Tenía 23 años cuando se convirtió en empresaria. Nuria Vilanova creó Inforpress (ahora Atrevia) nada más terminar la carrera de Periodismo. “Invertí todo lo ahorrado con los trabajos que había tenido durante la carrera”, explica orgullosa. Cuando recibió el título, esta catalana pizpireta, visionaria y perspicaz podía presumir de llevar cinco años trabajando, los tres primeros como periodista y los dos últimos con clientes de comunicación que ella había ido consiguiendo. “En aquella época no se hablaba tanto de la comunicación en las empresas, y me pareció el camino natural para empezar”.

Confiesa que entonces su nivel de conocimientos en el campo de la comunicación y las relaciones era pequeño, pero su capacidad para lanzarse a la aventura “lo suplía con creces”.

Mi madre se unió al proyecto para estar segura de que yo no metía la pata, se convirtió en socia"

Nuria Vilanova le contó a su madre los planes que tenía y su reacción fue poco menos que sorprendente. “Me apunto. Trabajaré contigo en tu empresa”, le dijo. Así, sin ningún plan estratégico, sin una idea disruptiva, madre e hija crearon Inforpress. “Ella se unió al proyecto para estar segura de que yo no metía la pata, se convirtió en mi socia, no le importó volver a estudiar y decidió ser la responsable de aquellos aspectos en los que yo, seguramente, hubiera fracasado: la contabilidad, la fiscalidad, los temas legales, contratos, etcétera. En realidad, hizo lo que hace siempre una madre, cuidar de sus hijos”.

De manera inconsciente, ambas se metieron en un mundo de hombres en el que todavía no estaba escrito el camino. “Por eso nos pudimos permitir el lujo de hacer las cosas a nuestra manera, de algún modo estábamos innovando, vivía en un mundo de hombres pero no tenía que seguir un modelo”. Paradójicamente, 27 años después, en Atrevia existe una discriminación positiva a la inversa. En una empresa en la que la mayoría de los trabajadores son mujeres, por lo menos el 33% del personal de cada sección debe ser masculino. “La homogeneidad no es buena. Siempre me ha gustado una frase de Ana Pastor que dice que cada mujer debería hacer algo por ayudar, por lo menos, a otra mujer. Ahora bien, considero que no debemos crear guetos. Ni está bien que no hay mujeres en los consejos de dirección, ni que existan empresas sólo para mujeres. Nosotras somos responsables de no querer ser una excepción”.

En Atrevia existe una discriminación positiva a la inversa, el 33% del personal debe ser masculino

Regresemos a los inicios. Madre e hija se abrieron camino con eso que llaman márketing directo, “que no era más que enviar cartas con nuestros servicios a una base de clientes potenciales”. Así surgió el primer cliente en Madrid. Ni corta ni perezosa, Vilanova creyó que era necesario tener una oficina en la capital para poder dar servicio de calidad. Alquiló un local, contrató a una secretaria y cuando fue a contárselo al cliente… éste le dijo que cancelaba el contrato. “Era el año 1989, llevaba sólo seis meses como empresaria. Tenía dos opciones, hundirme o salir a buscar algo con lo que pudiera mantener la oficina y el sueldo de la secretaria. Así que no tuve más remedio que moverme para conseguir nuevos proyectos que me permitieran pagar el alquiler de la oficina”.

Crecer ante la adversidad

Lo suyo ha sido siempre luchar contracorriente y crecerse ante la adversidad. Sin duda, una de las claves del éxito de Atrevia es no ser una empresa local, ya que empezaron a trabajar en paralelo con Barcelona y Madrid. Algo tan simple como eso les ha convertido en una compañía de mentalidad abierta, una empresa que siempre ha luchado por abrir mercado en nuevas ciudades, asumiendo retos sin miedo a lo desconocido.

A lo largo de su trayectoria, Nuria Vilanova ha aprendido a transformar lo negativo en positivo. Todos los grandes hitos de la empresa han surgido tras una crisis. En 2008, en el vigésimo aniversario de la empresa, contaban con 150 empleados, siete oficinas (seis en España y una en Portugal) y había decidido expandirse hacia la comunicación on line y audiovisual.

La crisis empezaba a asomar, los clientes llamaban para pedir descuentos o para suspender los contratos. “En esa época no podía conciliar el sueño, me despertaba pensando que igual me había equivocado con mis planes de crecimiento, pero de nuevo me rebelé. Ya había estado ahí. Nuestros inicios fueron mucho peores y todo lo habíamos conseguido gracias a la fuerza y el compromiso del equipo. Ésa era la clave”.

En plena crisis, se apoyó en todo el equipo de la empresa para solventar las dificultades

En plena recesión económica decidió organizar una convención en la que reunió a los 150 trabajadores (venían de nueve ciudades distintas) para pasar tres días juntos. Estaba convencida de que necesitaba al equipo solventar las dificultades. “Teníamos que contar con todos y cada uno de ellos”.

No olvidemos que en aquella época las empresas ya habían empezado a plantear unos brutales Expedientes Reguladores de Empleo (ERE). A Vilanova no se le ocurrió otra cosa que dejar un pijama en la habitación de cada empleado con una invitación a una fiesta de pijamas. “Les invitamos a soñar cuál sería nuestro futuro y nuestras oportunidades”. De la convención salieron reforzados, con las ideas claras y, de nuevo, gracias a una piedra en el camino y en una época convulsa para el sector de la comunicación, fueron capaces de crecer un 25% y expandirse abriendo oficinas en Brasil, Colombia y Perú. “En Atrevia tenemos un sueño, liderar la comunicación en los países de habla hispana y portuguesa”, señala.

Atrevia ha sido elegido best place to work porque en su ADN lleva grabado a fuego la preocupación por el equipo: todos cuentan. Nuria Vilanova dirige su empresa mediante lo que ella llama liderazgo imperfecto. ¿Qué es eso? “No es más que liderar con pasión sin ocultar las limitaciones, dejando crecer a los trabajadores sin ahogarlos. Dejarles ganar, dejarles hacer proyectos basados en nuestra confianza, no en nuestro control”, concluye.