Europa

Los 21 'tories' que han frenado a Boris Johnson (de momento)

Cuatro de los 21 rebeldes 'tories' con Boris Johnson

De izqda. a dcha, Dominic Grieve, Ken Clarke, Philip Hammond y Nicholas Soames, rodean a Boris Johnson. CARMEN VIVAS

El Brexit ha dinamitado la quintaesencia del Reino Unido. La muestra más clara ha sido la rebelión más insólita que se recuerda. Una revuelta en el seno del Partido Conservador contra el primer ministro, Boris Johnson.  ¿Imaginan a alguien más conservador que el noveno duque de Wellington o el nieto de Winston Churchill? Los dos egregios caballeros, ya septuagenarios, han saltado del barco de los tories, al igual que otros 20 diputados.

Rechazan la deriva emprendida por Boris Johnson sobre el Brexit. Han ayudado a parar los pies al primer ministro y a poner freno al Brexit sin acuerdo. Al menos de momento.

Un grupo de diputados de varios partidos, entre ellos el conservador Oliver Letwin, logró el apoyo del speaker, John Bercow, para que se votara que el Parlamento recuperara el control de la agenda parlamentaria y una ley para solicitar una nueva prórroga en caso de que no hubiera acuerdo de salida.

La imagen más impactante la ha protagonizado Phillip Lee, ex ministro de Justicia y defensor de un segundo referéndum, que se ha pasado literalmente a las filas de los liberaldemócratas mientras intervenía Boris Johnson por primera vez como primer ministro en la sesión de preguntas en los Comunes.

En las cinco sesiones parlamentarias que afrontó Boris Johnson cosechó seis derrotas históricas, más que su predecesora, Theresa May, en sus casi tres años en el 10 de Downing Street. Tampoco logró que los Comunes anticiparan las elecciones, cuestión que votaron en dos ocasiones.

“Hay que saber retirarse a tiempo”, decía el primer Duque de Wellington, artífice de la derrota de Napoleón en la batalla de Waterloo. Así lo ha hecho su descendiente. Arthur Charles Valerian Welleslley, noveno duque de Wellington, ahora figura como independiente en la Cámara de los Lores gracias a los deméritos de Boris Johnson.

El noveno duque de Wellington, que también es duque de Ciudad Rodrigo, fue uno de los 19 lores tories que votaron en contra del Acuerdo de May en mayo del año pasado. Según Lord Welleslley, que se ha dedicado a los negocios, dijo en julio pasado, “una salida sin acuerdo conllevaría en el mejor de los casos un riesgo altísimo y en el peor tendría consecuencias.

Si Churchill resucitara...

También ha tenido un gran impacto el discurso de Nicholas Soames, nieto del que fuera primer ministro británico Winston Churchill, en el Parlamento, donde votó, al igual que otros 20 diputados conservadores a favor de controlar la agenda del Brexit y de pedir una nueva prórroga a la Unión Europea, en caso de que no haya acuerdo, para evitar una salida salvaje.

En su última intervención en la Cámara de los Comunes, Nicholas Soames recordó que siempre había votado a favor de que se cumpliera con el resultado del referéndum.

Con extraordinaria flema británica, Soames señaló: “Siempre he votado a favor del Acuerdo de Retirada en esta Cámara, lo que es más de lo que podemos decir del primer ministro y otros miembros del gobierno, cuya deslealtad continuada ha servido de inspiración a muchos de nosotros”.

Boris Johnson se desmarcó del gobierno de Theresa May en varias votaciones. Sin represalias. Quienes lo han hecho ahora han sido amenazados de expulsión del grupo parlamentario y de no optar a ser reelegidos en unas más que probables elecciones anticipadas.

Según Soames, la salida sin acuerdo sería un acto de daño autoinflingido. “Si tus contrapartes en una negociación no se comportan como quisieras, eso no tiene por qué significar que tu estrategia sea exitosa o eficaz”.

Sobre la solicitud de prórroga, en caso de que no haya acuerdo, que fue finalmente aprobada por 327 votos a favor y 299 en contra, añadió: “Es una ley modesta en sus ambiciones pero poderosa en su mandato porque tiene como objetivo evitar el desastre de una salida sin acuerdo y dar al Gobierno y a los Comunes una posibilidad más de encontrar una solución”.

En una entrevista con The Times, Nicholas Soames establecía una clara diferencia entre el que fuera primer ministro del Reino Unido en plena Segunda Guerra Mundial y el actual jefe del Gobierno, quien siempre ha evocado a Winston Churchill como su gran referente político. Soames afirma que Boris Johnson ni es “un diplomático ni un hombre de Estado”, quien ha pasado “de contar porquerías sobre la Unión Europea en Bruselas a ser primer ministro”.

