En 1984 se decidió llevar a cabo una de las restauraciones más importantes de la historia del arte. Las Meninas necesitaba con urgencia un lavado de cara y tuvo que ser el gobierno de entonces el que decidiese cómo y quién iba a meterle mano a uno de los cuadros más famosos del arte español.
Por aquel entonces, el ministro de Cultura era Javier Solana, hoy presidente del Real Patronato del Prado, y recuerda cómo comenzar con la restauración de esta obra supuso un quebradero de cabeza para el presidente, Felipe González. "Nadie se atrevía a tocar Las Meninas, comentándolo con el presidente, me dijo: 'Javier, los gobiernos pueden caer por muchas cosas pero si no hacemos bien la restauración, nos vamos a casa".
También que la elección del restaurador supuso un revuelo inaudito. Se eligió al inglés John Brealy y esto provocó la queja de todos los especialistas en arte españoles, denunciando que dentro del país había el suficiente oficio para no tener que buscar a nadie fuera. Se produjeron manifestaciones, el tema ocupó portadas de periódicos y telediarios.
Pero, cuarenta años después, Solana lo sigue defendiendo: "Elegimos al mejor para el trabajo y no pensamos en qué nacionalidad tenía, sólo queríamos que fuese el que diese el resultado más óptimo", ha asegurado en un coloquio que ha organizado el Museo Del Prado con motivo de su 40 aniversario. En este ha aparecido en un vídeo Alicia Quintana, que estuvo trabajando en el museo desde 1983, y que ha recordado como Alberti, tras ver el lienzo al volver de su exilio, aseguró que estaban: "'Sucias, sucias, sucias', hasta el punto de que cogió un algodón y se lo llevó en el bolsillo. Fue un tema muy delicado, la dirección lo pasó fatal".
Esta charla ha estado precedida por la conferencia del Jefe de Departamento de Pintura Española del Museo Nacional del Prado, Javier Portús, que ha dado una clase magistral de media hora en la que ha contado el porqué de la importancia de este cuadro y de su delicada restauración.
"Las Meninas las pintó Velázquez en 1656, tenía 57 años, y ya era un pintor con una arraigada conciencia histórica y consciente de que esa obra sería una de las piezas por la que se le recordaría", ha explicado sobre cómo tuvo todo la razón y cómo está ha sido es una de las piezas españolas con la que con más frecuencia han dialogado "los artistas nacionales y extranjeros".
"A partir de finales del siglo XVIII es cuando Las Meninas empieza a ser una obra frecuentemente citada por otros artistas, rompió un poco el hielo Goya, que siempre tuvo a Velázquez como uno de sus nortes estéticos", asegura y añade a otros tantos. Desde Picasso y su "versión", hasta "una gran cantidad de artistas que viajaron hasta El Prado para conocerlo, entre ellos muchos de los mejores artistas británicos, franceses, nórdicos o americanos".
Las Meninas, antes y después de su restauración. EL MUSEO DEL PRADO
"Además, en el siglo XIX se produce el descubrimiento de la pintura antigua española en general y de Velázquez en particular y esto obedece a varios fenómenos: la dispersión por toda Europa de nuestras obras, la apertura de museos que permitían que un público amplio tuviera acceso a la historia del arte y el hecho de que algunos de los movimientos literarios y artísticos enarbolaban el naturalismo y realismo", añade.
Y ha contado que su ubicación en el Museo del Prado ha sido siempre una cuestión importantísima y su salida, en 1936 primero a Valencia, luego a Cataluña y luego a Ginebra, un quiebro para muchos artistas españoles. "Alberti manifestó que el día en que Las Meninas abandonaron el Museo del Prado, él decidió no volver a entrar nunca más. Richard Serra dijo que no volvería a pintar ni a dedicarse a la cultura, aunque luego no fue así, y Jorge Semprún aseguró que podría contar su vida deambulando alrededor de ellas cuando venía clandestinamente a Madrid", ha recordado sobre cómo impactó que María Teresa León y Alberti tuvieran que encargarse de ponerlas a buen recaudo cuando las bombas se acercaban a la capital.
