La dimisión de Albert Rivera el pasado lunes fue la primera gran consecuencia -y a día de hoy casi la única- de la negra transición de Ciudadanos, en la que ha pasado de conquistar un terreno electoral de 57 escaños y acariciar el sorpasso a luchar por la supervivencia en apenas unos meses. La salida del líder precipitaba un escenario inédito dentro del partido, por el que algunos dirigentes presentes en la última reunión con Rivera llegaron a pedirle que aguantase al menos hasta la celebración de la Asamblea General, para pilotar una sucesión ordenada y mantener a raya las posibles disidencias.

Pero nada sirvió. Su salida -también de la vida pública en general- implicó desde el mismo momento de su dimisión la disolución de la Ejecutiva permanente del partido, que permanece en una situación de interinidad. El descabezamiento del proyecto ha tenido consecuencias, y es que en tan sólo unos días se han multiplicado las voces críticas -especialmente provenientes de los feudos naranjas a nivel territorial- que admiten errores estratégicos "desde abril" y piden extender la depuración interna inaugurada por Rivera a todos los cargos ejecutivos responsables de "llevar al partido al borde del abismo".

Pero nada más lejos de la realidad, al menos en el tiempo que resta de aquí a mediados de marzo. Los naranjas, capitaneados momentáneamente por José Manuel Villegas como secretario general en funciones, eligieron seguir a rajatabla los plazos legales que marcan sus estatutos: el próximo 30 de noviembre, los 160 miembros del Consejo General aprobarán -o no- una lista de entre 10 y 15 miembros que tomarán las riendas de Ciudadanos hasta la celebración de la Asamblea General -cuya fecha quedará fijada para no antes del 10 de marzo-. Unos 15 días antes de la misma, el partido celebrará un proceso de primarias en que se seguirá el mismo sistema que a nivel territorial (voto telemático) y la candidatura ganadora -actualmente sólo concurre Arrimadas- quedará ratificada en el mencionado congreso extraordinario.

El bastón de mando -temporal- lo ostenta el propio Villegas, única cabeza que ha permanecido visible tras la debacle electoral. En este sentido, todas las miradas están dirigidas a una figura 'escondida' pero de la máxima relevancia ahora dadas las circunstancias: Manuel García Bofill, presidente tanto del Consejo General como de la gestora que él mismo designará contando, eso sí, con el beneplácito del partido.

Pese a ser preguntado en varias ocasiones al respecto, Villegas no ha querido despejar los criterios en los que se basará Bofill para elegir la gestora, aunque fuentes cercanas a la cúpula del partido indican que el continuismo se impondrá como pauta a seguir en la elección del órgano que marcará la estrategia del partido en los próximos meses.

La designación de los miembros de la gestora depende de Manuel Bofill, que se decantará por el continuismo"

"Hace falta una gestora fuerte para hacer frente a un período de transición desconocido", justifican, en la que las mismas fuentes apuestan por una estrategia común que evite bandazos en un "momento clave", al tiempo que dan por descontada la presencia destacada de Villegas en la gestora y no cierran la puerta a los máximos responsables del desastroso resultado en las urnas, como Fran Hervías, aunque también cobran fuerza nombres como el de Edmundo Bal o Luis Garicano.

Cuadros del partido disidentes de la línea oficialista apuntan además que la posibilidad de que Bofill inice la regeneración que demandan barones como Francisco Igea, Ignacio Prendes e, incluso, Juan Marín en su lista sería tener "fe de la buena", y apuntan que, aunque haya consejeros que el próximo 30 de noviembre "mostrarán su rechazo al continuismo" el Consejo General "está lleno de cargos procedentes del aparato del partido", por lo que no saldrán adelante los votos en contra.

De hecho, el grueso del Consejo General son los denominados compromisarios (representantes elegidos por los afiliados) y su composición se decidió en la Asamblea General de febrero de 2017 por lo que, "aunque haya gente que ha cambiado de opinión", la mayoría de consejeros eran afines a Albert Rivera y al núcleo del partido.

Las mismas fuentes apuntan al propio Bofill, regente de la formación naranja hasta la designación de Arrimadas, como uno de los máximos representantes del aparato. Se trata de uno de los fundadores de Ciudadanos más recluidos a la gestión interna del partido: nunca ha desempañado cargos públicos, aunque fue secretario general del partido durante su etapa catalana, entre 2007 y 2009.

Arrimadas "sí", pero con "savia nueva"

"Lo lógico sería que cada una de esas personas que entienden que tiene que haber modelos de partido diferentes, formen equipos y se presenten a las primarias". Así respondía el actual máximo responsable de Ciudadanos, José Manuel Villegas, a las propuestas de renovación procedentes no sólo de los feudos territoriales, sino de unas bases descontentas que empiezan a organizarse para plantar batalla al núcleo duro en busca de "una regeneración completa".

De hecho, fuentes cercanas al secretario general ven con malos ojos que pesos pesados territoriales -como Marín, que califica ahora de "error" que Ciudadanos no facilitase la investidura de Pedro Sánchez antes de la repetición electoral- se manifiesten ahora "en contra de una posición que se aprobó de manera unánime en el partido" que, consideran, no fue "errática". El propio Villegas aseguraba "a título personal" que la abstención "no era factible desde un punto de vista político", y censuraba la visión del vicepresidente andaluz argumentando que "Sánchez tenía un plan para llegar al Gobierno con los separatistas y con los populistas de izquierdas".

Otro de los dirigentes que ha desafiado abiertamente el criterio de la cúpula ha sido Francisco Igea, quien llegó a sugerir un intercambio de cromos: entregar Castilla y León al PSOE a cambio de que Sánchez no pactase con Iglesias, una propuesta que desautorizó horas después el secretario general como voz oficial del aparato 'riverista'.

Las idas y venidas entre núcleo y disidentes pone de manifiesto la apertura de una brecha que, confían, sepa cohesionar la -por ahora- única candidata a suceder a Rivera, que ya anunció "cambios en el partido" porque "de estas situaciones tenemos que aprender".

En este sentido, dirigentes de unos y otros sectores han coincidido en señalar a Arrimadas como "la mejor candidata posible", aunque los disidentes de las políticas "que han llevado a Ciudadanos a esta situación" subrayan la necesidad de que haga borrón y cuenta nueva e incluya "savia nueva, atrayendo también a gente que se fue y se desencantó". "Confiamos en que sepa rodearse bien", zanjan.