La promesa se la hizo por teléfono hace cuatro meses y ayer la cumplió. El lunes volvió a sonar. Esta vez era para poner lugar y hora a la cita: las cinco de la tarde en el Ministerio del Interior. Había llegado el momento que tantas veces habían reclamado, tantas como las que se la habían denegado sus predecesores. Cuatro días después de llegar al cargo, el actual titular de Interior, Fernando Grande Marlaska, ya había reaccionado a la carta en la que Juan Miguel Cedillo le narraba su historia como huérfano de una víctima de ETA. En ella le detallaba cómo la banda había destrozado su vida y la de su madre. Una historia, una vida que habían intentado contar al anterior ministro y que jamás se les quiso escuchar. Ni siquiera fue suficiente el mes que su madre, María Dolores García, pasó acampada en La Castellana, a las puertas del ministerio, para reclamar un encuentro con Juan Ignacio Zoido.

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