El colectivo que el 1 de abril convocó a miles de jóvenes belgas en un bosque de Bruselas, evento que terminó con cargas policiales y una veintena de detenidos y otros tantos heridos, vuelve a desafiar al Gobierno citando a la juventud a luchar por su "derecho a la fiesta", tras seis meses de duras restricciones sociales anticoronavirus en Bélgica.
En esta ocasión, y en un contexto de creciente tensión entre la juventud y las autoridades, los promotores de ese grupo anónimo autodenominado "l'Abîme" (el Abismo), reclaman al Ejecutivo federal que les conceda una autorización oficial para que los jóvenes puedan juntarse al aire libre en un ambiente festivo. Lo hacen como respuesta a la carta que la ministra del Interior, la conservadora flamenca Annelies Verlinden, dirigió a la juventud empatizando con ellos y pidiéndoles un poco más de paciencia tras esa primera fiesta del 1 de abril, disfrazada de broma en la jornada en que en países como Dinamarca, Francia o Bélgica se celebra el día de las inocentadas, y a la que siguió una segunda cita el 2 de abril.
"Nos permitimos responderte y afrontar tu desafío mientras te ofrecemos otro (...). Ofrecemos a los jóvenes carentes de libertad, fiestas, cariño y abrazos como tú reconoces, imaginar y organizar 'La BOUM 2' -como llamaron a la fiesta- en el Bois de la Cambre (un bosque urbano de Bruselas) mientras esperan el día D, la liberación que nos prometes en unas semanas", escriben con tono lúdico y transgresor que escarba en la brecha generacional. El nombre de "La BOUM" con el que se refieren a esos eventos coincide con el título de una icónica película francesa de 1980 protagonizada por Sophie Marceau, de 54 años en la actualidad, y supone una referencia directa al argot que la generación de sus padres usaba para aludir a las fiestas, que en castellano se asemeja a "guateque".
Fiesta ilegal
El colectivo, que no parece relacionado con otra fiesta aparentemente improvisada en un tren de Bruselas el pasado fin de semana que investiga la policía, pide a la ministra que elija ella la fecha y que proponga "reglas sanitarias que tengan en cuenta las opiniones de especialistas, algunos de los cuales creen que el riesgo de este tipo de eventos es mínimo y, sin embargo, tan vital para nuestra juventud". No obstante, los organizadores avisan que convocarán eventos incluso si no llegan a un entendimiento con el Gobierno y por ello en aquel primer festival campestre repartieron unos 1.500 códigos QR para que los jóvenes pudieran acceder a una web secreta con información sobre futuras citas, que también harán públicos en redes sociales una vez hayan comenzado.
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