En realidad, podría estar todo (de nuevo) en su mano. Lo estuvo en muchos procesos de conformación de gobierno anteriores, pero ni el PNV, ni la realidad y la aritmética política es la misma que entonces. Hasta hace unas horas, y sin que el acuerdo se hubiera alcanzado, nadie dudaba de que el candidato del PSOE contaría con el respaldo de los cinco diputados del PNV. Esta mañana se ha confirmado el acuerdo entre ambas formaciones. La confianza estaba instalada desde el primer día, la incógnita sólo radicaba, radica, en que si será vía sí –como hace cuatro años- o abstención. Ni una opción ni la otra supone ya un problema. No, la del PNV no ha sido una posición de fuerza en esta negociación, ni por las circunstancias ni por su disposición. En público, Sabin Etxea no ha llegado a poner en riesgo su apoyo al PSOE en ningún momento.

Durante los tres meses y medio transcurridos desde las elecciones hasta el día de hoy, los focos han estado en otro lado, pese a que esta vez también los cinco votos del PNV eran decisivos… sin serlo. La confirmación ayer de la firma del acuerdo entre el PSOE de Sánchez y el Junts de Puigdemont arrinconó un poco más el valor del PNV de Ortuzar en la ‘operación Sánchez’. Semanas antes, Otegi se presentó como el aliado más fiel de Sánchez anunciando seis síes a Sánchez 'gratis et amore'. Ambos líderes independentistas irrumpen esta legislatura como determinantes para el devenir de la misma.

Ayer, tras la firma del acuerdo en Bruselas pocos se acordaron de que aún quedaban ellos, los jeltzales. La idea de que el tortuoso camino hacia la investidura había terminado se extendió entre el entorno socialista, que no tardó en filtrar la posible fecha de investidura -15 y 16 de noviembre-. Poco después, alguien se dio cuenta de que quedaba la firma del PNV, que los nacionalistas vascos merecían algo más de consideración, y se puntualizó que la fecha publicada aún no era ‘oficial’. La consideración llegará esta mañana con la firma del acuerdo a la que accederá el propio Pedro Sánchez en un gesto de consideración que no ha tenido con ninguna de las formaciones con las que ha alcanzado un acuerdo.

Lo sucedido ayer fue el reflejo de un proceso de devaluación del peso del PNV en la política nacional. La formación ha apostado por el silencio y la discreción hasta el extremo. Hasta hoy ninguna de las dos partes había desvelado cuál era el estado de las negociaciones. Mientras el resto de partidos publicitaba los avances y retrocesos o incluso escenificaba la firma de documentos y apretones de manos, en Sabin Etxea impusieron el silencio desde el primer momento.

Un apoyo anunciado desde el primer día

En estos 110 días el portavoz del PNV en el Congreso prácticamente ha desaparecido de la escena pública. Ha sido él quien ha liderado las negociaciones que hasta última hora de ayer continuaban: “No tenemos nada relevante que anunciar”, aseguraban desde el PNV minutos después de que Santos Cerdán (PSOE) asegurara que el acuerdo con los nacionalistas vascos estaba o hecho o cerca de estarlo. Estaba en lo cierto. El PNV ni siquiera ha dejado lugar para la incertidumbre. Apenas unas horas después de que Santos Cerdán lo anunciara, lo ha confirmado con la rúbrica presidencial de este mediodía en el Congreso de los Diputados.

El PNV tenía claro que debía esperar a conocer el desenlace de la negociación con Puigdemont que tenía abierta Ferraz. Incluso contribuyó a desbrozar el camino con varios encuentros con el expresident en Bruselas, presentados como una recuperación de relaciones entre los dos partidos. En público, el PNV ha insistido en que su prioridad era facilitar un Gobierno de Sánchez y evitar una repetición electoral que diera una segunda oportunidad “a la derecha y la extrema derecha”. Esta posición ha precipitado que el PSOE diera por descontado el apoyo de los nacionalistas de Ortuzar. Una posición que llegó a molestar al lehendakari. Esta semana el propio Urkullu tuvo que levantar la voz para recordar que ellos seguían ahí, que los cinco votos del PNV seguían siendo relevantes y necesarios y que no se podían dar por descontados sin un acuerdo previo.

El PNV venía reclamando lo que ya se había comprometido Sánchez la pasada legislatura y ha incumplido. Demandas ‘viejas’ e incumplidas que sabrán a poco si son el único rédito esta vez. El cumplimiento íntegro del Estatuto de Gernika es un compromiso de 2020 que ahora se vuelve a negociar, aunque con más garantías. También las inversiones para el País Vasco están sobre la mesa, con el TAV y sus retrasos crónicos como una capítulo repetido de todas las negociaciones. En el acuerdo finalmente alcanzado también se incluyen compromisos en torno al euskera o al reconocimiento del marco vasco de relaciones laborales.

El independentismo catalán y EH Bildu se le han adelantado en las reclamaciones soberanistas. La izquierda abertzale ha prometido sus seis síes a Sánchez sin, aparentemente, contraprestación alguna. Ayer Puigdemont proclamó que el apoyo “a cambio de nada” con este Gobierno se había terminado, en referencia a ERC.

Exigencias antiguas y repetidas

Otegi sí ha subrayado, sin que el PSOE lo cuestione, que esta legislatura el derecho a decidir y el ‘reconocimiento nacional de Euskal Herria’ estará en el centro del debate político. Ayer el acuerdo de Junts mostraba un compromiso para abrir el debate en una mesa con ‘verificador internacional’ de un referéndum de autodeterminación bajo el amparo del artículo 92 de la Constitución.

En mitad del proceso de negociación, sin que fuera uno de los ejes de su campaña y programa electoral, el PNV resucitó su reclamación más soberanista, casi al mismo tiempo que lo hacía Bildu. El reconocimiento de la nación vasca irrumpió en boca de su presidente como una de las exigencias de la negociación. Una petición que se podría concretar en dar pasos en favor de un nuevo estatuto vasco. El documento articulado que propone el PNV incluye el derecho a decidir y una nueva relación confederal de Euskadi con España.  

Entre los traspasos de competencias que viene negociando sin duda el más deseado por el PNV es el régimen económico de la Seguridad Social. Podría ser este uno de los logros más valiosos que aflorara en la negociación a punto de culminar. El PNV necesita un golpe de efecto de esa envergadura o superior para justificar haberse quedado relegado en foco y tiempo en todo este proceso bajo la sombra de Puigdemont. Otras transferencias, como el traspaso de las Cercanías, también quedarían como un eco del acuerdo de otros, de los negociadores de ERC con los Rodalíes en Cataluña, pese a ser una cuestión que el PNV negocia sin éxito desde hace años.

El ajuste del Cupo también está sobre la mesa. Más aún tras el acuerdo de condonación de deuda cerrado con ERC y que supondrá reducir en hasta 15.000 millones de euros los números rojos de las instituciones catalanas. Euskadi no forma parte del régimen común y advierte de que una decisión de este volumen extendida al conjunto de CCAA tendrá impacto en los presupuestos e indirectamente podría traducirse en una subida del Cupo a pagar por el País Vasco.