El nieto de Winston Churchill, quien fuera el primer ministro con quien inauguró su reinado Isabel II, ya dijo en 2016 a El Mundo que su abuelo habría votado a favor de la permanencia del Reino Unido en la UE, como hizo él mismo. Entonces, durante la campaña por el Brexit, fue cuando Boris Johnson y Nicholas Soames, que colaboró en la investigación realizada por el ahora primer ministro para escribir El factor Churchill, se distanciaron.

Soames no oculta su preocupación por los derroteros del actual Partido Conservador y es muy crítico también con Jacob Rees-Mogg, a quien considera “un fraude”.

Rees-Mogg, quien fuera azote de la ex primera ministra Theresa May, ahora forma parte del Consejo Privado de la Reina. Pura élite como el propio Boris Johnson, argumenta ahora en defensa del “pueblo” frente a la democracia representativa, como si hubiera bebido de las mismas fuentes que Pablo Iglesias.

“Siempre hemos sido pragmáticos, sensatos, buenos en nuestro trabajo, y siempre hemos actuado en defensa de los intereses del país. Ahora el partido es una secta brexitera”, decía Soames en la entrevista en The Times.

Conservadores leales y ejemplares

El Partido Conservador, el más antiguo del mundo, está viviendo una transformación excepcional y la purga de los 21 tories es una muestra.

Como señala The Economist, en un artículo titulado El Frente Conservador Revolucionario del Pueblo, si usted se imagina un conservador, verá la imagen de Philip Hammond, ex ministro de Hacienda en el gobierno de Theresa May. “Es alto, de pelo cano, y con un sentido del humor mordaz que encaja perfectamente con su árida política fiscal”.

Hammond, defensor de la permanencia pero muy disciplinado como parte del gabinete de May, ha dicho que apartar de las próximas elecciones a los rebeldes conservadores sería por parte de Boris Johnson “asombrosamente hipócrita”. Ha recordado que ocho miembros del actual gobierno desafiaron la disciplina de voto cuando May estaba al frente del gabinete.

“Quiero honrar el manifiesto de 2017, que prometía una salida ordenada y tranquila que condujera a una relación profunda y especial con la UE. No hacia un acuerdo sin salida y no democrático”, ha dicho Hammond.

En su último tuit, del 8 de septiembre, Philip Hammond escribía: “El Partido Conservador ha sido tomado por asesores no electos, arribistas y usurpadores que están intentado transformarlo de una comunidad amplia a una facción de extrema derecha. Tristemente, no es el partido del que formé parte”.

Como cabeza visible de esos “asesores no electores” está Dominic Cummings, el Rasputín que impulsó la campaña del Brexit con el célebre lema “Vote Leave. Take back control”. Es decir, votad por la salida para recuperar el control. No se refería a recuperarlo para que lo ejerciera un Parlamento plural sino un gobierno brexitero a ultranza.

Entre los 21 rebeldes destaca también el europeísta Kenneth (Ken) Clarke, el father of the House of Commons (decano) de la Cámara de los Comunes, que lleva 49 años como diputado tory. Es conocido como The Big Beast, por su grandeza física y moral.

Lo ha sido casi todo en los gobiernos conservadores: ministro de Sanidad, de Educación, de Hacienda y de Justicia. Aunque se presentó en tres ocasiones, nunca pudo liderar el Partido Conservador, pero es una de sus figuras más respetadas.

Incluso ha llegado a reconocer que se estaba planteando votar a favor de Jeremy Corbyn, líder laborista, en una previsible moción de censura si fuera la única vía para evitar un Brexit sin acuerdo. Fue el único diputado conservador que votó en contra de que se ejecutarse el artículo 50, la salida del Reino Unido de la UE.

Otra de las voces más potentes contra los tejemanejes de Boris Johnson, quien revolucionó  los Comunes al suspender temporalmente las sesiones durante cinco semanas en plena crisis del Brexit, ha sido Dominic Grieve, ex fiscal general y presidente de la comisión de inteligencia y seguridad. Ha declarado que quiere "salvar al Partido Conservador de los antojos de Boris Johnson". Y asegura que ahora todo lo posible por evitar que caiga en un senda "inconstitucional".

El cierre temporal del Parlamento, sobre el que ha de pronunciarse la próxima semana el Supremo, tras considerarlo ilegal un tribunal escocés y legal otro de Belfast y uno de Londres, tuvo lugar el pasado lunes 9 de septiembre con gran estruendo. Muchos diputados portaban carteles en los que se leía “silenciado”.

John Bercow, presidente del Parlamento, que anunció en esa sesión del lunes que se dejaba el cargo el 31 de octubre, fue tajante: “Esta suspensión no es normal. Está fuera de lo habitual. Es una de las más largas en varias décadas y representa para muchos en la Cámara y mucha gente fuera un mandato ejecutivo”.

