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Funcionario de prisiones agredido en Málaga: "Estamos expuestos, nuestra única arma es un boli"

Instituciones Penitenciarias ha registrado 154 ataques de internos este año, mientras que para TAMPM han sido 200 los empleados lesionados | Los trabajadores reclaman menos burocracia, más personal y más material para no sentirse vulnerables ante los presos

Juanjo, el funcionario de prisiones agredido en el CP de Málaga-Alhaurín.

Juanjo, el funcionario de prisiones agredido en el CP de Málaga-Alhaurín. EL INDEPENDIENTE

"Mi compañero estaba en la galería de arriba cerrando a toda la gente y mi incidente se produce en la parte de abajo. Cogí el walkie talkie, que muchas veces no funciona, aunque es tu salvavidas porque es lo que te va a conectar con tus compañeros. Activo el código de máxima alerta, el 1, pero mi compañero no lo escucha, no tiene cobertura... a veces va y a veces viene. Pido refuerzos y, mientras tanto, el preso se va haciendo fuerte y se va alineando con otros internos. Ellos crean su propia 'yihad', una lucha contra el sistema, que somos nosotros". De esta forma narra Juanjo, funcionario de prisiones, el incidente que le ha dejado de baja con una lesión cervical, un esguince en la muñeca y varias contusiones en la cara.

Trabaja en el "módulo más conflictivo" del Centro Penitenciario de Málaga-Alhaurín de la Torre, que alberga a 90 internos vigilados por dos funcionarios. La plantilla es muy escasa, reconoce, y "si hubiese servicios mínimos por una huelga, ni siquiera los cumplíamos". Todo comenzó por una televisión: "Le estaba retirando a un preso una televisión que no era suya; no sabemos la procedencia, pero posiblemente se la había quitado a otro preso, y la que era suya la tenía alquilada para sacar un dinero extra". Dos internos, que presuntamente actuaban, según opina Juanjo, bajo los efectos de "algún tipo de acelerante", se enfrentaron al funcionario, que se vio obligado a recluirse en su oficina para esperar a los refuerzos.

Los Gremlins creen que allí mandan ellos, y puede ser que sea así, porque hay una parte de la cárcel donde la ley anda casi de puntillas"

Yo por dentro estaba rezando: 'Por Dios, que me escuchen esta vez'". Juanjo ya fue agredido hace 12 años. Un "multirreincidente que tenía una condena mayor de 20 años, y era paramilitar y boxeador" le asestó un puñetazo que le provocó una ruptura maxilofacial y que estuvo a punto de dejarle ciego de un ojo. Esta vez, Juanjo y parte de los compañeros que habían acudido a apoyarle subieron hacia la galería "sin saber lo que nos íbamos a encontrar y sin saber cuántos se habían sumado a la lucha de esta gente". Allí estaba el grupo de presos peligrosos de Alhaurín, que se autodenominan los Gremlins. "Creen que allí mandan ellos, y puede ser que sea así, porque hay una parte de la cárcel donde la ley anda casi de puntillas, porque ellos tienen a veces en jaque a muchos de los compañeros por su actitud y su beligerancia", afirma.

Al llegar al umbral de la celda, Juanjo recibe la primera embestida, de la que sale con una contusión en la mejilla. Agarra al preso por la espalda para inmovilizarlo, pero este interno, "que es más violento", se impulsa con los pies y se tira hacia atrás y cae encima del funcionario. "Estoy a milímetros de golpearme con la repisa en la nuca, caigo para atrás de cabeza, me golpeo la cabeza y la muñeca y me quedo semiinconsciente".

Los ataques de internos a funcionarios no son algo puntual. Entre el 1 de enero y el 30 de noviembre, Instituciones Penitenciarias, dependiente del Ministerio del Interior, ha registrado que 154 profesionales han resultado heridos de distinta índole -ninguna lesión muy grave, cuatro graves, 102 leves y 48 sin lesiones-, según ha podido saber El Independiente. La cifra aumenta cuando son los propios trabajadores los que recogen los datos. De acuerdo con un informe de Tu Abandono Me Puede Matar (TAMPM), una asociación asindical y apolítica, han sido 200 los empleados lesionados y al menos 72 los agredidos sin daños físicos.

No obstante, ambos organismos coinciden en que las agresiones han descendido desde el año pasado. Aunque hubo un repunte durante la primera ola del Covid-19, "después se tranquilizó la cosa y de ahí que haya bajado un poco la proporción", señala Manuel Galisteo, coordinador general de TAMPM. De acuerdo con los datos del Ministerio, en todo el año 2019 -la información de 2020 aún no están consolidados- se produjeron 223 lesiones. Para la asociación, el año pasado resultaron heridos en total 444 funcionarios.

Los propios funcionarios somos los primeros en no denunciar porque se nos vuelve en contra"

MANUEL GALISTEO (TAMPM)

Ministerio y asociaciones apuntan a que una de las causas de la brecha en las cifras reside en el protocolo que debe seguir el personal penitenciario para denunciar una agresión, el llamado PEAFA. Si en una reducción de un preso alterado resultan heridos siete funcionarios, para que Instituciones Penitenciarias lo incluya en el PEAFA "cada uno de los siete tiene que presentar una denuncia sobre esa agresión, y tiene que incluir partes médicos y una serie de documentos que se le exigen al funcionario agredido", indican fuentes del departamento, por lo que "suele ser menor el número de incidentes denunciados a través del protocolo del PEAFA".

A través del PEAFA sólo se han registrado 85 incidentes con 133 afectados, un número también menor al del año pasado, cuando se notificaron 106 agresiones y 197 funcionarios implicados. "Lo que hace [el PEAFA] es dirimir responsabilidades y, en este caso, suele resultar perjudicado el funcionario", sostiene Galisteo. El coordinador general de TAMPM explica que, si hay una disputa dentro de una celda, el funcionario se cae al suelo y como consecuencia se parta una muñeca, esta lesión no estará respaldada por el PEAFA, porque para que una agresión sea incluida en este protocolo, tendría que haberse producido un contacto de un golpe directo a esa muñeca. "Los propios funcionarios somos los primeros en no denunciar porque se nos vuelve en contra".

"Ellos [los presos] cogen los palos de barrer, los afilan y son como lanzas; hacen cuchillas con las latas de las tapas de atún que se venden en el economato, y nosotros no tenemos nada en absoluto", expresa Juanjo. Los trabajadores de las cárceles llevan años esperando unos guantes anticortes con los que protegerse ante un primer ataque. Este funcionario de prisiones considera que él y sus compañeros están "expuestos" y asegura que "no es como en las películas que se les ve con las pistolas estas de las que sale humo, las 'taser'... nada, nada, absolutamente nada que ver. Nuestra única arma prácticamente es un boli". 

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