Lo poco agrada y lo mucho cansa. Este podría ser el resumen de la relación que ha unido a Pablo Casado y Cayetana Álvarez de Toledo desde el momento en que la segunda puso un pie en el Congreso de los Diputados como portavoz del principal partido de la oposición de España. El domingo por la tarde, cuando la dirigente estaba de vacaciones, recibió una llamada del líder del PP citándola en su despacho de Madrid al día siguiente, por la mañana. "Quiso escucharla para ver su planteamiento" acerca de las últimas salidas de tono de la portavoz. Y cuando comprobó que "no era compatible con el puesto de la portavocía del Congreso", le trasladó su destitución, después de tres horas de acalorado debate.
"La situación era insostenible", sostienen fuentes cercanas a Pablo Casado. Pero no fue una decisión drástica, tomada de la noche a la mañana ni por "presiones" de algunos sectores del partido, como se ha especulado durante semanas. El presidente lo asume como una "decisión propia", igual que en su día confió en ella para asumir las riendas del grupo parlamentario en contra del criterio de muchos dirigentes que, ya entonces, veían en su actitud todo un desafío a la autoridad de Casado. Y, a la vista de los últimos acontecimientos, no se equivocaban.
La relación entre Casado y Cayetana comenzó a deteriorarse a principios del mes de enero, antes de que la crisis del coronavirus estallase en España, según fuentes solventes. Entonces, en plenas negociaciones para la investidura de Pedro Sánchez, el malestar en la sede de Génova fue in crescendo por un tema que, a día de hoy, ha continuado siendo un foco de conflictos internos en las filas del PP: la propuesta de pactar un Gobierno de concentración entre PSOE, PP y Ciudadanos.
La iniciativa no era nueva. Pero Cayetana obvió entonces los 'toques' de la dirección y siguió insistiendo en la propuesta en un contexto político entonces delicado. Hablaba de "resistencia" y de "reagrupación constitucional" en buena parte de sus intervenciones públicas y defendía tres únicas "alternativas" en España: un Gobierno "de sedición", un Gobierno "de concentración" o "terceras elecciones".
Casado tuvo que desautorizar públicamente a su portavoz en la tribuna del Congreso de los Diputados. "Demasiados trileros sufrimos ya como para meternos en estas propuestas que sabemos que no se van a cumplir", deslizó. En Génova se enmarcaban estos desencuentros dentro de la "pluralidad" del partido y lo recuerdan hoy como un acto de "generosidad" y de "gran esfuerzo" que ha venido haciendo Casado para mantenerla en el cargo. Pero desde entonces, la confianza fue cayendo en picado.
Cuando Cayetana desautorizó a Cuca Gamarra
Desde entonces, la disconformidad de amplios sectores del partido con la portavoz parlamentaria fue en aumento, desde los barones autonómicos vinculados al sector moderado hasta el secretario general y mano derecha de Pablo Casado, Teodoro García Egea, con quien Cayetana ha mantenido hasta el último día una rivalidad histórica.
La distancia entre sus planteamientos y la línea oficial del partido ya era abismal en algunos temas, como en el feminismo. Anécdota curiosa que cobra especial relevancia ocurrió cuando Álvarez de Toledo desautorizó públicamente hace unos meses a su sustituta, Cuca Gamarra, a cuenta de la manifestación del 8-M.
Y es que después de que la ya ex vicesecretaria de Política Social del PP se declarase abiertamente "feminista" y fijase la posición oficial del partido anunciando su presencia en la convocatoria feminista de Madrid, Álvarez de Toledo se desmarcó de la posición oficial y rechazó toda vez de participar en la manifestación porque "las mujeres no somos bloques monolíticos" y el 8-M se encara, a su juicio, como "una protesta enfadada y pesimista contra una presunta violencia contra las mujeres" que "no existe". "En mi nombre no habla nadie", sentenció la ex portavoz.
