"Puede lanzar sus embustes a quienes quieran escucharle. Nosotros nos vamos junto al pueblo español, que combate su golpe. Y mañana estaremos, sin ninguna duda, aquí para votar contra usted y contra todas sus pretensiones", concluyó el presidente de Vox, Santiago Abascal en su réplica en la primera sesión de investidura al candidato Pedro Sánchez. Discurso y biografía de Unamuno en mano, tras el aplauso enérgico de su bancada, abandonó junto al resto de diputados el hemiciclo dirección la Carrera de San Jerónimo, que entrada ya la tarde permanecía blindada para garantizar la seguridad. Fuera, se agolpaban cerca de medio millar de personas, bajo una convocatoria de protesta algo descafeinada. Tras saludar, Abascal y los suyos descendieron hacia la Plaza de Neptuno para, después, dirigirse a la calle Ferraz, en una enésima noche de presión frente a la sede nacional del PSOE.

La escena conecta con otra investidura, la de Mariano Rajoy en 2016. Por entonces, los protagonistas eran los indignados de izquierdas, agitados desde el 15-M tras años de recortes en servicios públicos post crisis económica. Pero también contra la partidocracia ejercida por PP y PSOE. Y ya existía un precedente: las sucesivas convocatorias, por entidades como la Plataforma ¡En Pie!, de 'rodea el Congreso' promovidas a finales de septiembre de 2012. En esa jornada de votación, los dirigentes de Podemos y de IU salieron a saludar a los manifestantes y a compartir el mensaje social. Por entonces Irene Montero afirmaba que "el Congreso necesita defenderse de corruptos y evasores fiscales, no de los compatriotas a los que representamos". Incluso lo hizo Íñigo Errejón [como puede verse a continuación], quien se mostraba crítico a esa actuación porque entendía que desviaba la atención de la investidura. Éste recientemente apuntaba que "hay un sector reaccionario que no acepta la soberanía popular".

Pese a la mayor capacidad de convocatoria de la izquierda esa jornada, la imagen en todo caso es la misma. La de una corriente ideológica con sensación de agravio por la reelección de un presidente del Gobierno. Una de corte social frente a otra actual movilizada por cuestiones territoriales, chovinismo y contra las cesiones al independentismo. La cuál se ha canalizado a través de diversas sensibilidades: una moderada del PP, otra radical de Vox y satélites afines, y otra violenta, que confluye con la anterior, a cargo de grupúsculos ultras que se enfrenta cada noche a la Policía quedando en exclusividad en las calles tras el repliegue del resto.

Las protestas de Vox frente a Ferraz siguen el patrón de la manifestaciones de izquierda frente a la sede nacional del PP en la calle Génova en 2004, a raíz de la invasión de Irak y bajo un lema de rechazo a la guerra. Y aunque se promueven con un llamamiento de pacifismo, se justifica la violencia acusando a Interior de ejercerla primero. Incluso se está sugiriendo que la desobediencia a la ley estaría justificada si se quisiera en las protestas al entenderse que el Gobierno la vulnera con la amnistía. Por su parte, el PP está ligándose a una protesta de siglas o con asociaciones civiles como Sociedad Civil Catalana o la multitudinaria de este sábado en Madrid a cargo de asociaciones como Foro España Cívica o NEOS, entre otras.

Las contrarias al 'olvido' promovido por Moncloa son las más continuadas en años, desde las derivadas del procés en Cataluña, y antes las del 15-M. Con anterioridad, las movilizaciones sociales han predominado de forma más transversal en lo que respecta al rechazo de ETA y sus asesinatos, los atentados yihadistas del 11-M, o el intento de golpe de Estado de 1981. En el caso particular de la derecha vinculada al PP, tradicionalmente se ha convocado a la calle para cuestiones morales-religiosos como la ley del matrimonio homosexual en 2005 o del aborto en 2010 durante los mandatos del PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero. También las salidas junto a la Asociación de Víctimas del Terrorismo para condenar las negociaciones con ETA hacia el alto el fuego permanente.

