“La rebelión quizás había sido el reflejo del verdadero deber cívico y la lealtad a las instituciones el de una funesta indiferencia hacia los problemas de la vida pública”. Thomas Mann, La montaña mágica (1924).
En todo el mundo, en abril de 2022, miles de científicos relacionados con el cambio climático salieron a la calle pidiendo ser escuchados. No era para menos, el primer estudio del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC) es de 1990 y desde entonces y hasta abril de 2022 se han sucedido hasta seis grandes informes, además del Protocolo de Kioto de 1997, el Acuerdo de París, la aprobación de los 17 ODS en 2015, la de la Agenda Urbana de Habitat en 2016; y en noviembre de 2021 tuvimos la Conferencia de las Partes de Naciones Unidas (COP) de Glasgow que fue la 26(!!). Sin embargo, y a pesar de todas estas cumbres con sus correspondientes y completos diagnósticos y recomendaciones realizados por los mejores científicos en cada disciplina del clima, no se les ha hecho casi ningún caso.
En 1990, el principal indicador de cambio climático, la concentración de CO2 en la atmósfera era de 350 ppm, lo que se considera un valor seguro y ahora son más de 421, lo cual ya es un valor muy preocupante como podemos observar en sus principales consecuencias: fenómenos meteorológicos extremos, subida de temperaturas, del nivel del mar, acidificación de los océanos, inundaciones, etc.. y este valor sube y sube inexorablemente todos los años y ha marcado récord este año de 2023. Los científicos han concluido, hace ya décadas, que este aumento de la concentración de CO2 se debía al hombre y era debido sobre todo a las emisiones de la quema de combustibles. A pesar de la gran cantidad de evidencias que muestra que la extracción de petróleo y gas es responsable de la mayor parte del calentamiento global destructivo, la industria de los combustibles fósiles está luchando ferozmente para mantener vivo su modelo de negocio.
Las emisiones de CO2 a la atmósfera según Global Carbon Budget en 1990 eran de 22,7 GtCO₂ y hoy son más de 36.4 GtCO₂, solo 0.8% menores que los valores prepandemia que fueron de 36.7 GtCO₂ en 2019. Durante estas décadas, los informes IPCC han sido cada vez más alarmantes y han ido cerrando cada vez más la ventana de oportunidad para lograr un cambio real en las tendencias de calentamiento global. El último informe encontró que si no se toman medidas climáticas rápidas que determinen que antes de 2025 se dé el “pico” de las emisiones se producirán efectos climáticos catastróficos. Este fracaso socavará la posibilidad de un futuro habitable y dañará desproporcionadamente a las comunidades más pobres, más vulnerables y menos responsables de la crisis climática como el Sur Global. El próximo informe será dentro de 5 años y para entonces es probable que ya se habrá cerrado probablemente esta ventana de oportunidad y puede que ya sea demasiado tarde. Por todo ello, es más que evidente que los avisos científicos "no han sido escuchados" pero creemos, que por lo menos, la humanidad sí ha entendido que está ante su "mayor reto".
Ahora en abril de 2024 el reto es todavía mayor, se han recrudecido las evidencias, las causas y los efectos. En el último informe del Estado del Clima de la Organización Mundial de Meteorología presentado el 21 de marzo de 2024, el Secretario de Naciones Unidas manifiesta “Nuestro clima está colapsando, y las señales nunca han sido tan claras. En el último informe sobre el estado del clima mundial se constata que se han pulverizado récords climáticos en todos los ámbitos. En 2023 se registraron máximos históricos de temperatura, aumento del nivel del mar y temperatura de la superficie oceánica, así como mínimos sin precedentes de extensión del hielo marino en la Antártida. La consecuencia de ello son incendios, crecidas, inundaciones y sequías en todo el mundo. Lo anormal se ha convertido en lo normal. Y los efectos para las personas son evidentes: pérdida de vidas, destrucción de medios de subsistencia y afectación de las economías. El caos climático amenaza a todas las regiones, países y comunidades del mundo. Por ello debemos unirnos todos a la vanguardia de la acción por el clima —el tema del Día Meteorológico Mundial de este año— y luchar por un futuro mejor.”
Por ello es totalmente razonable que lo que se supone la comunidad más informada la científica intente por todos los medios que el resto del país y de la sociedad tome nota de lo que está pasando y sobre todo presiones para que las autoridades, las empresas y la sociedad tomen medidas para disminuir las causas de lo que está pasando y se adapte a la nueva realidad en la que ya vivimos. Sobre todo teniendo en cuenta lo que sabemos, España no está preparada para el cambio climático, por ello es urgente que las administraciones diseñen un plan de descarbonización de la administración y los empresarios, los alcaldes se tomen muy en serio la emergencia climática especialmente en un país tan vulnerable como es España al calor extremo y los problemas con el agua.
Llama la atención que la protesta en España, especialmente por la escasez de científicos todavía involucrados, no sea tan masiva como sucede en el resto de los países europeos, pero sin duda es clave entender que la rebelión es el reflejo del verdadero deber cívico.
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Fernando Prieto es ecólogo y director del Observatorio Sostenibilidad.
Dos años después de la famosa acción del Congreso de los diputados el Museo Reina Sofía acoge Rebelión poética por el clima. Cartas fílmicas para Voces del Extremo, una jornada organizada en apoyo a Rebelión Científica.
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