A la hora de decidir qué echamos a la cesta en el supermercado cada vez nos paramos más a leer las etiquetas. Sin embargo, parece que seguimos sin entenderlas demasiado. Eso dicen los fundadores de las aplicaciones como My Real Food, Yuka o El Coco, que ayudan a descifrar ese etiquetado informando si el alimento es bueno, cuantas calorías tiene o qué aporta nutricionalmente.

Sin embargo, hay otro etiquetado que puede ser más efectivo, según el estudio que se acaba de publicar en Journal of Epidemiology & Community Health. Se trata del sistema PACE por sus siglas en inglés (actividad física o gasto calórico equivalente) que en Reino Unido lleva años formando parte de las campañas de la Real Sociedad de Salud Pública.

Estas etiquetas indican la cantidad de calorías que contiene el producto y cuánto tiempo será necesario andar o correr para gastarlas. Por ejemplo, quemar un refresco requiere 13 minutos de carrera o 26 de caminata. Para 50 gramos de cacahuetes tostados, 54 minutos andando o 28 corriendo.

Los investigadores de la universidad británica de Loughborough han analizado 15 estudios y recopilado datos de 14 de ellos. Los resultados indicaron que de media, cuando este etiquetado se colocaba en menús, comidas y bebidas, la reducción por ingesta se reducía 65 calorías.

Comparado con etiquetados de otro tipo o cuando no había etiquetado, el sistema PACE reducía entre 80 y 100 calorías. En base al análisis, los investigadores calculan que en el consumo diario de tres comidas y dos snacks, el etiquetado PACE puede reducir las calorías consumidas cada día en 200, según los investigadores.

Este etiquetado es otra forma, sugieren los investigadores, de facilitar el entendimiento de las etiquetas a una población cuyos niveles de obesidad y sobrepeso van en aumento, especialmente en los niños. No en vano el número de niños y adolescentes obesos se ha multiplicado por 10 en los últimos 40 años. Además, un tercio de la población mundial tiene problemas de salud por culpa del sobrepeso.

Un sistema reprobado por los dietistas-nutricionistas de España

La iniciativa británica choca de frente, sin embargo, con la perspectiva del Consejo General de Colegios Oficiales de Dietistas-Nutricionistas de España. Su vicepresidente, Manuel Moñino, considera que este sistema de etiquetado "puede ser engañoso, porque aísla las calorías del valor nutricional del alimento, ya que puede equiparar en calorías a una fruta con un refresco cuando nutricionalmente son totalmente diferentes".

Para Moñino, este etiquetado se engloba en "la información voluntaria que se está desarrollando como Nutriscore, el semáforo, el hexágono de países de Latinoamérica o la llave de los países nórdicos. Sistemas que están siendo objeto de un arduo debate para ver cuáles son más interesantes".

Para Moñino, este sistema es fallido "porque el gasto energético de la actividad física depende muchísimo de la edad y el peso corporal, por lo que es muy difícil establecer una media, porque alguien puede necesitar 10 minutos para quemar un refresco y otra persona, 30".

Y ni siquiera en un país con tal problema de sedentarismo como España, el vicepresidente del Consejo General de Colegios de dietistas-nutricionistas cree que estas etiquetas puedan servir para combatirlo. "Creo que esta etiqueta puede transmitir la idea de que no importa lo que comas si luego consumes esas calorías, cuando la calidad nutricional de los alimentos es muy importante. Por eso no abogaría por incluirla" .

Mientras en España este sistema no cuenta con la aprobación de los profesionales colegiados ni ha formado parte de las campañas públicas, lo cierto es que en Reino Unido sí es una opción. Los investigadores de este estudio reconocen la limitación de sus resultados, pero afirman que los indicios apuntan a la oportunidad de probar este etiquetado como una estrategia más contra la que ya se considera una epidemia en el siglo XXI, la obesidad.