Inés Arrimadas será la líder indiscutible y la guía de la resurrección de Ciudadanos. Durante años ha sido la escudera fiel de Albert Rivera, al que ha apoyado y defendido públicamente en todas y cada una de sus decisiones sobre la deriva del partido, incluso cuando éste mantenía un perfil bajo durante la crisis de Ciudadanos el pasado verano, que dejó un goteo constante de dimisiones por disidencias con el aparato orquestado desde Madrid.
Las voces que dentro del partido piden una renovación profunda para reflotar el decrépito legado del 10-N son cada vez más sonoras, y todas las miradas se dirigen hacia Inés Arrimadas para capitanear un retorno al "centro político perdido por Albert Rivera".
No será presidenta de facto hasta el próximo 15 de marzo. De hecho, aún no ha oficializado su candidatura para sustituir a su antecesor y amigo. Pero en la cuenta atrás que ya ha comenzado, Arrimadas ha empezado a esbozar un partido renovado con su firma propia. Muchas de sus decisiones suponen, de hecho, enmiendas a la dirección planteada por Albert Rivera, construyendo abismos entre ambos como la cada vez mayor intransigencia con Vox o el fin de los vetos a la izquierda como ejes de su nueva estrategia.
Sólo habían transcurrido unas semanas desde que Albert Rivera y su núcleo anunciasen bien su abandono de la política o bien su salida de la dirección cuando Inés Arrimadas, en calidad de portavoz parlamentaria, dio el paso que su antecesor había evitado durante meses: urdir un "gran acuerdo constitucionalista", proponer una alternativa y dar un paso al frente que, de momento, no ha sido bien recibido ni por los 120 del PSOE ni por los 88 del PP.
La carta remitida a Moncloa abre una brecha necesaria, un punto de inflexión en la nueva trayectoria de Ciudadanos: ya no hay vetos, ya no hay condiciones previas y el partido se sitúa en su posición original, "en el medio, para arrastrar al centro tanto a PSOE como a PP", destacan fuentes de la formación para justificar la necesidad de "un partido como Ciudadanos en la política española de rojos y azules".
Fuentes oficiales justifican que el paso adelante de Arrimadas "ya lo dio Rivera" y que no hay "ruptura" con el paradigma anterior. "Mucha gente dirá que sólo hubo una semana y no daba tiempo, pero Iglesias y Sánchez necesitaron 24 horas para ponerse de acuerdo y pactar un Gobierno", argumentan. "Nosotros ya dimos una solución", defendía la propia dirigente en los últimos días, en los que ha multiplicado sus intervenciones públicas.
Arrimadas dejará atrás los vetos y las condiciones previas, y tratará de llevar al partido de nuevo al centro político
La afirmación, no obstante, está llena de matices: efectivamente, Rivera levantó el veto antes que Arrimadas, pero lo hizo cuando restaban 36 horas para la disolución de las Cortes, mientras supeditaba su encuentro con Sánchez a comprometer una serie de condiciones muy concretas -ruptura del Gobierno en Navarra, reformas económicas alejadas de lo pactado con Unidas Podemos y la planificación de un nuevo artículo 155 en Cataluña-.
Precisamente, uno de los argumentos utilizados desde antes del 28-A por la dirección de Rivera para sostener el veto era que Sánchez ya había cerrado un acuerdo con Podemos y los nacionalistas porque es algo que "lleva en su ADN", un pacto "secreto" que "Ciudadanos no va a blanquear", mientras se centraba en pisar los talones a un diezmado Partido Popular para arrebatarle el liderazgo de la derecha. Arrimadas, por contra, ha tendido la mano sin temblarle el pulso incluso ante un preacuerdo de Gobierno firmado y sellado -con tinta y abrazo- por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.