En estas convocatorias, fueron cotidianas las consignas de "Zapatero, a prisión", complementadas con "dimisión" o "traidor". Unos lemas que hoy se repiten en la calle contra Sánchez por sus pactos.

Una derecha 'punk' influida por Gramsci

En su libro ¿La rebeldía se volvió de derechas? (Siglo XXI Editores), el politólogo Pablo Stefanoni apunta que en los últimos años la transgresión parece haberse instalado en el electorado más conservador mientras que el progresista es cada vez más pesimista y desmovilizado. En todo el mundo, desde Estados Unidos a Europa. Y usa el concepto de 'derecha punk'. Ese mismo término emplea el politólogo y consultor Jordi Sarrión en conversaciones con El Independiente. "Estamos viendo que las derechas se vuelven un poco punk, protestonas. A veces asume ese tono bronco que tradicionalmente ha tenido la izquierda en las calles", suscribe. Destaca que este cambio viene de la mano de las llamadas 'derechas alternativas' como Vox y sus socios europeos, y de la organización de Steve Bannon, el exasesor de Donald Trump que buscó poner en sintonía a todos los grupos populistas de derechas a través de The Movement hace unos años.

La derecha alternativa ha tomado técnicas y maneras de comunicar de la izquierda más tradicional. El papel de los influencers afines es clave"

Jordi Sarrión, politólogo

Estas derechas "se caracterizan por la asunción de algunas tesis del teórico italiano [Antonio] Gramsci y algunos intelectuales de izquierdas, en relación a la importancia de dar la batalla cultural; de conquistar el sentido común de la sociedad". Hasta la eclosión de estos movimientos a gran escala, a partir del Brexit o la elección de Trump como presidente, la Cultura era vinculada al polo izquierdo social, "tanto Hollywood como el cine español", señala Sarrión. Algo que ha cambiado ante la posibilidad de dar esa batalla, iniciada primariamente "en oposición a Zapatero". Vox lo ha puesto en práctica estos años con un estilo basado "en la provocación". Pero también Isabel Díaz Ayuso desde la Comunidad de Madrid. Y para ello, "se han tomado técnicas [manifestación o activismo] y maneras de comunicar de las izquierdas más tradicionales". El punto de partida han sido las redes sociales, en todo caso.

De ahí se ha dado el paso a la protesta en la calle y con un sindicato personalizado. Durante la pandemia se dio el caso de varias convocatorias contrarias a la gestión del gobierno. Desde un punto de vista político y otro laboral confluyentes entre sí. Pero también juvenil con influencia en el ámbito universitario. Un factor aglomerante para generar unidad entre personas que en otras circunstancias podrán discrepar ha sido la configuración del 'nosotros-ellos' desde la perspectiva nacional, que en España ahora "tiene más peso que la cuestión migratoria". Argumenta Sarrión que apelar al orgullo nacional y decir "que nos quieren dividir, que hay españoles de primera y de segunda" ha sido el perfecto pegamento para cimentar estas protestas. Sobre todo, porque "han encontrado al perfecto chivo expiatorio, que son los nacionalistas catalanes y en menos medida vascos y navarros".

En la construcción de ese "ambiente populista similar 15-M, pero de derechas", Sarrión destaca el papel fundamental de numerosos activistas, influencers y tiktokers en el despliegue de esas manifestaciones, quienes al dar su apoyo también vuelcan el de sus muchísimos seguidores. En algunos casos, hasta ellos mismos están asumiendo el rol de líderes, destaca. Podría mencionarse a figuras mediáticas del entorno de Vox, como Alvise o Vito Quiles. Pero también a otras como el abogado Rubén Gisbert, divulgador de contenido en redes y presidente de Junta Democrática de España. Un movimiento antisistema y contrario al régimen del 78, que aboga por el abstencionismo y la desafección política. Este jueves Gisbert protagonizó un discurso frente al Congreso.

