El hormigón es el material fabricado por el hombre más utilizado en el planeta. Cada año se emplean en todo el mundo diez mil millones de metros cúbicos de esta mezcla, responsable del cinco por ciento de emisiones de dióxido de carbono. Debido a esto, y a la creciente concienciación en la mejora de la calidad del aire, expertos medioambientales, ingenieros químicos y de materiales están participando en proyectos para fabricar un hormigón más ecológico -más aislante y eficiente- definido con un cemento con menor impacto medioambiental, que supondría además un gran impacto económico en su sector.

Un equipo de investigadores de la Universidad de Exeter (Gran Bretaña) ha logrado progresos mediante el uso del grafeno en el proceso de producción. Parte de la mezcla de grafeno con agua y esta solución acuosa es la que se junta con los ingredientes tradicionales. Se añade cemento y otros agregados, como tierra. Así se consigue que el hormigón ecológico sea más resistente y no haya que reparar el ya dañado. Esto rebaja la cantidad de material fabricado y, por tanto, la emisión contaminante del proceso.

Además, la introducción del grafeno tiene efectos beneficiosos en la composición del material, ya que no necesita tantas cantidades de cemento y otros ingredientes aglomerantes. Los investigadores afirman que estos ingredientes se pueden reducir hasta en un 50%. Las estimaciones de los responsables del trabajo apuntan que las emisiones de CO2 disminuirán en 446 kilos por tonelada, una cifra prometedora. Para ahuyentar reticencias, cabe reseñar que el hormigón ecológico no es caro.

Según José María Monzó, investigador del Instituto de Ciencia y Tecnología del Hormigón (ICITECH) de la Universidad Politécnica de Valencia, “el desarrollo de este tipo de materiales supondría una reducción muy significativa con respecto al cemento portland [mezcla de caliza y arcilla], que se cuantificaría alrededor del 80%. Es decir, con este tipo de material estaríamos en una emisión de 20% con respecto a ese material tradicional”.

El trabajo de la Politécnica de Valencia

En pleno periodo de evolución, la Politécnica de Valencia ha logrado el hormigón celular más ecológico del mundo, fabricado con una combinación de cenizas de cáscara de arroz, papel de aluminio y residuos procedentes de la elaboración de hierro en altos hornos y del proceso de obtención de combustible.

El hormigón convencional es el material de construcción con mayor demanda y empleo indiscriminado

El hormigón convencional es el material de construcción con mayor demanda y empleo indiscriminado Torange

Los investigadores del ICITECH han creado este hormigón ligero y aislante, fabricado en un 85% con materiales provenientes de residuos y en cuyo proceso de obtención se genera cerca de un 78% menos de emisiones contaminantes que los actuales hormigones celulares. De ahí que se le considere el más ecológico obtenido a nivel internacional.

Alba Font, participante como Monzó en el proyecto liderado por la Universidad Politécnica de Valencia, comenta que la “la investigación se ha centrado en fabricar nuevos hormigones celulares en base a la utilización de residuos y por otro lado de un proceso de fabricación más ecológico”. Realizados los pertinentes ensayos, este hormigón más ecológico ya está listo para ser comercializado porque “se han obtenido tanto densidades como resistencias a la compresión como conductividades térmicas muy similares a las de los hormigones celulares tradicionales, lo que hace muy viable su futura industrialización”.

Según este proyecto, el hormigón convencional es el material de construcción con mayor demanda y empleo indiscriminado y este nuevo hormigón celular se presenta como una alternativa sostenible que reduce el volumen de material necesario y por tanto, el coste de las construcciones. Además, aumenta la eficiencia energética por ser un material aislante.

Un certificado para el hormigón responsable

En 2011, la Asociación Española de Fabricantes de Hormigón Preparado (ANEFHOP) puso en marcha el certificado Hormigón Expert, un sello de calidad del que presumen ya cerca de 600 plantas productoras en toda España. Sus tres pilares son: calidad, seguridad y compromiso con el medio ambiente.

Este último contempla la protección activa del entorno, la gestión ambiental por encima de las exigencias legales, la preservación del suelo con instalaciones vertido cero, la optimización de la gestión de residuos, la minimización de las emisiones de ruidos y polvo en todo el proceso. En total, 25 puntos en los apartados de impacto ambiental de la instalación, la contaminación atmosférica, los residuos sólidos, los residuos líquidos y los ruidos.