Muro de contención a Vox
Uno de los puntos de la nueva estrategia en que incidirá el nuevo Ciudadanos será la de construir muros más altos que profundicen la diferenciación con Vox, después de que durante meses se acusase al proyecto liberal de "blanquear" a la extrema derecha y se convirtiese en uno de los móviles que motivaron salidas como la de Manuel Valls o la de Toni Roldán.
Aunque en Ciudadanos, según han explicado a este medio, no se van a comprometer los pactos territoriales -los naranjas gobiernan en coalición con el PP y con los votos de Vox en Murcia, Madrid y Andalucía- sí han comenzado a poner tierra de por medio con los de Santiago Abascal, uno de los más tortuosos desafíos que tuvo que encarar un Rivera que prefería guardar silencio acerca de los postulados de la formación conservadora.
Aún a riesgo de perder su apoyo en las plazas donde gobierna -con la representación tan ínfima en la Cámara Baja, el poder territorial es uno de los grandes baluartes de la resistencia liberal- Ciudadanos ha evidenciado que, más allá de que les una "la unidad de España", hay "profundas diferencias ideológicas" en lo que a derechos sociales se refiere. Sin ir más lejos, a Begoña Villacís no le tembló el pulso en votar a favor de la reprobación de Javier Ortega Smith por humillar a una víctima de violencia machista. "Usted y yo aquí estamos en las antípodas (...) la violencia machista es un acto incuestionable, y no daremos un paso atrás", manifestaba la líder madrileña.
Y, según confirman fuentes del partido, la V Asamblea servirá también para revisar los principales errores cometidos en la última etapa del partido, un ejercicio de autocrítica en el que se revisará, entre otras cuestiones, la política de pactos aprobada por unanimidad en la extinta Ejecutiva naranja.
Más peso para los críticos
"Si algunos piensan que el sanchismo tiene que campar a sus anchas, que monten otro partido político". Rivera zanjaba la crisis de Ciudadanos tras la salida de dirigentes destacados mostrando la puerta de salida a los disidentes que quedaban en las filas naranjas, y cuyo sector crítico estaba encabezado por el eurodiputado Luis Garicano o el díscolo Francisco Igea.
Lejos de apartarles, entre los planes de Arrimadas entra reforzar el papel que jugarán en el futuro de Ciudadanos en torno a una Ejecutiva "diversa y abierta". Aunque el entorno de la jerezana niega que ya tenga una lista de nombres preparada, fuentes del partido apuntan a que Garicano podría tener un puesto destacado en la misma, lo que abriría la puerta a algún tipo de colaboración de los dimitidos Toni Roldán y Francisco de la Torre con el partido, que según adelantó El Mundo, trabajan ahora junto a ex dirigentes del PSOE y del PP en un 'think tank' para impulsar pactos de Estado por el centro.
No es el único cambio sustancial respecto a la 'bunkerización' de Rivera. Arrimadas quiere alejarse en cierta medida del sistema centralizado y presidencialista que marcó la etapa del catalán al frente de Ciudadanos, y en el partido ya se da por hecho que las direcciones regionales tendrán más peso orgánico, con la consiguiente relevancia en la toma de decisiones de los líderes territoriales.
Se da por descontado, según las fuentes consultadas, que Juan Marín, vicepresidente de la Junta de Andalucía, será uno de los grandes protagonistas por su histórica cercanía con la ex dirigente de Cataluña. Pese a no revalidar su escaño, otro de los grandes valores al alza en el nuevo Ciudadanos será Joan Mesquida, al que Arrimadas ha confiado dos responsabilidades: portavoz adjunto en la gestora y un puesto en la Cámara Baja como asesor del partido.
Arrimadas potenciará, además, el protagonismo femenino en la toma de decisiones estratégicas, un muro que no se había derribado hasta ahora. El repliegue de los hombres fuertes de Rivera facilitará esa transición, y ya se apunta a nombres como Begoña Villacís, Marta Martín, Lorena Roldán o Patricia Reyes como algunos de los nombres que estarán presentes en el war room de la jerezana tras el congreso de marzo.
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