La Feria del Libro de Madrid es la gran cita cultural del año en la capital, aparte del mayor evento en España en lo que a industria editorial se refiere, con permiso de Sant Jordi. Nadie quiere perdérselo y su repercusión económica y de prestigio no para de crecer año tras año, lo que ha provocado que cada vez más editores, libreros y distribuidores quieran sumarse a esta celebración.
Pero el espacio es el que es y, también cada año, sus limitaciones terminan convirtiéndose en un quebradero de cabeza para una organización que tiene la difícil tarea de contentar a unos y a otros por igual. Todo ello, dentro de una industria esencialmente heterogénea en sus expectativas y necesidades.
Si el año pasado la voz de alarma la dieron las editoriales independientes, aunque su problema acabara solucionándose de una manera más o menos satisfactoria para casi todos, en esta edición el conflicto lo ha marcado la ausencia de los editores de facsímiles y manuscritos.
El facsímil se queda fuera de la Feria del Libro de Madrid
El de los facsímiles es un reducido gremio que suele ofrecer su particular nota de color a la feria, destacando por la rareza de su género y por su carácter único. El año pasado llegaron a participar en ella un total de siete editoriales (cuatro de Madrid y tres del resto de España). Pero su presencia en las casetas del Retiro se ha ido encontrando cada vez más obstáculos por parte de una comisión organizadora que ve en su extraña idiosincrasia un agravio comparativo con respecto al resto de participantes.
Por esto de ocupar un espacio "reservado para los que sí cumplen las normas", los editores de facsímiles ya se perdieron la edición de 2018. Sin embargo, sus plegarias al Ayuntamiento de Madrid para recuperar una presencia que consideran histórica dieron resultado y terminaron readmitiéndoles al año siguiente.
El asunto no terminó ahí, pues desde el año 2022 la excepcionalidad que les había permitido encajar en el reglamento desapareció, dejando en un limbo su presencia en la feria. Por eso el año pasado, aunque las normas no lo contemplaban, pudieron acudir en calidad de invitados. "La directora, Eva Orúe, nos prometió que mientras ella estuviera al frente de la feria nosotros siempre seríamos bien recibidos", cuentan a El Independiente Omar Ramírez (Orbis Medievalis) y Charlotte Kramer (Eikon), dos de los editores damnificados.
Según la norma a la que ha tenido acceso este periódico, la exclusión va dirigida a:
Los libreros, editores y distribuidores que se dediquen principalmente a la venta, edición y distribución, respectivamente, de libros que no estén sujetos a precio fijo conforme a lo dispuesto la Ley 10/2007 de 22 de junio de la lectura, del libro y de las bibliotecas o la norma que la sustituya en el futuro (la “Ley del Libro). Esto incluye, entre otros, los libros de viejo, antiguos, de saldo, los facsímiles y los libros de bibliófilo. Se exceptúa de lo anterior a los libreros, editores y distribuidores que se dediquen principalmente a comercializar libros de texto para enseñanzas.
“La comisión organizadora cada año modifica el reglamento en función de las necesidades, exigencias y evolución de la feria. Desde hace años los facsímiles eran una excepción y lo que ha cambiado es que ya no lo son más. Me interesa subrayar dos cosas: la Feria del Libro de Madrid es una feria de libro nuevo, no están los libros de viejo ni de segunda mano, tampoco tenemos autoedición. Por otro lado, en un momento en el que tenemos problemas para acomodar a quienes sí cumplen el reglamento, sería extraño que habilitáramos un espacio permanente y garantizado para quienes no lo cumplen”, justifica Orúe en una conversación con este mismo medio.
Por su parte, los editores que han quedado excluidos de esta edición afirman sentirse confundidos por la forma en la que ha ocurrido todo este asunto. "Nosotros llevamos más de 35 años yendo a la feria y no hemos cambiado nuestra forma de negocio, los que de repente han cambiado de parecer son ellos y eso es lo que no terminamos de entender", afirma el director de la editorial Orbis Medievalis en Madrid.
