Los españoles llegan a esta repetición electoral sin saber si el centro-derecha sumará lo suficiente para gobernar. Todas las encuestas han dado como ganador al PSOE de Pedro Sánchez, aunque la brecha entre ambos bloques se ha reducido considerablemente. Sin embargo, una cosa es sumar más que PSOE, Unidas Podemos y Más País, harto "improbable pero no imposible", afirman en el cuartel general de los populares, y otra que alcancen una mayoría suficiente para que, a falta de otros socios, una alianza PP, Ciudadadanos y Vox pudiera llegar al poder.

Estos son, sin duda, los comicios más abiertos que se han celebrado en España porque al margen del mapa político que dibujan las encuestas, la participación, la volatilidad, el voto oculto y la influencia sobre el votante de la recta final de campaña pueden hacer variar el reparto de escaños de manera ostensible apenas por un puñado de votos.

Pablo Casado parte con la ventaja de no poder empeorar más los resultados del 28-A, en los que sacó sólo 66 escaños, por debajo del suelo de Manuel Fraga de 1985, cuando siendo aún AP, obtuvo 105 asientos en el Congreso de los Diputados. Todo lo que sea mejorar afianza su liderazgo aunque corre el riesgo de defraudar las expectativas sino queda por encima de los 100 escaños. No está escrito en ningún sitio que no lo pueda conseguir, pero tampoco ninguna garantía de que rompa esa barrera psicológica de las tres cifras.

Desde el 28 de abril hasta ahora ha luchado, y ganado, en la batalla por evitar el sorpasso de Ciudadanos, que se quedó a tan sólo nueve escaños. Además, tras las elecciones locales y autonómicas de mayo pasado ha mantenido buena parte del poder territorial del PP incluso recuperando alguna plaza importante como la alcaldía de Madrid. Para ello ha necesitado del concurso de Ciudadanos, con quien ha firmado distintos gobiernos de coalición.

También en este tiempo Pablo Casado ha virado al centro con gestos como el salto de Ana Pastor a la candidatura de Madrid de número dos y hasta marcado distancias con su antiguo yo. La barba que ahora luce, sometida a criterio de un focus groupcomo publicó El Independiente, no sólo le da más madurez, sino que le permite diferenciarse físicamente de Rivera y romper con su imagen anterior. Casado, a pesar de su juventud, ha intentado durante esta campaña vender una imagen de hombre de Estado al frente de un partido con experiencia de Gobierno que ha vuelto a reivindicar la herencia de Mariano Rajoy, muy presente en la campaña a diferencia de José María Aznar, prácticamente desaparecido.

Albert Rivera, en la cuerda floja

Pero si hay un líder que se juega su futuro político y que esta misma noche podría presentar su dimisión es Albert Rivera. Los peores augurios demoscópicos apuntan a la pérdida del 75 por ciento de su actual representación parlamentaria. En definitiva, toda una hecatombe que en la sede del Puente de Ventas intentan exorcizar con el argumento "de que nuestro electorado siempre se moviliza en la recta final de campaña".

Ciudadanos ha dejado de ser visto como un partido útil para asegurar la gobernabilidad del país. Por un lado, sufre la desafección de su electorado más a la izquierda por no haber forzado a Sánchez a un pacto como el de 2016, que hubiera sumado 180 escaños y evitado la repetición electoral. Por otro, su electorado de centro-derecha regresa a la "casa madre" del PP y el más escorado a la derecha, indignado con la deriva en Cataluña, abraza los postulados de Vox. Y todo ello en mitad de una crisis interna con fuga de dirigentes y sangría de afiliados.

Hay quien vaticina para Ciudadanos el mismo fin de la UPyD de Rosa Díez -que ahora pide el voto para el PP- aunque los naranjas tienen, a diferencia de ésta, bastantes cuotas de poder territorial desde las que intentar reconstruir las cenizas del partido. Incluso tiene recambio al liderazgo de Rivera; Inés Arrimadas. Sea como sea, si hay debacle electoral, todo apunta a que el partido se abrirá en canal.

¿Y qué pasa con Vox? Pues que a tenor de los sondeos, será tercera fuerza política del país, por encima de Unidas Podemos y de Ciudadanos. Una escalada fulgurante sostenida sobre las críticas a la exhumación del dictador Franco, la dureza en la respuesta al desafío independentista, la promesa del encarcelamiento de Quim Torra, las arremetidas contra lo que definen la dictadura "progre" o los ataques y vetos a la prensa, todo ello sin filtros ni matices.

El crecimiento de Vox aleja a Casado, aún más, de la "abstención patriótica"

Un crecimiento, el de Abascal, que puede tener dos consecuencias colaterales, a saber, imposibilitar una abstención del PP para facilitar la investidura de Sánchez o abandonar, llegado el caso, a Rivera como socio preferente de Casado. Efectivamente, si el líder popular no se siente lo suficientemente fuerte como para correr con el desgaste inicial de una abstención, y no se sentirá así con un Vox muy crecido, ya puede el presidente del Gobierno en funciones irse olvidando de "abstenciones patrióticas".

Pero si por esas cosas de la democracia, resulta que es el bloque de centro-derecha el que más opciones tiene de formar gobierno, a Génova se le hará muy cuesta arriba pactar una coalición con Vox. Al margen del buen trato personal de Casado y Abascal, los populares desean, llegado el caso, reproducir el modelo de Madrid o Murcia, con Vox de socio parlamentario y no en el Ejecutivo.

Pacto PSOE-Ciudadanos

Hay otra eventualidad a tener en cuenta en el escenario post 10-N, a saber, que Rivera decida ofrecer a Sánchez los votos y apoyos que tras el 28-A uno no le dio y el otro no pidió. Es tremendamente complejo hacer cualquier vaticinio certero, aunque no faltarán los que, tras este domingo, con los resultados aún calientes sobre la mesa, aseguren que todo estaba muy claro. Realmente lo difícil comienza a partir de mañana con el telón de fondo de una tercera repetición de elecciones si nadie se aviene a facilitar la gobernabilidad.