Concreta Sarriá que lo peligroso a nivel nacional no son estas protestas en sí a largo plazo, sino que el PP [o en sus contextos el resto de partidos democristianos europeos] asuman como suyos esos postulados que alienta Vox para su estrategia comunicativa. "Estamos viendo los vídeos del PP utilizados para señalar a los diputados" que votaron a favor de la investidura de Sánchez, "más propios de los partidos radicales". Es habitual el señalamiento en redes a figuras públicas o a medios de comunicación y periodistas. Esa cultura se ha trasladado a las protestas en Ferraz con lemas como "prensa española, manipuladora". Otra apropiación, se podría asumir, de las protestas de los CDR y los sectores independentistas.

Ese problema es una pulsión latente internamente, con una corriente interna representada por Feijóo, más proclive a la manifestación puntual ante temas concretos como hizo Rajoy anteriormente; y otra encarnada por Ayuso y el líder de NNGG en Madrid, Ignacio Dancausa, determina Sarrión. "Gente como la alcaldesa valenciana María José Catalá se han posicionado en contra de esos métodos [el señalamiento en redes]", dentro de ese perfil moderado. Por su parte, la corriente 'ayusista' converge mejor con la línea de esas derechas alternativas, "más provocativa". El politólogo señala, además, que mientras Feijóo no lo ha hecho, Ayuso ya se ha decantado por Javier Milei para las elecciones presidenciales de Argentina, que integra esa ola reaccionaria afín a Abascal. La pugna entre las dos almas y la reformulación de lo que se quiere ser será clave en esta legislatura, que amaga con ser la más polarizada.

Abrir la protesta sindical por la derecha

El aliciente a este clima de protestas ha sido el anuncio de Solidaridad, el sindicato de Vox, de una convocatoria el 24 de noviembre para Huelga General, en un intento de romper otra barrera: la sindical. Hasta la fecha, España ha desarrollado doce, y todas capitaneadas por UGT y CC.OO, los brazos sindicales del PSOE y el PCE e IU y organizaciones mayoritarias. Solidaridad se ha limitado a actos desde su fundación en 2020 con mayor o menor presencia de partidarios. Las últimas huelgas generales fueron las de 2012, por la reforma laboral y los recortes, y en 2018, en el contexto del 8-M y en reivindicación de los derechos laborales de las mujeres.

Solidaridad trasladó la convocatoria a Trabajo el lunes, cumpliendo con el requisito de anuncio preventivo con un margen de al menos diez días para "garantizar la seguridad", indican fuentes del sindicato. Ahora bien, no queda tan claro que un sindicato con un 0,1% de implantación -250 delegados nacionales, según sus datos- en las empresas pueda promover una protesta de tal calado. Por otro lado, la convocatoria persigue el rechazo de la amnistía, algo que limita el pronunciamiento del Ministerio, dado que están prohibidas las movilizaciones de carácter político, solo laboral.

Fuentes de Solidaridad y Vox argumentan que no puede hacerse distinción, dado que la amnistía y los pactos de Sánchez también "perjudica a los trabajadores", estableciendo unos de primera en Cataluña y otros de segunda en el resto del territorio. Lo achacan a la condonación parcial de la deuda autonómica arrancada al PSOE en el acuerdo con ERC. También aluden a la cesión de la totalidad de los impuestos recaudados en la región, que "tendrá efecto en los Presupuestos Generales del Estado"; a la ruptura de la caja única de la Seguridad Social con la cesión de la recaudación a País Vasco acordada con el PNV, o que los convenios autonómicos prevalezcan, dicen, a los nacionales.

Desde el sindicato asumen que el derecho a huelga lo es de los trabajadores, y que hay precedentes en sentencias judiciales de que los sindicatos minoritarios pueden convocar este tipo de movilizaciones. Anticipan que de rechazarse, acudirán a la justicia para asegurar su salida a la calle.