Política

Teresa Rodríguez y Miguel Urbán, los últimos en la lista de Pablo Iglesias

Miguel Urbán y Teresa Rodríguez.

Miguel Urbán y Teresa Rodríguez en la presentación del proyecto de Anticapitalistas para Vistalegre II. EFE

Podemos celebra su sexto aniversario en el Gobierno y sin buena parte de sus fundadores. El partido que aspiraba a no ser un partido, con círculos en vez de jerarquía vertical, ha ido asumiendo los roles tradicionales de las organizaciones políticas e institucionalizándose hasta el punto de que dirigentes que antes denostaban la Monarquía ovacionaron el pasado lunes al Rey Felipe VI en el Congreso.

El Podemos del Gobierno tiene muy poco que ver con su espíritu fundacional. Del populismo que evitaba encasillarse en la izquierda ideológica ha pasado a una cúpula copada por dirigentes comunistas y de su afán de representar "a los de abajo" ha transitado a aceptar los privilegios de la casta, desde sueldos de directivos hasta el coche oficial, pasando por una convivencia de ministros en la finca Quintos de Mora, conocida popularmente como "el rancho de Aznar".

En esa evolución, Podemos no sólo ha perdido sus esencias. También se ha dejado en el camino a la mayoría de sus fundadores: Luis Alegre, Juan Carlos Monedero, Carolina Bescansa, Íñigo Errejón y Tania González encabezan una larga lista de purgados o desencantados con la disciplina impuesta por Pablo Iglesias para perpetuarse en el poder orgánico. Con ellos han abandonado el partido corrientes pesadas como la del errejonismo, hoy en día inexistente, sustituidas por un pablismo predominante y sustentada por dirigentes de Juventudes Comunistas de España lideradas por su pareja, Irene Montero, y sus antiguos compañeros en la organización como Rafael Mayoral o Juanma del Olmo. La última corriente alternativa a ese neocomunismo es la de Anticapitalistas, que el próximo 16 de febrero analizará su salida de Podemos.

Sus dos caras más conocidas, el eurodiputado Miguel Urbán y la secretaria general en Andalucía, Teresa Rodríguez, también forman parte del núcleo fundacional del partido que ahora se disponen a abandonar. La entrada de Podemos en el Gobierno socialista como fuerza subalterna y sin apenas competencias en el Ejecutivo ha dado la puntilla al sector más utópico de la organización. Los anticapitalistas, los más fieles a sus principios, no han cedido a la tentación de asumir los privilegios políticos: siguen sin utilizar coches oficiales y sin cobrar las dietas que les corresponden como parlamentarios. La 'institucionalización' de sus compañeros en el Gobierno y su desenvolvimiento en el mundo de 'la casta' les parece toda una traición.

La entrada en el Ejecutivo socialista coincide con la debacle electoral del partido, que de los 71 diputados que logró en 2015 ha pasado a sólo 35, convirtiéndose en cuarta fuerza política por detrás de Vox, que tiene 52. Iglesias y Montero han evitado su cuestionamiento por esos resultados con sus nombramientos como ministros, que han 'vendido' como un logro histórico. Los anticapitalistas creen que esa decisión es el comienzo del fin de Podemos y se preparan para saltar del barco antes de que los arrastre en su hundimiento.

En mayo de 2014, con sólo tres meses de vida, Podemos daba la campanada al conseguir cinco escaños en el Parlamento europeo. Un mediático profesor universitario, curtido en las tertulias televisivas y con una característica melena recogida en una coleta, humillaba a su antiguo partido, IU, que no lo había querido como candidato, junto a cuatro rebeldes más: Teresa Rodríguez, profesora de secundaria; Carlos Jiménez Villarejo, ex fiscal anticorrupción; Lola Sánchez, pequeña comerciante, y Pablo Echenique, científico del CSIC. Sólo él, que abandonó a Teresa Rodríguez -con la que presentó una alternativa al modelo de partido del tándem Iglesias-Errejón en Vistalegre 1- se mantiene en la dirección del partido tras pasarse al pablismo.

Desde entonces, el aparato de Podemos se ha convertido en un campo de minas para los dirigentes críticos. El círculo de Irene Montero convenció a Iglesias de que Errejón era un traidor en potencia -profecía autocumplida- y poco a poco han ido cayendo todos. La última, quizás la más resistente, es Teresa Rodríguez, que ansiaba autonomía del aparato y abrir su propio camino con una organización netamente andaluza, Adelante Andalucía, que ahora ha quedado secuestrada por IU, con quien la comparte, y que no quiere criticar un Gobierno en el que es ministro su coordinador federal, Alberto Garzón.

Miguel Urbán, que sustituyó a Rodríguez como eurodiputada cuando la gaditana se convirtió en candidata a las elecciones andaluzas de marzo de 2015, podría acompañarle en una salida de Podemos que Anticapitalistas debatirá en una conferencia nacional el 28 de febrero. En un libro titulado Anticapitalistas en Podemos, construyendo  poder popular, Urbán narra su versión del origen de Podemos.

