El clima del 23-J está cambiando de nuevo. Tras semanas en las que el PSOE sentía que podía respirar y en las que veía todo se le cruzaba al PP por el enredo de sus pactos con Vox, ahora, en la recta final de la campaña, en la fase decisiva, el ambiente, tan importante en política, va girando de nuevo a favor de los populares. El cara a cara entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo marcó un punto de inflexión, por el claramente peor desempeño del presidente del Gobierno. Y cuando el ánimo interno seguía bajo, el candidato popular aventó una crítica que recordaba mucho lo que sucedió al término del trayecto hacia las autonómicas y municipales del 28 de mayo: el cuestionamiento del voto por correo. Pero esta vez, a diferencia de lo que ocurrió entonces, la dirección reaccionó más rápidamente para evitar que el mensaje sobre la fiabilidad del sistema calase y nutrir la "desafección". La polémica, eso sí, se lo comía todo en este práctico ecuador de la campaña.
Feijóo levantó la duda el miércoles en Murcia, en un mitin. Pidió a los carteros que se esfuercen al máximo para que, "con independencia de sus jefes", "repartan todo el voto antes de que acabe el plazo". Le siguió su número dos en el partido, Cuca Gamarra, al cuestionar la "diligencia" de los jefes de Correos, empresa pública que presidió el propio Feijóo entre 2000 y 2003 —nombrado por José María Aznar— y que desde 2018 dirige Juanma Serrano, primer jefe de Gabinete del hoy presidente. "Lo que pretende Pedro Sánchez es que no votemos porque él cree que, así, ganaría", decía este jueves la propia Gamarra en OK Diario. Correos negó las invectivas, garantizó que las papeletas llegarán y que el sistema es "seguro y garantista" y también los sindicatos desmintieron todo tipo de intenciones de obstaculizar el ejercicio del derecho al voto. Las centrales, no obstante, sí se han quejado de la improvisación y el desorden de la cúpula de la empresa pública.
Ferraz se movilizó con mayor agilidad esta vez. El mismo miércoles Sánchez, desde Vilna (Lituania), al término de la cumbre de la OTAN, y sin haber podido escuchar las palabras de Feijóo, ya advirtió del peligro de "socavar la confianza" en las instituciones. Y por la tarde, la presidenta del Congreso y cabeza de lista por Barcelona, Meritxell Batet, subrayó que el PP traspasaba todas las líneas rojas en dirección "populista" y "trumpista".
Además del presidente, salieron a defender la limpieza del sistema electoral y cargar contra el PP varios ministros y el expresidente Zapatero
Pero este jueves ya fue mucho más directo y claro: en la SER, acusó al líder de los populares de "embarrar el debate político" para "tapar" sus pactos con Vox justo en el día en que arrancaban los debates de investidura de Carlos Mazón en la Comunidad Valenciana —que fue finalmente elegido con los votos de su formación y de la ultraderecha— y de María Guardiola en Extremadura. En ambos territorios funcionarán ejecutivos de coalición entre las dos derechas. El presidente advirtió de que el propósito del PP es crear "desafección" para que los españoles "no vayan a votar o desconfíen del proceso", cuando España es una "democracia plena, robusta" y el sistema electoral es "limpio" y confiable.
No fue él el único que salió al quite por su partido y contra Feijóo. También lo hizo la portavoz del PSOE, Pilar Alegría —"¿Acaso cuando era presidente de Correos manipulaba los sobres [de votación]? Bien es verdad que en el manejo y manipulación de los sobres nadie le puede quitar la autoridad al PP"—, o el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños —"Feijóo es un ultra vestido con piel de cordero. Es una persona con la que tenemos que tener cuidado porque no tiene límite, basta ya de bulos, de mentiras y de poner dudas en el voto por correo"—.
O la portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez: es "indecente e indignante que quien aspira a dirigir este país cuestione algo tan básico como el sistema democrático y el voto por correo". Y también desde Granada el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, protagonista de la caravana b del PSOE: él acusó a todas las "derechas populistas y extremistas" de usar "la misma táctica" de "sembrar la duda" sobre el proceso electoral, que está "avalado, es limpio, funciona", es "transparente y objetivo". "Así es el pueblo español, nunca se le pasa por la cabeza que alguien vaya a intentar un fraude", remachó.
