Pese a las recomendaciones, más o menos veladas, que han pronunciado diferentes miembros del PP y algún que otro 'invitado estrella' en la convención nacional del partido, los populares no finalizarán su cumbre política planteando un cordón sanitario a Vox, que en el sentido estricto de la expresión implica no alcanzar ningún pacto o alianza con los de Santiago Abascal, ni ahora ni a futuros. La premisa que trasladan dirigentes con contacto directo con Pablo Casado es que, con las encuestas en la mano, resultaría "un disparate" una decisión como la que sugirieron, en presencia del propio líder del PP, el presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijóo; el vicepresidente de la Comisión Europea, Margaritis Schinas; e incluso Mariano Rajoy el pasado lunes en Santiago, coincidiendo con la inauguración de la convención itinerante del PP.
"Europa tiene enemigos. Hay partidos políticos a los que no les interesa el éxito de la Unión Europea". Aunque el coloquio versaba sobre 'Reformismo y Solidaridad', Feijóo quiso denunciar frente a Schinas la existencia, también en España, de un "frente populista reaccionario a la derecha y a la izquierda que tienen objetivos idénticos y la misma retórica", un discurso que finalizaba con un llamamiento velado a Pablo Casado a no gobernar "con cualquiera", en alusión a Vox. "No debemos caer en sus trampas, ni en sus postulados nostálgicos, porque nunca hemos sido xenófobos, reaccionarios, insolidarios (...). "Nunca hemos gobernado con los independentistas o con los que no creen en Europa", zanjaba.
El presidente gallego recogió así el guante que había lanzado Mariano Rajoy minutos antes. La alocución del ex presidente del Gobierno no fue tan diáfana como la de Feijóo, pero no pasó por alto la necesidad de que, como nuevo líder del centroderecha español, Pablo Casado debe "evitar las tentaciones populistas" y "ganar" a estos partidos en las urnas con "buena política". Rajoy insistió en que son "las identidades amenazadas", "la corrupción" o "la inmigración" los factores que crean un caldo de cultivo que no sólo favorece a los populismos, sino que "genera la tentación en algunos de dar su apoyo a aquellos que creen que lo van a arreglar todo en un cuarto de hora", de nuevo en clara alusión a Vox.
Fuentes solventes de la cúpula del PP destacan que, a estas alturas, el hecho de "comprar el discurso de la izquierda" sería un "error", y apuestan porque la estrategia se centre en explotar su eficacia en la gestión económica y en presentar al PP y al propio Pablo Casado como un partido "serio" y con "experiencia de Gobierno" para "desactivar" a Vox en las urnas. "Ese es el mensaje que debe llegar a la gente", comenta en este caso un dirigente del PP, con galones en anteriores gobiernos populares. "Pablo debe ignorarles. Centrarse en su proyecto, en España, en Europa", insisten en la dirección, que deslizan que es la misma fórmula con la que Isabel Díaz Ayuso logró arrinconar a Vox en la Comunidad de Madrid el 4-M.
En suma, el PP aspira a que un resultado amplio en las urnas, aunque no les permita gobernar en solitario, sí reduzca al mínimo la capacidad de Vox para condicionar la aún hipotética llegada a Moncloa de Pablo Casado, como logró Ayuso en Madrid y como puede suceder en Andalucía, donde las encuestas pronostican que Juanma Moreno rozaría también la mayoría absoluta. Con todo, Casado sabe que su futuro está inevitablemente ligado al de Vox: ni la encuesta más optimista pronostica un triunfo del PP en las próximas generales sin ayuda de Santiago Abascal.
Casi un año después, Pablo Casado mantiene la ruptura que él mismo anunció en sede parlamentaria con su homólogo de Vox. La moción de censura de Abascal contra Sánchez puso contra las cuerdas al PP, pero el "hasta aquí hemos llegado" que pronunció el jefe de la oposición en alusión a Santiago Abascal no tuvo efectos prácticos: los pactos autonómicos de PP y Vox se mantuvieron en pie, y la voladura de puentes se saldó con enfrentamientos verbales entre dirigentes de uno y otro partido.
"El populismo no es bueno para nuestro país, ni el de derechas ni el de izquierdas", matizaba la portavoz parlamentaria del PP, Cuca Gamarra, cuando era preguntada por si el PP se decidiría a levantar un muro a pactos con Vox. "Nosotros no estamos gobernando con populismos. Tenemos gobiernos de libertad que gestionan en minoría sin necesitar a nadie", insistía, minimizando el apoyo externo de Vox en autonomías y ayuntamientos y proyectando de nuevo el objetivo velado del PP en su difícil equilibrio con Vox: acuerdos, sí. Condiciones, las mínimas.
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