Mejorar los hábitos alimentarios -reduciendo el consumo de carne y elevando el de vegetales- y mejorar la gestión del suelo. Son dos de las recomendaciones del último informe de la ONU para proteger el planeta. El documento ha sido elaborado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). Es uno de los primeros que detalla cómo incide el suelo en el cambio climático y por ende la dieta mundial.
Los fertilizantes en la agricultura y las emisiones de metano y óxido de nitrógeno asociadas al ganado son una fuente significativa de emisiones de gases invernadero, según los científicos. El problema con el suelo es que, debido a sus nuevos usos, está dejando de ser el gran sumidero de carbono que mitigaba las emisiones de efecto invernadero y el impacto del cambio climático.
Según ha advertido, tras la presentación del informe, la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, con la deforestación y los nuevos usos del terreno para cultivos, actividades industriales o construcción de infraestructuras de áreas urbanas el suelo se está convirtiendo en generador de emisiones de efecto invernadero en lugar de absorberlas. El 72% de la superficie no helada en la Tierra está destinada a actividades humanas, preferentemente a agricultura, ganadería y construcción de infraestructuras, de acuerdo a las cifras.
En línea con lo que plantea el informe de la ONU, la ministra ha recordado que "son fundamentales los hábitos alimenticios y la disminución de sus residuos", informa Efe. Por eso ha instado a recuperar alimentos de la dieta mediterránea, con los carbohidratos, las hortalizas y las frutas como parte fundamental de la pirámide nutricional mientras "las proteínas de origen animal se mantienen en el porcentaje clásico".
Las claves para entender el motivo de la elaboración de este informe del grupo de especialistas de la ONU son las siguientes:
¿Qué problema ambiental genera el nuevo uso del suelo?
Tradicionalmente el suelo absorbía el CO2 de la atmósfera a modo de enorme sumidero de gases de efecto invernadero pero su paulatina degradación y desertificación con prácticas como la deforestación para nuevos usos con fines ganaderos, agrícolas, actividades industriales o para construcción de infraestructuras están haciendo que la tierra deje de atrapar emisiones para convertirse por el contrario en generador de las mismas.
La utilización del terreno por parte del hombre es enorme: aproximadamente el 72 por ciento del suelo libre de hielo es utilizado por las personas para alimentarse, vestirse y mantener las progresivas demandas de una población mundial en crecimiento.
La forma en que nos alimentamos, vestimos y extraemos recursos de la naturaleza está modificando el clima terrestre, contribuyendo con un 23 % de las emisiones que calientan la atmósfera. Y esto pone en peligro el recurso fundamental que sostiene la vida: el suelo.
Los fertilizantes en la agricultura y las emisiones de metano y óxido de nitrógeno asociadas al ganado son una fuente significativa de emisiones de gases invernadero, y de ahí el llamamiento de los científicos del IPCC a un cambio de conducta alimenticia en el mundo.
La forma en que se produzca la comida afectará a la seguridad alimentaria en el futuro: cada grado de temperatura que aumente se sentirá mucho más en la productividad de los cinco principales cultivos del mundo: el trigo, la soja, el maíz, el arroz y el sorgo.
Los gobiernos deben asimismo detener la deforestación, teniendo en cuenta que selvas y bosques absorben un tercio de las emisiones globales de dióxido de carbono, además de jugar un rol importante en el enfriamiento de la corteza terrestre o la generación de lluvias.
¿Cuales serían las posibles soluciones?
Las posibles soluciones que plantean los científicos frente a los impactos ambientales del nuevo uso del suelo incluyen desde una gestión forestal sostenible, hasta recomendaciones para la conservación de la biodiversidad, la producción sostenible de alimentos, la gestión del riesgo de desastres o la restauración de ecosistemas.
Los modelos integrados de gestión de la demanda y la oferta en la cadena alimentaria, además de cambios en la dieta alimentaria y la reducción de las pérdidas y desperdicios alimentarios (que suponen el 25-30 % del total del alimento global) contribuyen igualmente a la adaptación y la mitigación del cambio climático a la vez que reducen las presiones sobre la tierra.
¿Qué es exactamente el IPCC?
Se trata del máximo órgano internacional en la ciencia del cambio climático. Fue creado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) y la Organización Meteorológica Mundial (OMM) en 1988.
Desde entonces, este grupo genera informes periódicos para mejorar el conocimiento científico sobre el cambio climático con el objetivo de que sirvan de base a los gobernantes y demás responsables políticos para adoptar medidas más eficientes para mitigar este fenómeno global. Sus contribuciones científicas no están retribuidas económicamente.
En concreto sus aportaciones con ese nuevo informe ayudarán a los Gobiernos y a los tomadores de decisiones políticas a mejorar sus decisiones sobre ecosistemas terrestres y el uso de la tierra para aminorar su degradación, la desertificación y sus posibles efectos con la seguridad alimentaria.
Este informe especial aprobado sobre cambio climático, desertificación, degradación de suelos, uso sostenible de tierras, seguridad alimentaria y flujos de gases invernadero en ecosistemas terrestres se decidió elaborar en 2016 con el Acuerdo de París.
También forma parte de este tipo de documentos sobre temáticas muy concretas vinculadas con el cambio climático el publicado hace apenas un año, conocido como el de los 1,5 grados, que determinó el posible impacto de un aumento de temperatura hasta esos niveles, que comparado con un hipotético escenario de aumento de 2 grados tendría efectos bastante menos agresivos para el planeta.
El tercero de estos documentos especiales del IPCC está previsto que se publique el próximo mes de septiembre y versará sobre océanos y criosfera en un clima cambiante.
Los científicos del IPCC esperan que su informe inspire nuevas políticas de explotación del suelo por parte de distintos gobiernos, y que los primeros compromisos sean asumidos y anunciados en la cumbre climática del 23 de septiembre en la sede de Naciones Unidas en Nueva York.
¿Qué ha constatado este informe sobre el suelo?
El nuevo documento del IPCC revela que en las últimas décadas los cambios de uso de suelo junto con las variaciones en las pautas de consumo y el crecimiento de población han generado pérdidas de biodiversidad, degradación del suelo, desertificación e inseguridad alimentaria.
Este fenómeno se ha visto agravado por el cambio climático caracterizado por un incremento de la temperatura media registrada desde el comienzo de la era industrial y una mayor incidencia de fenómenos climáticos extremos.
¿Cuál ha sido la implicación española?
Del centenar de científicos -de algo más de 50 países- que ha participado en este nuevo informe, tres de ellos son españoles (del Centro Vasco para el Cambio Climático o BC3, de la Universidad de Castilla-La Mancha y de la Universidad de Vic-Universidad Central de Cataluña).
Desde el lado oficial, el Ministerio para la Transición Ecológica, a través de la Oficina Española de Cambio Climático, ha participado activamente en la revisión gubernamental del informe. También ha formado parte de la representación de países que ha aprobado el informe final en la sesión de Ginebra.
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