Miedo, incertidumbre y un "cabreo monumental". Este es el ambiente que se respira de puertas para adentro en Ciudadanos después de que Inés Arrimadas haya "firmado nuestra sentencia de muerte", según resume un alto cargo del partido liberal. Lo que en un principio estaba destinado a ser un 'golpe de efecto', con muchos riesgos eso sí, para desalojar al PP de la Región de Murcia y plantar cara a la 'opa' que ya de forma indisimulada había lanzado Pablo Casado contra la formación naranja, se le volvió en contra en cuestión de horas a Inés Arrimadas, que pelea ahora por volver a unir los restos de un partido que ha terminado rompiéndose en pedazos.

En resumidas cuentas, Ciudadanos va a terminar la semana habiendo perdido el poder en Murcia y Madrid y con la mitad del partido completamente enfrentado a la otra mitad. El 'búnker' particular de la presidenta tomó una decisión vital de la que no tenía constancia prácticamente ningún otro dirigente de la formación naranja y que desataría un auténtico terremoto político en todo el país. Una moción de censura pactada con PSOE y Ciudadanos para desbancar al PP en Murcia tras 26 años de gobierno ininterrumpido de los populares tendría un efecto mariposa en la política nacional y rompería incluso el equilibrio en que permanecían instalados los dos grandes bloques políticos a nivel nacional.

Los movimientos decisivos comenzaron el martes por la noche pero, según ha podido comprobar El Independiente de varias fuentes conocedoras de las negociaciones, las maniobras se iniciaron hace meses. No se trata de una operación exclusivamente a nivel autonómico y local, como se ha defendido desde la dirección de Ciudadanos, sino de un plan a gran escala llevado por los equipos negociadores de la formación liberal y de Moncloa, con Carlos Cuadrado y Félix Bolaños a la cabeza. Desde que comenzó la pandemia, Ciudadanos se ha convertido en no pocas ocasiones en socio auxiliar de Pedro Sánchez en el Congreso, pero con el pacto en Murcia Inés Arrimadas firmaba de forma definitiva su viraje sin retorno al centroizquierda a pesar de la fuerte oposición interna.

Que el PP iba a salir en tromba contra Ciudadanos se daba por descontado en la dirección liberal. Era una crítica asumible. Las palabras "traición" e "irresponsabilidad" se sucedían en todas las intervenciones de los diferentes portavoces del partido de Pablo Casado. La voladura de puentes entre ambos era definitiva. Arrimadas, no obstante, aseguró que la decisión que se había tomado en Murcia no tendría consecuencias en ningún otro territorio, y que lo ocurrido con López Miras respondía a la propia funcionalidad con la que nacieron las siglas liberales, la de "ser implacables contra la corrupción".

Lo que no esperaba Arrimadas era que Casado iba a atreverse a apretar el botón de adelanto electoral en la Comunidad de Madrid. Sí sabía que era un riesgo por la intención que ha demostrado en varias ocasiones Isabel Díaz Ayuso de romper con Ciudadanos en la región, amparada por los rumores que siempre han recorrido la Puerta del Sol sobre la posibilidad de que Ignacio Aguado apoyase una hipotética moción de censura promovida por la izquierda madrileña. Pero Génova ya había frenado antes a la baronesa del PP y en la dirección liberal se confiaba en que también lo hiciera esta vez. Pero no fue así.

Díaz Ayuso apretó el botón de adelanto electoral para no arriesgarse a correr la misma suerte que su compañero murciano, aunque desde la formación liberal aseguran que en ningún momento Ignacio Aguado tuvo intención de plantear una moción en la Comunidad de Madrid, a pesar de la maltrecha relación entre presidenta y vicepresidente. Pero lo sucedido en Murcia "no tiene perdón", según trasladaron fuentes del PP. Y Casado se cobraría su primera vendetta: además de la disolución de la Asamblea, donde Ciudadanos conservaba 26 diputados, Ayuso firmó el cese de Ignacio Aguado y de todos los consejeros de la formación naranja, sin excepción. Arrimadas acababa de perder su posición en la joya del poder territorial, y dio orden a sus otros dos vicepresidentes -Juan Marín en Andalucía y Francisco Igea en Castilla y León- de cerrar filas con el PP en sus respectivos territorios. Pero la partida aún se iba a poner peor para Inés Arrimadas.

La fuerte disidencia interna con la que ha tenido que lidiar la dirección del partido naranja fue precisamente el desencadenante del que puede considerarse el principio del fin de Ciudadanos. Teodoro García Egea intentó pescar en las aguas revueltas del grupo parlamentario de los liberales en la Región de Murcia, en que varios dirigentes mantenían desde hacía tiempo un enfrentamiento abierto con Inés Arrimadas y contra el 'búnker' de la dirigente, y lo logró. La moción de censura urdida por PSOE y Ciudadanos fracasará. Tres diputados de Ciudadanos romperán la disciplina de voto el próximo 18 de marzo, y permitirán a Fernando López Miras seguir en el poder.

Ciudadanos, a punto de desaparecer

Arrimadas ha querido morir matando. La debacle es ya incontestable. Tras el varapalo en las elecciones catalanas -los liberales perdieron en su feudo político 30 de los 36 escaños que conservaban en el Parlament- Ciudadanos ha dejado escapar en un par de días dos de las cuatro autonomías en que gobernaba. La situación es dramática especialmente en la Comunidad de Madrid, en que las encuestas más recientes, como la de Metroscopia para El Confidencial ya pronostican que Ciudadanos desparecerá directamente del mapa, pese a que en las últimas autonómicas lograron nada menos que 26 diputados. Ayuso, por contra, arrasaría.

Restan menos de dos meses para que se abran las urnas en la Comunidad de Madrid, tiempo del todo insuficiente para que los naranjas logren recomponer un partido roto. El único poder territorial que conserva Arrimadas -al margen del Ayuntamiento de Madrid, capitaneado por Begoña Villacís- es el de Castilla y León y Andalucía, aunque los dos vicepresidentes, Francisco Igea y Juan Marín, pertenecen al sector crítico del partido. Otro de los problemas a los que se enfrenta el partido es la cascada de renuncias, perceptible especialmente en los flancos territoriales del partido, a la que se enfrenta Arrimadas, y que podría precipitarse en los próximos días.

Ante el desastre, Ciudadanos ha convocado para el próximo lunes una reunión del Comité Ejecutivo Nacional, en que sin ninguna duda se pedirá la cabeza del vicesecretario general, Carlos Cuadrado, aunque el liderazgo de Inés Arrimadas también ha quedado irremediablemente en cuestión. Desde el sector crítico, que no ha parado de crecer desde la debacle del 14-F, se pide una remodelación total de la dirección y una redefinición estratégica desde los cimientos, a pesar de que es un proceso que puede llevar meses. De no hacerlo, advierten, Ciudadanos habrá firmado voluntariamente su ruina política y su sentencia a muerte.