Esta semana ha sido de todo menos fácil para Pablo Casado. En tan sólo siete días, el líder de la oposición ha enfrentado una derrota electoral sin paliativos; ha asistido al temido sorpasso de Vox; ha tomado una decisión de grandes implicaciones internas y externas, como lo es abandonar la histórica sede de Génova, 13; ha capeado una nueva tormenta por las críticas procedentes de importantes sectores del PP; y ha reactivado el debate sobre una fusión con Ciudadanos, un proceso que debería estar avanzado para otoño, cuando está prevista la nueva convención del partido, entendida como una respuesta al fragor interno que clama por una refundación del Partido Popular.

El objetivo está claro. Pablo Casado quiere llegar a las próximas elecciones generales con un partido sólido, un liderazgo consolidado y un equipo fuerte, tres elementos que se estiman clave para superar al PSOE en las urnas y lograr el propósito marcado a fuego en los miembros de la cúpula del partido: "Sacar un voto más que Pedro Sánchez". Pero el jefe de filas de los populares apenas se ha movido de la casilla de salida dentro del laberinto que le separa de tan ambiciosa meta, mientras otro jugador intenta coger carrerilla para adelantarle por la derecha. Santiago Abascal ha demostrado su fuerza en las elecciones catalanas, y promete exportar ese triunfo a la arena nacional. El PP tiene tiempo para impedirlo -salvo sorpresa, no habrá nueva apertura de urnas hasta finales de 2022, cuando sea el turno de Andalucía-, pero el melón que se abre ahora en las altas esferas del partido es el debate sobre cómo afianzar esa "alternativa" a Pedro Sánchez y, al mismo tiempo, cómo cortar las alas a Vox.

Calmar las aguas internas

El PP registró la peor marca de su historia en unas elecciones catalanas el pasado domingo. Aspiraba a sumar, como mínimo, ocho escaños y se quedó con tres. Esta circunstancia, junto al hecho de que Vox irrumpiese con 11 diputados en el Parlament, abrió la caja de los truenos en las filas populares, sobre todo por la ausencia de autocrítica que exigían especialmente desde las baronías del partido. En la dirección del PP se dio portazo al asunto y se achacó la derrota a dos factores externos: la alta abstención y la "factura" del 'caso Bárcenas'. Las voces críticas exhibieron, no obstante, importantes errores estratégicos en la campaña, suficientes como para justificar la apertura de un proceso de reestructuración interna, pero la dirección negó la mayor. "Por un diputado menos no va a haber dimisiones", zanjaban.

El Comité Ejecutivo Nacional que celebró el PP el pasado martes debía servir, a priori, para calmar las aguas, y abrir un proceso de "reflexión" sobre el mal resultado catalán. Pero la respuesta de la dirección a la derrota electoral pilló por sorpresa a más de uno. Casado notificó la decisión del 'núcleo duro' de abandonar la sede de Génova para "dejar de preocuparnos por los errores del pasado y ocuparnos del futuro", un golpe encima de la mesa que pilló de imprevisto a los barones territoriales del PP y que más de uno recibió con cierto escepticismo. Sólo Isabel Díaz Ayuso y José Antonio Monago pidieron la palabra para dar la enhorabuena a su jefe de filas, según fuentes presentes en la cita. El resto de líderes territoriales han optado por el silencio y únicamente han manifestado "respeto" por la decisión unilateral de la cúpula.

Para vencer fuera, Casado primero tiene que convencer dentro. El líder popular tiene ante sí el ingente desafío de demostrar que la de hacer las maletas es la decisión correcta para romper de una vez por todas con el pasado, pese a no haberse consensuado más allá del reducido 'búnker' de poder del presidente. "En tiempos de zozobra no parece lo más oportuno", comenta a El Independiente un dirigente del partido, crítico con la decisión. "Es un error", coincide otra fuente del PP, perteneciente al ala 'marianista' de la formación, que transmite las crecientes dudas en algunos sectores del partido ya no por la decisión en sí, sino por el momento escogido para ejecutarla. Hace años que planea sobre la sede del PP la posibilidad de su venta, entre otros motivos por los problemas económicos que arrastra la formación tras las últimas derrotas electorales.

Uno de los más críticos con la decisión ha sido Alberto Núñez Feijóo, precisamente el único dirigente que, en estos momentos, podría activar la cuenta atrás de Pablo Casado, aunque se haya negado tajantamente en no pocas ocasiones a dar ese salto a la política nacional. El presidente gallego ha ido subiendo el tono contra la estrategia de la dirección conforme avanzaba la semana, y ha llegado a enmendar la estrategia de Casado tras argumentar que "si cada vez que el partido tiene problemas se tiene que ir del lugar en el que está, no habría ninguna sede". "Del pasado no se reniega, se aprende", sentenciaba. En mitad de la tormenta, Casado y Feijóo mantuvieron una reunión el pasado viernes en Génova que fuentes del partido suscribieron, no obstante, dentro de una reunión de carácter habitual que ambos líderes mantienen cuando el gallego viaja a Madrid, aunque se da por descontado que la polémica sobre la sede fue uno de los puntos que se trató en esa conversación.

