La sede de Génova fue testigo este martes de una noche histórica, de esas de las que el PP hace años que no experimenta y la primera bajo el mandato de Pablo Casado. La victoria de Isabel Díaz Ayuso fue rotunda, abrumadora. Superó incluso los pronósticos más optimistas. La candidata popular rozó anoche la mayoría absoluta y sumó por sí misma un porcentaje que recuerda a la era bipartidista: aglutinó el 44,7% del voto por sí misma, lo que le granjeó un resultado de 65 escaños, a cuatro de la mayoría absoluta. "Hoy empieza un nuevo capítulo en la historia de España", celebraba la presidenta, asomada junto a Casado y al resto de la plana mayor del partido al famoso 'balcón de las victorias' de Génova y acompañada de decenas de simpatizantes que celebraban el éxito de Ayuso al filo del toque de queda.

"Mi objetivo es tener un Gobierno en libertad". Esta frase se convirtió casi en un mantra en las últimas semanas, repetido tanto por la propia Ayuso como por todo su equipo durante la campaña electoral madrileña cuando a los dirigentes populares se les preguntaba sobre la posibilidad de pactar con Vox como única vía para reeditar el Gobierno de la Comunidad de Madrid. Con el resultado de esta noche, Ayuso roza con las puntas de los dedos ese deseo de gobernar en solitario y sin tutelas políticas durante los dos próximos años.

La presidenta madrileña es la gran vencedora de la noche no sólo por ganar rotundamente las elecciones, sino por haber barrido casi por completo a sus rivales políticos: el PP suma más en solitario -65 escaños- que las tres fuerzas de la izquierda en su conjunto -58 diputados-. Este resultado arroja una consecuencia clave: Isabel Díaz Ayuso podrá gobernar sin pedir permiso a Vox, ya que de ellos sólo necesita la abstención para ser investida, de nuevo, presidenta de la Comunidad de Madrid.

La formación encabezada por Rocío Monasterio -con la tutela constante de Santiago Abascal durante toda la campaña- ha sido prácticamente el único partido que ha aguantado el tirón de la candidata del PP. Aunque su resultado se ha quedado por debajo de lo que marcaban algunos sondeos y de lo que vaticinaban desde la propia formación -que aspiraban a llegar, al menos, hasta los 17 escaños-, Vox ha logrado cortar las posibles fugas hacia la bolsa azul y blindar a su electorado: sube un escaño respecto a 2019 y ocupará 13 asientos en la Asamblea de Madrid, tras arrastrar al 9,13% de las papeletas.

En principio, y según lo expresado por los principales dirigentes de la formación en una noche electoral histórica, Vox no será un impedimento para Isabel Díaz Ayuso y no condicionará a su Gobierno. "Nuestros escaños van a estar a disposición de Ayuso para facilitar su investidura. No hará falta segunda vuelta", afirmaba Rocío Monasterio desde la sede del partido. La candidata de Vox se congratulaba, además, por unos resultados que "marcan el comienzo del cambio de rumbo en toda España", suscribiendo el discurso de la candidata del PP y su órdago a Moncloa. "Estamos plenamente satisfechos (...). Os dijimos que la izquierda no iba a entrar en Madrid y la izquierda no va a entrar", apostillaba.

Estas elecciones se entienden, no obstante, como un primer y significativo frenazo a la tendencia alcista de Vox, que venía de dar el sorpasso al PP en las elecciones catalanas y que quería extender ese éxito a la política nacional. Los populares salen de estas elecciones reforzados, con Vox arrinconado y con Pablo Casado mirando al Palacio de la Moncloa, convencidos de que el éxito incontestable de Ayuso en Madrid le servirá a él para construir una alternativa nacional y sacar a la izquierda también del Ejecutivo. "Pedro Sánchez es el gran derrotado de estas elecciones", suscriben en la dirección del partido.

Ciudadanos, el principio del fin

Isabel Díaz Ayuso dobló anoche los votos que cosechó el PP en las autonómicas de 2019. Y lo hizo, en parte, gracias a capitalizar por completo el hundimiento de Ciudadanos, que desaparece en la Comunidad de Madrid. La formación naranja echó el resto en una campaña electoral en la que se presentó como alternativa moderada al ruido y a la polarización, pero no consiguió rebasar la barrera del 5%, necesaria para obtener representación. De hecho, se quedó muy lejos: sólo el 3,57% del electorado volvió a confiar en el partido naranja que perdió la friolera de 500.724 votos y, por ende, los 26 escaños que ostentaba en la Asamblea de Madrid.

Ciudadanos se ha desmoronado en cuestión de semanas. Hay que recordar que la decisión de presentar una moción de censura con el PSOE en Murcia para desbancar el PP -que finalmente fracasó- fue el detonante del adelanto electoral madrileño. Y, en cuestión de días, la formación que preside Inés Arrimadas se ha quedó con nueve escaños en el Congreso de los Diputados; se desintegró su grupo parlamentario en el Senado; y perdió tanto el Gobierno de Murcia como el de la Comunidad de Madrid. En ambos, los naranjas tenían un puesto de honor y, además de diversas consejerías, ostentaban sendas vicepresidencias regionales.

Con el pésimo resultado en Madrid, los liberales caminan hacia el abismo. En estos momentos, además de concejalías, sólo conservan dos ejecutivos autonómicos: el de Castilla y León y el de Andalucía. Y las encuestas en esta última región auguran un futuro funesto a los de Arrimadas, rozando también la desaparición en el Palacio de San Telmo.

La caída libre de Ciudadanos, por contra, es una noticia óptima para el PP. Pablo Casado, con Isabel Díaz Ayuso como vital intermediaria, ha logrado la remodelación casi definitiva del espacio del centroderecha y se ha quitado a un rival político que, hasta la fecha, pescaba en el caladero de votos de los populares. Y esta circunstancia pone en un aprieto a Pedro Sánchez que, en mitad de un acelerado calendario electoral, pierde una de sus principales fortalezas para combatir al jefe de la oposición: la fragmentación del centroderecha.