La intencionalidad del PSOE y del Gobierno era evidente: detener de inmediato las palabras de Feijóo, impedir que la bola se hiciera más grande. Y hablar sin dar vueltas y sin eludir la cuestión. Por la tarde, Sánchez protagonizó un acto en Santander, el primer mitin en una semana, y él mismo hizo referencia a la polémica: "La derecha siempre ha utilizado cualquier método para poder llegar al poder y horadar la credibilidad de los socialistas. Por eso no me extraña nada lo que están haciendo hoy, por ejemplo, o en otros muchos debates, y nosotros lo que tenemos que hacer es reivindicar el juego limpio, la esperanza, el optimismo y el que España salga adelante el próximo 23-J". Aún más explícito fue el secretario regional y exvicepresidente de Cantabria, Pablo Zuloaga: "Lo último" del PP, dijo, es "atacar" a Correos y cuestionar el sistema, y eso es a su juicio practicar la "política de mal perdedor", pero el PP "no va a llegar a su objetivo".
¿Pucherazo¿
La política seguida en esta ocasión por la cúpula, pues, fue muy distinta a la del 28-M. En aquel momento, afloraron los casos de presunta compra de votos primero en Melilla y después en otros puntos de España que afectaron más al PSOE. Pero la dirección prefirió no entrar al combate directo para no dar más vuelo al tema. El presidente, en el penúltimo día de campaña, se refirió al intento de la derecha política y judicial de "embarrar" el terreno de juego para desanimar a los votantes socialistas.
En los comicios del 28-M, la dirección y Sánchez prefirieron no ir al combate frontal para no agrandar la polémica, pero la bola siguió creciendo
Pero no lanzó una acusación frontal contra Feijóo y su partido, pese a que dirigentes como la jefa del Ejecutivo madrileño, Isabel Díaz Ayuso, hablaron directamente de "pucherazo". Este jueves, el líder del PP no llegó tan lejos. En una entrevista en esRadio, remarcó que en ningún caso quería hablar de "pucherazo", sino que se había limitado a advertir, basándose en las quejas de los sindicatos de Correos, del "atasco" en el reparto de las papeletas para votar. Por la noche, en el debate a siete en RTVE, ningún portavoz —desde luego, no la del PP, Cuca Gamarra— arrojó dudas sobre el sistema de voto por correo, ni fue objeto de conversación.
"No hay que dejar nada sin responder, y menos cuando se trata de un reincidente", razonaba un miembro del núcleo duro del presidente Sánchez, que recordaba que ya Feijóo dudó del resultado de las elecciones gallegas de 2005, las que dieron la victoria al PSdeG y al BNG y desalojaron al PP del poder.
La respuesta socialista el 23-J, por tanto, era distinta a la que dio el 28-M. Precisamente con la intención de cortar de raíz la polémica y evitar que se expandiese. En la cúpula del PSOE algunos dirigentes también señalaban la relación entre Feijóo y el sindicalista de CCOO "responsable" del sector en su central, Regino Martín, a quien el propio jefe del PP definió como su "amigo comunista". Martín había llegado a afirmar que el presidente de Correos "no está facilitando el voto" y que "el Gobierno no parece que esté encariñado con que la gente vaya a votar". El líder confederal de Comisiones, Unai Sordo, desautorizó a Martín de manera fulminante: "No compartimos que haya ninguna intencionalidad política detrás de la gestión de este voto". El de Martín, aseguró, "es un mensaje muy peligroso, deslegitimador de un proceso electoral" y CCOO quiere ser "taxativa".
No hay que dejar nada sin responder, y menos cuando se trata de un reincidente", señala un miembro del núcleo duro del presidente
Pero el PSOE evitó cargar en público contra el sindicalista o contra la central y se centró en la crítica al PP. La estrategia de Ferraz fue apagar el fuego lo antes posible, atajarlo de raíz cuanto antes y apuntar a Feijóo y a su partido. Lo resumía un veterano dirigente ahora plenamente conectado con la cúpula de Sánchez: "Son unos inmorales". Y por eso la pronta reacción. Pero también había responsables que señalaban que el PP se había anotado un tanto al obligar a que la campaña girase sobre el tema que Feijóo había puesto encima de la mesa, al imponer su marco y encadenar varios días en positivo tras el cara a cara en Atresmedia. Los socialistas intentan recuperar el control, pero ha pasado ya una semana y el balance no es positivo. Comienza ahora la segunda parte de la campaña, la decisiva. En Ferraz se alegraban, al menos, de que el segundo debate, el a siete en RTVE, la noche del jueves, y con Patxi López como su portavoz, había salido bien. "Todo suma", confiaban.
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