Una vez que 2020 ha quedado atrás, las esperanzas para la recuperación económica están puestas en 2021. Cada sector se enfrentará a esta situación de un modo distinto y el bancario es consciente de que tiene por delante uno de los años más duros de los últimos tiempos, en el que se verá presionado no solo por las consecuencias económicas de la pandemia, sino también por los retos con los que llegó a esta situación sin precedentes.

Los bancos españoles van a tener que enfrentarse este 2021 a muchos retos, pero principalmente tres: la baja rentabilidad, la elevada morosidad y la competencia de los nuevos jugadores, especialmente las bigtech.

Antes de que el Covid-19 se convirtiera en el absoluto protagonista, la banca ya tenía entre su lista de deberes una mejora de su rentabilidad, teniendo en cuenta el contexto de tipos cero, que ha dejado de ser algo excepcional para convertirse en la normalidad (y así se mantendrá durante algunos años más).

A esta pandemia llegaba el sector tras prácticamente una década sin subidas de tipos en la zona euro, una situación que está dando lugar a situaciones insólitas hace unos años, como que el Euríbor lleve en negativo desde febrero de 2016 o que los bancos estén cobrando a determinados clientes por guardar su dinero.

Pero, sobre todo, se trata de una circunstancia que está haciendo mella en sus márgenes y que les obliga a buscar nuevas fórmulas para aumentar la rentabilidad en un negocio que ya no es tan sencillo como cobrar por prestar dinero.

Entre esas fórmulas se encuentran las fusiones, que se han visto aceleradas por la pandemia. El sector bancario español verá este año nacer al gigante CaixaBank y al nuevo quinto banco español, el resultado de la fusión entre Unicaja y Liberbank y es posible que se ponga en marcha algún proceso más.

2021, además, podría ser el año en el que se empiecen a ver fusiones transfronterizas, una vía muy ansiada por los supervisores pero rechazada por las propias entidades. O, al menos, de momento.

Esta podría ser una salida para Sabadell, que, tras la fallida negociación para su fusión con BBVA, debe encontrar su rumbo y, además, con un equipo gestor diferente al de los últimos trece años. Sin embargo, la posibilidad de que acabe en manos del gigante Santander sería la más atractiva del sector, según un reciente informe de Álvarez & Marsal, aunque por el momento ninguno ha movido ficha. 

La presión de los impagos

A este reto de elevar la rentabilidad, que se antojaba grande antes de la pandemia, se suma la oleada de impagos que, previsiblemente, asediará a las entidades. Por el momento, la morosidad no se está manifestando debido a las medidas de contención del deterioro económico puestas en marcha estos meses, como los créditos con aval del Estado, pero, una vez que estas medidas se retiren, aflorarán los problemas.

Por el momento, solamente el 4% del crédito concedido por los grandes bancos a los sectores más afectados por la pandemia, como la hostelería o el turismo, se está dejando de pagar, si bien la exposición de las entidades a los mismos, que tienen gran presencia de pymes, los hace vulnerables a su futura morosidad, a la que aún rodea una gran incertidumbre.

Concretamente, los seis mayores bancos del país tienen concedido crédito por unos 88.415 millones de euros a las empresas turísticas, hosteleras y de transporte.

Aunque no hay muchas estimaciones sobre el nivel que podría alcanzar esta morosidad por la incertidumbre sobre la duración de la crisis sanitaria, el sector tiene claro que no será desdeñable, por lo que los bancos llevan meses dotando millonarias provisiones para hacerle frente. Y, pese a la ralentización observada en el tercer trimestre, aún tendrán que hacer un gran esfuerzo.

Más digitales

Mientras lidian con estos problemas, los bancos deberán seguir operando en un tablero que cada vez tiene más jugadores. Durante los últimos años, los clientes han cambiado considerablemente su relación con las entidades financieras y, aunque aún quedan muchos que necesitan tener una sucursal cerca, los que no pisan nunca una oficina son cada día más. Santander calculaba hace algunas semanas que en los próximos dos años la operativa en sus oficinas caerá a la mitad.

Este cambio está provocando fuertes ajustes en las redes comerciales de los bancos, que serán mayores este año y que se llevarán por delante miles de empleos. Santander cerrará unas 1.033, con la consecuente afectación sobre 3.600 empleados, mientras que las fusiones para dar lugar al nuevo CaixaBank y el nuevo Unicaja conllevarán también miles de cierres.

Al calor de esta nueva relación entre bancos y clientes, más digital, surgen nuevos competidores que quieren hacerse un hueco entre los servicios financieros, como las grandes tecnológicas (bigtech). Los bancos llevan ya mucho tiempo reclamando que la regulación para estos nuevos jugadores se equilibre con la que tienen que cumplir las entidades, pero mientras las cosas no cambien esta incursión supone una fuente de presión. Una más para un sector que ya está contra las cuerdas y que afronta un 2021 más difícil que alentador.