Desde que Albert Rivera aterrizase en el Congreso de los Diputados como candidato a la Moncloa, hace ahora casi cinco años, la trayectoria del partido que ha pilotado desde 2006 ha sido, por lo general, ascendente. El discurso con el que defendía la inexcusabilidad de su presencia en el ámbito nacional, con el acento puesto en cambiar la vieja política, ensanchar el centro y romper la dinámica de rojos y azules, terminó convenciendo a cada vez más adeptos, nada menos que a 4,1 millones de personas, su máximo histórico que les hizo soñar en abril con liderar la oposición frente a un devastado Pablo Casado.
Las políticas y la estrategia que ha seguido el proyecto liberal en los últimos meses, "la pérdida del centro político" y, por tanto, de su "utilidad" como partido bisagra, tal y como avisaban críticos como el dimitido Toni Roldán o Manuel Valls desde hace meses, ha provocado uno de los naufragios más sonados de la democracia española por la casi inexistente distancia temporal entre unos comicios y otros: de prácticamente soterrar al PP arrebatándole la posición de segunda fuerza ha pasado a tratar de sobrevivir de un revés que ha dejado a la formación al borde de la muerte.
Asumidos los resultados electorales como "malos, sin paliativos ni excusas" -el amplio espectro naranja en el Congreso se veía reducido a 10 escaños sin apenas representación de los pesos pesados del partido- los naranjas se enfrentan a un futuro incierto en el que jugarán todas sus cartas a la resurrección. De hecho, diferentes cargos del partido lanzaron inmediatamente una campaña en redes sociales en la que defienden que "Ciudadanos resurgirá" de sus cenizas, con el logo naranja reconvertido en ave Fénix. Los interrogantes son claros. Cómo, cuándo y, sobre todo, quién.
Más allá de dirigentes críticos como Juan Marín que sí han reconocido públicamente los errores de su partido desde abril, como el de no abstenerse en la investidura de Pedro Sánchez, a nivel estructural se ha optado por vincular autocrítica con dimisión. Y, de manera escalonada, han ido abandonando uno a uno los responsables directos del batacazo en las urnas, integrantes del 'búnker' de Rivera que ejecutaban al milímetro las decisiones de su líder, auspiciados por un sistema presidencialista de nula delegación territorial que ahora los críticos tratarán de borrar.
Arrimadas, última superviviente del 'riverismo'
Las voces de regeneración ganan peso en un partido cada vez más descompuesto. Militantes, concejales, diputados y dirigentes empiezan a agruparse en torno a Inés Arrimadas, a la que consideran "sucesora natural" de Rivera y "la única capaz" de levantar un proyecto que ya no cuenta con los referentes que lo han mantenido vivo durante 13 años.
El primer funeral político fue el de Albert Rivera. Entendía el catalán que volver a convencer y recuperar la esencia con la que había nacido Ciudadanos, puesta en duda especialmente en los últimos meses por los continuos bandazos de la hermética dirección, pasaba por una renovación. Y no habría renovación si el potencial responsable de la debacle no dejaba el barco "sin rencor, sin mirar atrás".
Casi al instante, a la salida de Rivera le seguía la su jefe de prensa, Daniel Bardavío; y su compañero de Ejecutiva y ex diputado por Toledo, Juan Carlos Girauta. Los rumores de nuevas dimisiones finalmente se cumplieron, y José Manuel Villegas, fiel escudero durante más de una década de Albert Rivera, daba un paso al lado ante la necesidad de "abrir una nueva etapa"; y Fernando de Páramo, fiel 'riverista' y responsable de comunicación del partido, se despedía porque "de los éxitos se aprende, y de las derrotas todavía más".
Las salidas voluntarias allanaron el camino de la actual portavoz parlamentaria y, por el momento, única candidata a presidir el partido, que aboga por llevar a cabo "cambios estructurales", que, sin embargo, no serán "rupturistas", según señala su entorno. En la sede naranja empieza a cobrar fuerza la teoría de un gabinete más feminizado como clave del cambio, dando más peso a figuras de la máxima confianza de la jerezana como Begoña Villacís, Marta Rivera o Patricia Reyes.
Proceso largo y complejo
Si las previsiones se cumplen, Inés Arrimadas será la heredera de un partido en horas bajas, con un desafío de enormes proporciones: recuperar el centro, capitanear una estrategia común frente a los errores del pasado y hacerlo sin los referentes que han edificado el partido desde sus cimientos. Y, con todo ello, esquivar la desaparición que han experimentado todos los partidos declarados centristas en España, como UPyD o CDS.
Arrimadas tiene ante sí un complejo encaje de bolillos que deberá plasmar a partir del próximo 10 de marzo
Arrimadas tiene ante sí un complejo encaje de bolillos que deberá quedar plasmado dentro de unos meses, cuando se celebre la quinta Asamblea General del partido -emplazada a partir del 10 de marzo- de la que saldrá oficialmente consolidado su war room particular, previa votación de proyecto, candidatura y programa que se celebrará unos 15 días antes del mencionado congreso.
Pero, además, deberá salir airosa de un largo proceso de primarias -el primer paso se dará con la elección de la gestora que se elegirá en el Consejo General del próximo sábado- en el que tendrá que batallar con voces críticas provenientes especialmente de territorios como Murcia, Andalucía, Madrid o Comunidad Valenciana que exigen no sólo un lavado de imagen e intercambio de sillas, sino reformas profundas en los estatutos, delegación territorial y amplia representación de dirigentes críticos -incluso dimitidos- en la nueva Ejecutiva.
Pero hay otros retos inmediatos más allá de los internos que amenazan una formación herida de muerte: a izquierda, PSOE y Podemos tratan de desacreditar la negativa naranja a avalar el preacuerdo entre Sánchez e Iglesias mientras "en campaña se comprometieron a no bloquear", declaraba el ministro de Fomento en funciones, José Luis Ábalos, una teoría que compran algunos cuadros del partido consultados por este diario, que defienden que "apoyar el acuerdo implicaría no dejar caer el Gobierno en manos de independentistas".
Por otra parte, Arrimadas deberá sortear las presiones de OPA que el PP trata de hacer sobre Ciudadanos aprovechando una pésima coyuntura para los naranjas. El último en lanzar el anzuelo ha sido el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, que ha defendido que el proyecto liberal "cabe dentro del PP" porque "es un partido de amplio espectro".
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