"Ellos juegan con otras reglas, su negocio es otro" argumenta la directora de la Feria del Libro de Madrid. Otra de las razones que esgrime es que, el año pasado, después de todo lo que costó encajarlos a todos, "la dificultad para acomodarse a sus peticiones les obligó a adoptar una estructura (estuvieron en la isleta central), que además no satisfizo ni a unos ni a otros".
Lo que denuncian los editores de facsímiles es que se trata de unas modificaciones totalmente "arbitrarias" del reglamento. Y, sobre todo, no entienden las razones por las que, "de la noche a la mañana, los facsímiles y manuscritos han dejado de tener su sitio en la Feria del Libro de Madrid", tras lo que consideran un "derecho adquirido" con cuatro décadas de tradición.
"No es un juicio sobre el tipo de negocio editorial que representan -asegura Orúe-. Simplemente es un tipo de libro que no encaja en el modelo de la feria, de la misma manera que en la feria del libro antiguo y de ocasión que se celebra en Recoletos no hay libros de las editoriales que participan en nuestra feria, porque son ámbitos diferentes del sector editorial".
¿Qué es un facsímil?
Según la RAE, un facsímil es la perfecta imitación o reproducción de una firma, de un escrito, de un dibujo, de un impreso. En estos casos, se trata de documentos históricos, de coleccionista, en donde se guardan aquellos textos copiados a mano en los que se han conservado los grandes textos de la cultura.
"Los libros que nosotros editamos son piezas artísticas extraordinarias, que representan parte de la cultura universal y medieval en concepto, imagen y belleza. Estos libros suponen un atractivo no solamente decorativo, sino científico, quien se acerca a verlos es como visitar un museo", explica Omar Ramírez.
Por la exclusividad de estos ejemplares, cuyas tiradas son muy reducidas, los precios de estos objetos de culto suelen estar en horquillas bastante altas. Eso es lo que les excluye de la ley de precio fijo, aunque ellos aseguran que sus precios no son volátiles y que están publicados con el ISBN.
¿Cómo afectará a los editores?
En primer lugar, su no presencia en la Feria del Libro de Madrid implica una pérdida anual en la facturación de estas editoriales de entre un 20% y un 30%. "Muchos de nuestros clientes esperan a la feria para comprarnos y aprovechar el descuento, ahora pensarán que hemos desaparecido", lamenta el director de Orbis Medievalis.
"No nos parece justo ni adecuado para la feria, porque precisamente el interés de la feria es la posibilidad de ver cosas más específicas y especiales, cosas que no puedes ver en otros sitios y mostrar la amplitud del abanico que tiene la producción editorial en este país. Para nosotros es un escaparate que tenemos para vender y para hacer nuevos clientes", se queja Charlotte Kramer, editora de Eikon Editores en Madrid.
"Viene mucha gente, no solamente de Madrid, sino incluso del exterior. Y no exclusivamente a hacer negocio, sino también a ver las novedades y las cosas que se están haciendo", añade Ramírez, que ha contraprogramado, en las mismas fechas de la feria, una exposición en la Casa de Cantabria de Madrid (cerca del Retiro) con sus obras editadas.
En manos de la Comisión Nacional de la Competencia
Esta minoría editorial ha tratado de buscar, como ya consiguió en el pasado, el favor del Ayuntamiento, a través de Emilio del Río, director general de la Dirección General de Bibliotecas, Archivos y Museos del Ayuntamiento de Madrid. Sin embargo, la respuesta es que, poco pueden hacer al tratarse de un evento de naturaleza íntegramente privada.
Aun así, este irreductible grupo que engloba a unas siete editoriales de facsímiles considera que, igual que pasó en 2018, las instituciones públicas todavía tienen algo que decir por el patrocinio económico que aportan y porque, al fin y al cabo, no deja de ser un evento que se celebra en un espacio público. Por eso, han decidido tomar cartas en el asunto poniendo una demanda ante la Comisión Nacional de la Competencia por lo que consideran una "práctica anticompetitiva, con abuso de posición dominante".
El entendimiento entre organización y editores de facsímil está prácticamente roto, a pesar de que también pertenecen al gremio de editores que forma parte de la organización. A una semana de la gran inauguración, su presencia está prácticamente descartada, pero no por ello pierden de vista el objetivo de volver estar en esta feria que tanto cuesta organizar y que nadie se quiere perder.
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