Vox ha arrasado a PP y a Ciudadanos en Cataluña. Esta es una de las principales conclusiones de una reñida noche electoral en que el éxito de los de Santiago Abascal ha sido indiscutible y ha contrastado, por mucho, con la derrota sin paliativos que han sufrido tanto Pablo Casado como Inés Arrimadas en las urnas catalanas. El PP aspiraba desde un principio a capitalizar la presumible derrota de Ciudadanos, que finalmente ha desbordado hasta los cálculos más pesimistas, pero ha sido Vox quien ha engordado su bolsa electoral en parte gracias a votantes naranjas.

Más allá de la batalla entre ERC y JxCat de un lado y del PSC del otro por hacerse con el control del Parlament catalán -que finalmente se ha saldado con una victoria insuficiente de Salvador Illa por la mayoría absoluta que suma el bloque independentista- la otra gran contienda de estas elecciones se libraba a la derecha del tablero político, en que las posiciones que lograsen unos y otros tendrían una necesaria traslación a la política nacional: Ciudadanos pelea por sobrevivir mientras PP y Vox se disputan un papel hegemónico en la oposición a Sánchez.

Los resultados no han dejado lugar a dudas. Santiago Abascal ha hecho historia en Cataluña con un resultado óptimo que no han llegado a sumar ni PP y Ciudadanos juntos: 11 diputados y el 7,67% de los votos. Con estas cifras, Vox no sólo logra el ansiado sorpasso a los de Pablo Casado, sino que irrumpe en el Parlament catalán como cuarta fuerza política por detrás de JxCat y por delante de la CUP y de Unidas Podemos.

La euforia de Vox choca con una noche especialmente negra tanto para Arrimadas como para Casado: los naranjas han perdido la friolera de 30 escaños en su cuna política y prácticamente el único feudo que les quedaba por defender; y el PP no sólo no ha logrado frenar el empuje de Vox, sino que ha perdido incluso un diputado respecto a los resultados de 2017 y ha salvado, por los pelos, la barrera del 3%. Con este resultado, Vox logra hacerse con la hegemonía de la derecha en Cataluña como "dique de contención" ante la consolidación del bloque independentista y roba un papel protagonista en la política catalana que hasta ahora ostentaba Ciudadanos.

Seísmo interno en PP y Ciudadanos

Los discursos que han pronunciado los dirigentes de PP y de Ciudadanos en sus respectivas sedes una vez se ha cerrado el recuento en Cataluña eran calcados: el resultado es "malo", sí, pero la culpa es de la abstención y de la escasa participación que ha afectado especialmente al bloque constitucionalista. Más allá de esta reflexión acelerada en mitad de una dura jornada, se espera que en las próximas horas las direcciones de ambos partidos celebren sendos Comités Ejecutivos Nacionales para repensar estrategias e, incluso, plantear ceses.

Cuando los primeros sondeos a pie de urna pronosticaban ya -otra- debacle histórica para Ciudadanos, Inés Arrimadas se apresuraba a convocar para este lunes a las 19:00h a su ejecutiva nacional que se prevé tensa por la cantidad de dirigentes que apuntan directamente a los números dos y tres del partido liberal, Carlos Cuadrado y José María Espejo, como principales culpables de una derrota que obliga al partido naranja a replantear estrategias y liderazgos si quiere sobrevivir. "Inés debe entregar sus cabezas", comentan fuentes críticas de la formación una vez confirmada la debacle, en relación a los mencionados dirigentes.

Lo que parece que no está en cuestión, al menos de momento, es el liderazgo de Inés Arrimadas al frente del partido. Importante recordar, no obstante, que la debacle que ha sufrido Ciudadanos en su cuna política puede equipararse al descalabro de la formación en las generales del 10 de noviembre, que precipitó la dimisión de Albert Rivera el día siguiente.

También Pablo Casado ha convocado al Comité Ejecutivo Nacional para este mismo martes para cuantificar los daños del fracaso del PP en Cataluña tras una campaña en la que el presidente del partido se ha volcado y que ha asumido como propia. Los populares ya vaticinaban el sorpasso de los de Abascal como el escenario más plausible por el desgaste ocasionado tras el escándalo de la 'caja B' del PP que reactivó Luis Bárcenas en mitad de la carrera electoral y por algún que otro tropezón estratégico de parte del propio presidente del partido en los últimos días de campaña.

Pero este domingo, Vox ha conseguido cobrarse la venganza de la moción de censura. Entonces, Pablo Casado consolidó la estrategia que había edificado durante meses de girar al centro, soltar amarras con Vox y arrinconar a Santiago Abascal vinculando sus siglas con las de la "extrema derecha". Hoy, la "derecha populista", como les ha definido el número dos del PP, Teodoro García Egea, se ha hecho con unos históricos 11 diputados de Vox en Cataluña, una fuerza con la que intentarán arrebatar al PP y al proyecto de Casado el bastón de mando de la oposición nacional.

Precisamente, los primeros esfuerzos de la cúpula popular tras el fracaso en las urnas catalanas han ido dirigidos a minimizar el daño y negar cualquier vinculación con el escenario político del Parlament con el del Congreso. "Ha sido un resultado malo porque perdemos un escaño, pero las elecciones catalanas nunca han sido extrapolables al escenario nacional", suscribía García Egea desde Génova. Pero nada más lejos de la realidad.

Estos resultados ponen de relieve que, si el PP pretende gobernar, debe hacerlo junto a Vox. Casado aún aventaja a Abascal en el Congreso por 37 diputados, pero lo cierto es que las elecciones de Cataluña han puesto de manifiesto que se han convertido en toda una amenaza para las aspiraciones de Casado de pisar el Palacio de la Moncloa. Y es que, con excepción de las elecciones gallegas, Vox ha ampliado su fuerza y demostrado su impulso todas las veces que se han abierto unas urnas desde las generales de abril de 2019. Casado tiene en su mano frenar este impulso, pero antes deberá repensar su estrategia e, incluso, abrir un proceso de reestructuración interna que podría afectar a algunas de sus principales espadas.