Exportar "unidad" territorial

Las críticas y el cuestionamiento interno sobre el funcionamiento de la dirección del PP y de la gestión del propio presidente del partido provienen especialmente de los poderes territoriales, por lo que contar en los congresos provinciales y regionales con candidatos "de consenso" de la 'cuerda' de Casado resulta fundamental para afianzar su liderazgo. De la coordinación de este proceso se está encargando el secretario general, Teodoro García Egea, que ha pisado el acelerador para cerrar esta etapa cuanto antes con una renovación "de abajo a arriba", empezando por las provincias, continuando por las autonomías y culminando con el congreso nacional.

"En los próximos meses tenemos que hacer partido, partido y partido. Contar con los mejores y abrirnos a la sociedad civil. Esa es nuestra misión", suscribió el propio Egea en la reunión del Comité Ejecutivo el pasado martes, según informaron fuentes del PP. "Es necesario exportar unidad territorial para que no se rompa el partido", reitera un alto cargo de la cúpula popular, que se reafirma en la intención de la dirección de evitar "división" en la elección de los candidatos que "erosione" en última instancia al partido en un momento en que la unidad interna es uno de los bienes más preciados para Pablo Casado.

El foco está puesto en las tensiones internas que se prevé que suscite el congreso autonómico de la Comunidad de Madrid y que Casado y Egea esperan poder sofocar antes de que todo salte por los aires. La intención de Isabel Díaz Ayuso es la asumir las riendas del partido, una decisión que no coincide con los deseos de la dirección, que apuesta por un perfil bajo como el de la actual secretaria general del PP de Madrid, Ana Camins, para evitar la concentración de poder en la baronesa por excelencia del partido.

La 'refundación' del PP y la fusión con Ciudadanos

Unión, fusión, alianza, reunificación o absorción. Se puede denominar de muchas maneras, pero si una cosa tiene clara Casado es que quiere completar la 'opa' que planteó contra Ciudadanos justo cuando el partido naranja se encuentra en sus horas más bajas. El círculo más cercano al jefe de las filas populares asegura que éste ha compratido la tesis de que la reubicación del Partido Popular pasa por la absorción definitiva de Ciudadanos. "Es la única salida", aseveran las fuentes consultadas.

El objetivo más ambicioso del líder del PP es la correcta "reunificación" de todo el espacio del centroderecha en torno a sus siglas, ya que la refundación, al menos de momento, no pasa por renunciar a sus siglas, aunque es un debate que puede abrirse en cualqueir momento. Lograrlo implicaría forjar una alternativa sólida no sólo a Sánchez, sino a Vox, que ya ha quedado enmarcada por los principales dirigentes del PP como la "extrema derecha" o la "derecha populista" con cuya "radicalidad" no quieren tener nada que ver de aquí en adelante. "Vamos a hacer crecer al Partido Popular dando la batalla a la involución populista", afirmó Casado el pasado martes en el Comité Ejecutivo, reivindicando "el discurso de la moción de censura" como la "hoja de ruta" del "nuevo" PP.

El objetivo está claro, pero la cuestión es cómo va a avanzar Casado en tal hazaña para presentar un proyecto consolidado de cara a la convención nacional del PP, prevista para el próximo otoño. El jefe de la oposición confía en que los viejos 'popes' de Ciudadanos se conviertan en intermediarios para facilitar esa fusión con el partido liberal, como Albert Rivera o el que fuera su número dos, José Manuel Villegas. Fuentes cercanas al ex líder de Ciudadanos confirman que Rivera y Casado mantienen una buena relación y una interlocución abierta, aunque descartan rotundamente que éste tenga previsto regresar a la política, al menos en el corto plazo.

Las facturas del pasado

Los pésimos resultados del PP en Cataluña, que la cúpula del partido achaca a la reactivación "interesada" del caso de la 'caja B' del partido a cuenta de la última confesión de Luis Bárcenas, ha servido a Casado para escarmentar y no permitir que la "corrupción del pasado" vuelva a "debilitar nuestro proyecto". "El coste electoral ha sido tremendo. El daño es inasumible". Con estas palabras, Casado abonaba el terreno para justificar su siguiente instrucción: no volver a dar "más explicaciones sobre ninguna cuestión pasada" y en especial sobre Luis Bárcenas.

Aunque ahora se abre un largo período sin urnas a la vista, Casado no quiere permitir que los episodios que atañen a las etapas de Aznar y Rajoy le pasen de nuevo factura en su mandato, en un año que se prevé especialmente complicado en este sentido, con la reanudación del juicio de los papeles de Bárcenas y la activación de una Comisión de Investigación en el Congreso sobre la 'trama Kitchen, cuyo primer compareciente es, precisamente el ex tesorero del partido. La sucesión de acontecimientos relacionados con las distintas tramas corruptas del Partido Popular estarán en el centro del foco mediático en los próximos meses. Lo que está por ver es si Casado logra librarse de él.