En agosto de 2013, tras el fracaso de la iniciativa Alternativas desde Abajo puesta en marcha con referentes del 15-M y de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (APH), Urbán e Iglesias buscaban otra forma de superar la limitación electoral de esos proyectos de izquierda extrema. «Empezamos a pensar que había que hacer otra cosa. Que lo que hiciéramos tenía que ser radicalmente distinto, que no podía consistir en sumar lo existente, sino dar un salto y conseguir conectar con sectores sociales que no se sentían interpelados por las organizaciones existentes».

Días después ambos se reunieron con Alberto Garzón "para ver cómo veía las posibilidades de desbordar los marcos de IU". "Claro, lo que nos vino a decir en esa reunión fue: meteros en IU, ayudadme a trasladar cosas que decís vosotros dentro de IU porque fuera no existe nada y no va a haber ningún marco con capacidad de desbordar el marco actual», relata el anticapitalista, que reflexiona:

«Estaba claro que desde dentro de IU esto no era posible, que la única forma de influir en IU no era desde dentro, sino desde fuera, porque las experiencias prácticas, tanto de la gente de Anticapitalistas como del propio Pablo eran que desde dentro no era posible». Así lo habían experimentado casi todos los líderes de Podemos con iniciativas como la propia Izquierda Anticapitalista, que se presentó a las europeas de 2009 y sólo obtuvo 20.000 votos.

Tras el desencuentro con IU, Iglesias y Urbán se montan en un tren y se van al monasterio de Montserrat a «convencer» a la teóloga y monja Teresa Forcades para que aportara «el capital político del Procés Constituent» que había promovido junto a Arcadi Olivares. «Y Teresa nos dice que sí, que lo ve bien… Nosotros asumimos el derecho a decidir desde un primer momento», aclara Urbán.

Además de verse con líderes de movimientos sociales que también rechazan encabezar el proyecto, como Ada Colau, Urbán e Iglesias buscaron a Diego Cañamero, líder del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT), «quien duda, quien no lo sabe, y que nos dicen que lo hablan entre ellos y finalmente nos dicen que no, pero que si sale ya se apuntarían». Y así ocurrió luego, cuando Cañamero se convirtió en diputado de la formación. La «tercera persona» a la que acudieron fue Juan Torres, que estuvo en la primera propuesta de programa económico.

El líder anticapitalista bromea en su libro con que «engañaron» a Teresa Rodríguez para embarcarla en el proyecto, mientras rememora cómo conocieron a Pablo Echenique. «Recuerdo a una catedrática de Márqueting que nos decía que habíamos sido inteligentes al organizar un acto en Zaragoza, porque lo que sale bien en Zaragoza sale bien en toda España». Allí se celebró el primer mitin de Podemos, en una sala para 250 personas a la que asistieron 900. «Al final del acto intervino un señor en silla de ruedas que dijo ‘me habéis convencido y me habéis emocionado, estoy dispuesto a hacer política’. El señor en cuestión era Pablo Echenique. Ése fue el mensaje que lanzó Podemos hasta las europeas: que era un proceso de autoorganización y que íbamos a hacer política por nosotros mismos», señala Urbán, ahora de salida.

En el relato de los anticapitalistas sobre el origen de Podemos destaca el hecho de que el azar convirtiera a Pablo Iglesias, también proviniente de las Juventudes Comunistas de España, en su líder. Alberto Garzón, primera opción, se autodescartó, como lo hicieron el resto de rostros conocidos que sondearon.

«Dudaba poco. Tenía una idea fija y se ponía a ella», admite.«Ya se veía que la concepción de Pablo chocaba totalmente con nuestra tradición. Y eso fue algo que no escondió y creo que es de agradecer ese tono franco», explica el eurodiputado, que califica de «muy particular» el liderazgo de Iglesias, aunque le reconoce «el enorme riesgo personal que asumió» y que «sin Pablo no habría existido Podemos».

«Que la gente revise la rueda de prensa del Teatro de Barrio. Pablo dice: ‘Que sea yo y una serie de gente que tengamos que dar este paso demuestra la debilidad del poder popular’. Y es verdad, pero yo diría algo más. Nosotros hablamos con mucha gente (con Teresa Forcades, con Cañamero, con Ada Colau)… Eso habría permitido tener una dirección más coral, pero nadie se atrevió a dar el paso», asegura.

En este sentido, Urbán explica que «la idea no era que fuera Pablo solo. A él le interesaba compartir el riesgo». No obstante, ninguno de los consultados quiso implicarse en una aventura que consideraban dudosa. «Cuando íbamos a lanzar el proyecto, Pablo era la única figura reconocible, y eso mostraba una cierta soledad y una cierta incomprensión por parte de mucha gente», rememora. «Nuestra idea fue salir con mucha más coralidad, pero nadie más se apuntó. Esa es la realidad», afirma. Ahora Pablo Iglesias es vicepresidente y líder incuestionable del partido, mientras el resto de los que se embarcaron en esa aventura navegan ya fuera de Podemos.

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