"Casado no admite pulsos"
Los argumentarios del partido en cuestiones como esta se desinflaban cuando Cayetana hablaba. Y "llegó un momento en que ya no era una cuestión de mantener la libertad de cada uno", sino que "nos ponía a todos en la diana". Ya entonces, la lealtad de la diputada por Casado comenzó a estar en entredicho. "Encadenó movimientos en los que llegó a tensarse la cuerda, y no se puede vivir echando un pulso constante a la dirección. Casado no puede admitir pulsos. Su principal labor es la de mantener la unidad del partido", se quejan en Génova.
El siguiente gran movimiento que, como referencian, tensó la cuerda y melló la confianza de Casado -mientras en privado sectores de peso presionaban para situar a la portavoz en la puerta de salida- fue la controvertida sesión de control en que desvió la estrategia del partido, dirigida a cercar a Fernando Grande-Marlaska por la destitución de Pérez de los Cobos. Cayetana, en un discurso autónomo y sin consensuar con la dirección, señaló a Iglesias por ser "hijo de un terrorista", y la ofensiva de la dirección contra el Gobierno quedó completamente desdibujada.
Una vez más, Casado tuvo que pronunciarse públicamente para defender a su portavoz para acallar los rumores que apostaban por su destitución en el corto plazo. "A todos los partidos les gustaría tener a Cayetana de portavoz", aseguró hace seis meses, al tiempo que la definió como ejemplo de "valentía" y de "mujer libre". Pero "la concepción de libertad" de Álvarez de Toledo ha sido, precisamente, lo que ha hecho descarrilar definitivamente su relación con Pablo Casado.
Tres motivos
La portavoz había perdido prácticamente la confianza de toda la cúpula del partido cuando, según reconocieron fuentes de la dirección a El Independiente, comenzó a cocinarse la operación para destituirla. El objetivo era hacerlo en el mes de agosto, cuando menos impacto mediático suelen tener noticias de este tipo. Y el método, poco ortodoxo para los afines a Álvarez de Toledo, consistió en un primer momento en relevar a su jefe de asesoría parlamentaria, Gabriel Elorriaga, como maniobra de presión para que fuese ella quien dijese adiós.
La decisión estaba tomada. Sólo faltaban decidir quién iba a ser su sustituta y definir un revulsivo para justificar la orden, que en este caso fue el ascenso de José Luis Martínez-Almeida como portavoz nacional del partido. Como informó este periódico, el objetivo de la dirección era enfriar el asunto hasta que todos los nombres estuviesen claros. Pero tres motivos precipitaron la sentencia, los tres aireados por la portavoz en la entrevista que publicó El País el pasado domingo.
En contra de lo esgrimido por la ex portavoz en su declaración pública del lunes, fuentes cercanas al presidente del PP esgrimen que sus declaraciones contra el rey emérito fue "lo más grave" de la entrevista, en la que cuestionó la salida de Juan Carlos I y censuró que no se sometiese al "escrutinio" de la justicia y de los españoles. Una semana antes, el presidente del partido había concedido una entrevista a ABC sosteniendo justo lo contrario y defendiendo el "magnífico legado" del monarca. Tras reivindicar su opinión sobre la Casa Real, la dirección lo tuvo claro: su continuidad "no era viable" para el PP.
El segundo motivo que le comunicó Casado fueron sus declaraciones sobre el cese de Gabriel Elorriaga y su afirmación de que hubo "invasión de competencias" en una decisión que, asegura, le corresponde a ella como portavoz, al tiempo que exigía a la dirección más "autonomía". "El presidente intentó explicarle que el Grupo Parlamentario es el que debe estar al servicio del partido, y no al revés", aseguran en la dirección. "No saber eso tiene consecuencias", alegan.
Por último, la gota que colmó el vaso fue la enésima petición de la portavoz para la creación de un Gobierno de concentración cuando desde la dirección la estrategia es otra distinta, que no pasa por pactar con Sánchez "ni si quiera los Presupuestos".
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