"Santander está en otra liga". Ana Botín dejó claro hace algunas semanas que el banco que preside no tiene ningún interés en entrar en el baile de fusiones o, al menos, en el de las entidades españolas. Aunque su nombre sale en todas las quinielas, lo cierto es que Santander aún no ha movido ficha, por lo que afronta en solitario el año 2021, que será uno de los más duros para el sector bancario.

Los analistas no dejan de hacer combinaciones sobre las futuras parejas bancarias que pueden salir de esta crisis. Con la fusión entre CaixaBank y Bankia ya encaminada y tras el fracaso de las negociaciones entre Sabadell y BBVA, los potenciales jugadores tienen abiertas prácticamente todas las puertas. Sin embargo, Santander se mantiene ajeno a este partido. Como la propia explicó Botín a sus trabajadores hace algunas semanas, el banco está "en una liga distinta, en una liga global".

Pese a que el gigante bancario en el que se convertirá CaixaBank en los próximos meses liderará el mercado español, Santander ostentará el segundo puesto con un volumen de activos que supera los 350.000 millones de euros solo en este país. Es por eso que el banco no tiene urgencia por aumentar sus posiciones en España, pero hacerlo fuera de sus fronteras sí puede resultarle más interesante.

Los bancos españoles siempre han sido reticentes a las fusiones transfronterizas, tan ansiadas por los supervisores. La siempre inacabada Unión Bancaria y, especialmente, la falta de un fondo de garantía de depósitos comunitario desaniman a las entidades y tampoco ayuda el hecho de que sea más difícil vislumbrar las sinergias de una fusión con un banco de otra geografía que con uno del propio país.

Los supervisores llevan ya mucho tiempo insistiendo en la necesidad de que los bancos sean europeos y no meramente nacionales, por lo que es lógico pensar que, cuando surja la oportunidad de que dos entidades con distinto pasaporte se fusionen para dar lugar a un banco mejor (o, al menos, más rentable y eficiente), se les ponga la alfombra roja.

Esta podría ser una opción para Sabadell, que, tras la fallida negociación para su fusión con BBVA, debe encontrar su rumbo y con un equipo gestor diferente al de los últimos trece años. La posibilidad de que acabe en manos del gigante Santander ha sido muy discutida y, de hecho, un reciente informe de Álvarez & Marsal consideraba a la hipotética fusión entre ambos como la más atractiva del mercado español. Sin embargo, ninguno de los dos bancos ha movido ficha y la idea no pasa, al menos por el momento, de ser una mera suposición.

La gran amenaza

Este futuro a corto plazo de Sabadell, al igual que el del resto de los bancos españoles, pasará por afrontar una elevada morosidad, a la que aún rodea una gran incertidumbre. El momento clave llegará a mediados de 2021, cuando empiecen a vencer las moratorias de los préstamos que los clientes han solicitado a los bancos y se desate una oleada de impagos, a la que los expertos aún no han puesto cifras. Ni siquiera lo ha hecho el Banco de España en sus diversas previsiones publicadas a lo largo del año.

Por el momento, como reconocía hace algunas semanas Gonzalo Gortázar, consejero delegado de CaixaBank, la morosidad está anestesiada por las ayudas del Gobierno y de los propios bancos: "Es un espejismo de lo que nos viene por delante".

Enfrentarse a este momento será esencial para Santander y para el resto del sector, que deberá apretar sus costuras y demostrar que las provisiones que ha dotado son suficientes para no tener problemas. Tras un fuerte esfuerzo en el primer semestre, los bancos ralentizaron esta dotación en el tercer trimestre, razón por la cual el Banco de España les dio un toque de atención en público. No en vano, desde el supervisor siempre abogan por la prudencia, tanto en la dotación de provisiones como en otros aspectos, como el pago de dividendos.

La remuneración al accionista será otro punto relevante para Santander en 2021. La entidad siempre ha mostrado su voluntad de pagar dividendo pese a las restricciones impuestas por el Banco Central Europeo (BCE), como demuestra el hecho de que el banco fue el único que ha abonado un dividendo tras la llegada de la pandemia. Lo hizo en forma de acciones, que era la única vía compatible con la recomendación del supervisor.

De cara a 2021, Santander anunció que pagaría un dividendo de 0,1 euros por acción, pero es posible que tenga que modificar estos planes. El banco estudia en estos momentos cómo formular esta remuneración una vez que el BCE ya permite el pago de dividendo, pero con varias restricciones, como que el payout no supere el 15% del beneficio conjunto de los ejercicios 2019 y 2020 o que solo lo abonen entidades rentables y con fuerte posición de capital. Santander, al igual que el resto de los bancos, deberá negociar con el supervisor cuánto pagar y cómo hacerlo.

El desafío de la rentabilidad

En medio de esta marejada, Santander deberá afrontar el reto de aumentar su rentabilidad en un entorno de tipos bajos que se extenderá, aún, muchos años, circunstancia que está llevando a las entidades españolas a querer quedarse únicamente con los clientes más rentables. Si hace unos años buscaban tener cuantos más clientes mejor, ahora el foco está puesto en que estén vinculados aunque sean menos, es decir, en que cubran prácticamente todas sus necesidades con una sola entidad.

Fruto de esta nueva estrategia, Santander dio definitivamente al traste hace unos meses a su estrategia 123 y ahora exige una vinculación casi total para que el cliente pueda librarse de las comisiones.

Esta baja rentabilidad tiene mucho que ver con la necesidad de ser más eficientes, lo que llevará a muchos bancos a bajar la persiana de miles de sucursales el próximo año. Entre ellos, a Santander. El banco tiene previsto cerrar 1.033 oficinas antes de agosto, lo que conllevará la puesta en marcha de un Expediente de Regulación de Empleo (ERE) que afectará a unos 3.600 empleados.

La pandemia ha acelerado la digitalización bancaria, pero la relación entre los bancos y sus clientes hace tiempo que ha comenzado un cambio radical. Tanto es así que el banco calcula que en los próximos dos años la operativa en sus oficinas caerá a la mitad. Aunque aún quedan muchos clientes no digitalizados que necesitan tener una sucursal cerca, lo cierto es que la mayoría opera cada vez más de manera online.

En un escenario tan complejo, Santander quiere intentar hacer el viaje solo. El gigante bancario, que es la única entidad española de importancia sistémica, cree que juega "en otra liga". Es cierto, como también lo es que, en este escenario, ninguna liga bancaria está fuera de peligro.