre, atendiendo a una fuerte desmovilización e indecisión del electorado naranja. Rivera se arriesgaba a perder hasta 22 escaños en el Congreso por, como apuntan los críticos, la deriva conservadora que había tomado el partido y por su interés de perseguir el liderazgo de la oposición a costa de perder el centro político.

Rivera ha movido ficha. Y de no fructificar la negociación para la abstención, el gesto de Cs podrá convertirse precisamente en el eje en que la dirección naranja puede basar su campaña electoral. De cómo, contra todo pronóstico, dio una oportunidad a Pedro Sánchez y de cómo este la ignoró.