Boris Johnson, a pesar de los escándalos y de la incapacidad para lograr algo más allá de materializar el Brexit durante su mandato, pasará a la historia como el político conservador que le dio a su partido la mayor victoria electoral desde la tercera de Margaret Thatcher en 1987. Su historial electoral no defrauda: fue capaz de ganar la alcaldía de Londres dos veces, ciudad donde el 48% de los votantes se fueron al Partido Laborista en las pasadas elecciones generales.

Precisamente, una de sus mayores hazañas era la de haber sido capaz de construir una coalición electoral exitosa, formada por clases medias-altas conservadoras en lo social y lo económico, junto con una penetración notable en las clases bajas con poca formación, receptores del mensaje favorable al control de la inmigración y culturalmente, cada vez más cercanas al Partido Conservador moldeado por el fragor de los años del Brexit.

Su hechizo electoral ya daba importantes signos de agotamiento y es una de las razones que explican su defenestración tan brutal

Probablemente, su carisma y el hecho de que la oposición tuviera el líder más impopular en cuatro décadas (Jeremy Corbyn acabó con -55 puntos de desaprobación, según YouGov) hicieron el resto. Sin embargo, su hechizo electoral ya daba importantes signos de agotamiento y es una de las razones que explican la defenestración tan brutal que hemos vivido durante estos últimos días.

Para comenzar, el Partido Conservador lleva desde diciembre de 2021 sin liderar ningún sondeo, con los laboristas entre 5 y 10 puntos por delante. Una situación realmente negativa, si tenemos en cuenta que la formación de izquierdas sufrió su mayor derrota electoral en décadas hace tan solo tres años.

Adentrándonos más, vemos más señales de alarma sobre cómo la figura pública de Boris Johnson se ha ido erosionando: hace un año, con la vacunación prácticamente completada en el país, la aprobación de Johnson era de -8 puntos. En el sondeo de YouGov previo a la dimisión, había caído hasta los -51 puntos. Un desplome dramático en los indicadores de popularidad en solo un año, inédito para un primer ministro con semejante mandato político.

Incluso comenzaba a ser superado por Keir Starmer, el líder de la oposición, en cuanto a la preferencia para gobernar el país (Johnson perdía con un 28% de las preferencias frente al 33% de las del laborista en el último de YouGov). A pesar que Starmer es más competente que Corbyn o Milliband, no genera el mismo contexto de ilusión que en su día despertaron Tony Blair y el Nuevo Laborismo. Bo obstante, hubiese podido poner en apuros a un primer ministro tan corroído en unas hipotéticas elecciones.

El proceso de degradación de su imagen ha sido rápido y remarcable

Si echamos un vistazo a lo que piensa el núcleo duro, es decir, los votantes conservadores, también percibimos más grietas: “solamente” un 60% de los que votaron a los conservadores en 2019 pensaban que Johnson era el primer ministro más adecuado, mientras que un 31% manifestaba no tenerlo claro. Y por primera vez, la inquietud manifestada por el grupo parlamentario conservador se estaba extendiendo a la base electoral: un sondeo express de YouGov realizado el día anterior a su dimisión indicaba que el 54% de los votantes tories prefería que abandonase su cargo.

Como se puede ver, el proceso de degradación de su imagen ha sido rápido y remarcable. Una de las hipótesis que nos podríamos plantear es si hubiese sobrevivido mediante una blitzkrieg política, es decir, mediante la implementación de políticas populares entre los conservadores para reunificar su base de apoyo y atajar las críticas (reducción de impuestos, las deportaciones a Ruanda, conflictos con la Comisión Europea a cuenta de Irlanda del Norte...).

Johnson tuvo su momento. Una vez más, los tories se reinventarán

Probablemente, estas políticas individualmente hubiesen funcionado, pero con la marca “Boris” por medio como representante de ellas, hubieran quedado gravemente contaminadas de cara a la opinión pública, como de forma muy reveladora, un sondeo de Ipsos de mayo apuntaba, señalando un grave desgaste en la competencia del Partido Conservador en áreas electoralmente claves: en la gestión de la economía (una de los puntales de la mayoría de Cameron en 2015), la competencia de los conservadores había caído hasta un 32%. De la misma forma, por primera vez desde hacía una década, el Partido Laborista lideraba la percepción de una mayor competencia en materia de impuestos (32% a 25%), así como de la inmigración y las políticas de asilo (28% a 22%).

No es casual que se diga que el Partido Conservador es el partido político más exitoso del planeta. Ha estado en el poder más años que cualquier otro partido moderno en el Reino Unido, superando la paulatina democratización y extensión del sufragio, la industrialización acompañada del Estado del Bienestar, la formación de la sociedad de consumo, el derrumbe del Imperio y la apertura del país a un mayor liberalismo social y multiculturalismo. Boris Johnson ha sido una figura exitosa electoralmente para su momento y una vez más, los tories se reinventarán.


Tian Baena es politólogo.