En el grupo de los tories sublevados figuran también David Gauke, ex ministro de Justicia; Rory Stewart, ex secretario de Estado de Cooperación Internacional y candidato al liderazgo tory; David Lidington, viceprimer ministro de facto de Theresa May; Justine Greening, ex ministra de Educación, una de las primeras conservadoras en apoyar un segundo referéndum; y Caroline Noakes, ex ministra de Inmigración, entre otros.

La purga de diputados conservadores es uno de los mayores errores tácticos que ha cometido Boris Johnson", dice Feás

Enrique Feás, investigador asociado del Real Instituto Elcano, destaca que esta purga es “uno de los mayores errores tácticos que ha cometido Boris Johnson”.

“En el Reino Unido los parlamentarios son libres y votan en conciencia. Con Theresa May nadie se planteó amenazarles. Con la decisión de echar a gente como Kenneth Clarke, respetadísimo, o Philip Hammond, leal y juicioso, ha generado un malestar en el partido que puede ser más importante de cara a la consecución de sus objetivos”, explica Feás, experto en el Brexit.

Boris Johnson prometió al asumir como líder conservador el 24 de julio trabajar por la unidad del partido. Pero ha hecho lo contrario.

Igual que David Cameron aceptó el referéndum sobre el Brexit por temor a que el partido conservador saltase por los aires debido a la presión de los brexiters y de Nigel Farage, entonces líder del UKIP y ahora del Partido del Brexit.

En sus memorias, con el título de For the Record, y tras haberse embolsado 800.000 libras (unos 896.000 euros), Cameron señala que piensa todos los días en la derrota en el referéndum del Brexit. Critica a Boris Johnson y a Michael Gove  por su defensa de la salida de la UE, defiende un segundo referéndum, pero no entona un mea culpa.

Como consecuencia de las anunciadas represalias contra los disidentes, el hermano menor de Boris Johnson, Jo Johnson, ministro de Universidades dejó el gobierno y su escaño como diputado. Dijo que había estado dividido “entre la lealtad familiar y la defensa del interés del país”.

La familia Johnson está dividida sobre el Brexit. El padre, Stanley, quien trabajó en la Comisión Europea, defendió la permanencia, aunque ahora apoya a su hijo primer ministro. Sin embargo, la hermana de Boris, Rachel, periodista, es contraria al Brexit, así como Jo, el menor. Más callado pero también europeísta es Leo Johnson.  

También dejó el gabinete Amber Rudd, la ministra de Empleo y Pensiones. En su carta al primer ministro, afirmaba: “No puedo soportar que los conservadores moderados leales sean expulsados”. Y calificaba la purga como “un acto de vandalismo político”.

Revolución conservadora populista

Según The Economist, esta purga no es sino la muestra más visible de una revolución que está transformando el partido político más antiguo del mundo. “Quienes abogan por la prudencia fiscal, el liberalismo social y una salida ordenada de la UE han sido apartados. Quienes defienden un autoritarismo de barra libre y una salida sea como sea de la UE están en ascenso”, dice el semanario.

Incluso se plantea si el primer ministro podría no hacer caso del mandato del Parlamento que le insta a pedir una prórroga en caso de que no se llegue a un acuerdo con la Unión Europea. “Es un gobierno que no parece conservador ni fiscalmente, ni institucionalmente”, señala Ryan Shorhouse de Brigth Blue, un think tank tory liberal, en The Economist.

Pese a todo, en la última encuesta de Opinium/ Observer el Partido Conservador aventaja a los laboristas por 12 puntos. Los tories obtendrían un 37% de votos, los laboristas un 25%, los liberaldemócratas, que celebran este fin de semana su congreso, un 16%, y el Partido del Brexit, un 13%.

Para Belén Becerril, subdirectora del Instituto Universitario de Estudios Europeos y profesora de Derecho en la Universidad CEU San Pablo, sería inconcebible que Boris Johnson no cumpliera la ley.

Lo que han hecho los 21 es apoyar la ley que exige que el gobierno británico solicite una prórroga. Han puesto el país antes que el partido", afirma Belén Becerril

“Lo que han hecho los 21 es apoyar la ley que exige que el gobierno británico solicite la prórroga. Han puesto el país antes que el partido. Han colaborado a que eso sea posible y que el gobierno del Reino Unido se vea obligado a solicitar la prórroga. Si el gobierno británico no la solicitase, sería una quiebra del Estado de derecho. Antes de eso, creo que dimitiría”, afirma la experta.

La lectura española es clara. “La democracia, los derechos fundamentales y el Estado de derecho, están unidos. No puedes invocar la democracia y saltarte el Estado de Derecho. En Cataluña los independentistas han vulnerado la ley”.

Boris Johnson debería escuchar al primer duque de Wellington y emprender la retirada a tiempo, incluso para hacer posible la vuelta, antes de cometer un error semejante. O bien lograr un acuerdo con la Unión Europea, algo que aún sigue siendo posible si limita la salvaguarda a Irlanda del Norte, aunque el reloj avanza implacable hacia el 31 de octubre.

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