"Participó junto con otras obras en la gran exposición sobre tesoros españoles y se convirtió en el centro de un debate muy interesante"
JAVIER PORTÚS
También, la importancia que tuvo en 1939 cuando "participó junto con otras obras en la gran exposición sobre tesoros españoles y se convirtió en el centro de un debate muy interesante entre los que defendían que el espacio más importante del museo fuera ocupado por Velázquez y estuviera presidido por Las Meninas y el representante del Prado, en ese momento Pedro Muguruza, que no quería desaprovechar esa sala y quería llenarla de propaganda. Algo que acabó consiguiendo".
El 7 de septiembre de 1939, volvieron al Prado y han estado en bastantes ubicaciones dentro del museo, cambiando dependiendo de la calidad de la sala y de sus ampliaciones arquitectónicas aunque el gran hito fue aquella restauración. Como explica en un informe Manuela Mena Marqués, subdirectora de Conservación e Investigación de 1981 a 1996 y vocal de su Patronato, de 1991 a 1996, "el trabajo de limpieza y reintegración de las faltas fue en el breve plazo de un mes y medio, rapidez que en este caso fue posible gracias al perfecto estado de conservación de la obra y a la indudable maestría y plena dedicación de quienes llevaron a cabo tan delicada tarea".
Una tarea que vino precedida de un meticuloso estudio que se realizó dos años antes, en 1982, por "el equipo formado por José María Cabrera, Carmen Garrido, Gridley McKim-Smith y Richard Newman" y que estuvo compuesto por estudio radiográfico, reflectografía por rayos infrarrojos y análisis químicos de pigmentos. Tras este, el Real Patronato le propuso a John Brealey el trabajo, con toda la polémica que esto supuso, que empezó el 14 de mayo de 1984.
El británico limpió el lienzo en la sala 85 de la segunda planta norte de la pinacoteca, cerca de la zona donde se encontraba la dirección del museo. Y tal como asegura la institución, este se encontraba "apoyado donde actualmente se expone el Verano de Goya". Por este trabajo, afirman "John Brealey no recibió ninguna cantidad de dinero". "Nadie puede ser pagado -dijo- si va al paraíso". Incluso, los gastos del viaje y su estancia en Madrid fueron costeados por un donante anónimo.
Lo terminó en 23 días y tras su trabajo pidió a los restauradores del museo que se encargan de la reintegración de color y fueron Clara Quintanilla, Enrique Quintana, Rocío Dávila y Maite Dávil los que la llevaron a cabo, aunque el segundo tuvo que abandonar el trabajo tras romperse el brazo en un accidente de tráfico. Pero consiguieron terminarlo a tiempo y el 31 de julio de aquel año Las Meninas aparecieron en la sala 74 acompañadas de unas cortinas recogidas, varios paneles explicativos y fotografías de las radiografías del cuadro.
Pero aún no estaba todo terminado, poco después Brealey volvió a "dar en spray el último barniz al cuadro" sin saber que tendría que regresar dos años más tarde. "En febrero de 1986, la superficie de Las Meninas aparece con un tono blanquecino. Esta alteración se define técnicamente como pasmado, el barniz se oxida y pierde su transparencia debido a las condiciones ambientales de temperatura y humedad. Tras frotar la superficie de la obra con una gamuza suave, el barniz respondió perfectamente volviendo a recuperar su transparencia", confirman desde la institución sobre el gran susto que se llevaron.
Ahora se cumplen 40 años de aquel trabajo que ocupó portadas, hizo temblar más de una mano y que supuso un quiebro de cabeza para el gobierno de entonces. Como dijo Brealey al aceptar esta restauración, "cuando una obra maestra de la pintura universal es admirada en el mundo entero, deja de ser obra de arte para convertirse en símbolo y a nadie le gusta ver cambiar un símbolo". Aunque este cambio al final gusto a casi todos.
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